La Fiesta Patronal de San Gregorio Atlapulco en Xochimilco

• En la época prehispánica se celebraba la veintena de Tlacaxipehualiztli

Por Francisco Javier Márquez Juárez

El 12 de marzo ha sido un día especial para los habitantes originarios de San Gregorio Atlapulco, aun antes de la llegada del cristianismo a estas tierras.

En la época prehispánica, en el actual mes marzo se celebraban la veintena de Tlacaxipehualiztli (vestir la piel del desollado) en la que se le hacían ofrendas a Xipe Totec, cuya imagen se encuentra en un monolito del cerro de Xilotepec.

Monolito de Xipe Totec

Estos días marcaban el inicio del ciclo agrícola de la sociedad mexica, y en el pueblo de Atlapulco el 12 de marzo indica el inicio de la siembra del maíz marceño (chinampero) en la ciénaga, que culmina el 5 de abril. Esta fecha también establece el momento de ensemillar en los almácigos el chile chicuarote que se trasplantará en el cerro.

Participantes en la danza de vaqueros

Fray Bernardino de Sahagún describía así a Xipe Totec y su culto:

«Este dios era honrado de aquellos que vivían a la orilla del mar: y su origen, tuvo en Zapotlán, pueblo de Jalisco… Hacían voto ante este dios de vestir su pellejo cuando se hiciese su fiesta: la cual se llama Tlacaxipehualiztli… En esta fiesta hacían como un juego de cañas, de manera que el un bando era de la parte de este dios… Iban vestidos de pellejos de hombres que habían muerto y desollado en esta fiesta. Los del bando contrario eran los soldados valientes y osados y personas belicosas que no temían en nada a la muerte. Ahí los unos y los otros se ejercitaban en el ejercicio de la guerra. Acabando este juego entraban a las casas y los hacían sentar en basecillas de hojas de zapotes y hechavanles (sic) al cuello unos saztales (sic) de mazorcas de maíz y otros saztales (sic) de flores que van desde el cuello hacia los sobacos. Tiene vestido un cuero de hombre… Está ceñido con unas falderas verdes… Tiene una rodela de color amarillo… Tiene un cetro» (Códice Florentino, capítulo XVIII).

A partir de las descripciones hechas por los frailes, los códices y las representaciones de este dios, sus rasgos característicos son: la boca abierta, tocado cónico. En una mano lleva un chicahuaztli o palo de lluvia y, en la otra, un escudo con una flor. Cuando no está revestido de piel humana tiene una túnica hecha de hojas de zapote. Otros atributos generalizados de su representación son: cara pintada con rayas amarillas y rojas, una banda en la frente. Ojos cerrados o bien, las cuencas vacías.

Entre el 12 y 14 de marzo, desde el monolito de Xipe Tótec se observa salir el sol en medio de la cañada del Tehuicocone que se ubica al sur del Iztaccíhuatl, en la Sierra Nevada. Este mismo fenómeno se repetía el 21 de marzo en Tenochtitlan, donde el sol salía en medio de los dos teocallis que coronaban el Templo Mayor y marcaba el día en que llegaba a su punto culminante las celebraciones a «Nuestro Señor el Desollado», el «Bebedor Nocturno» o la «Vegetación que se renueva».

Al llegar los frailes a estas tierras y congregar a la población indígena en el pueblo, le asignaron como patrón a San Gregorio Magno, para que los naturales siguieran realizando sus festividades este día, cambiando a Xipe Tótec por San Gregorio Magno.

Dos elementos relevantes de la fiesta patronal nos direccionan al sincretismo religioso de la cosmovisión prehispánica y la ritualización del ciclo agrícola: la quema de salvas (cohetones) y los fuegos artificiales llamados «castillos». En la «fiesta  de marzo» las salvas se queman en cantidades considerables por la primera y segunda manzana (división tradicional del pueblo que rememora los dos grupos culturales que dieron origen a la población: nahuas y acolhuas).

«Se queman muchos cohetes», dicen los miembros de la comisión de la salva de la segunda manzana, «para solicitar buen temporal y sea bueno para la siembra, para el maicito y el frijolito. Es para que no caiga granizo ni tempestades». Entrevista a Juan Muñoz, 2009.

San Gregorio Magno

En el archivo franciscano, el padre De la Rosa Figueroa narra cómo entre 1773 y 1775 los naturales de los pueblos de las faldas del volcán Tehutli, entre los que se encuentra San Gregorio Atlapulco, realizaban en el cráter del volcán el ritual de los Cuahupantlaques o el Palo Volador, semejante por la descripción al ritual de los voladores de Papantla.

Parte importante del ritual era la selección, corte y colocación vertical del tronco de oyamel para realizar el ritual. Cuando el ritual fue prohibido a fines de la década de 1770, la selección, corte y colocación de un tronco de oyamel siguió realizándose; ya no para el vuelo de los cuahupantlaques, sino para colocar las piezas de los fuegos artificiales que se quemarían en la fiesta en honor a San Gregorio. Durante 200 años más, el tronco de oyamel para los castillos siguió enterrándose, colocando en el hoyo destinado para este propósito una ofrenda consistente en comida, bebida y tabaco; hasta que finalmente a mediados de la década de 1970, el tronco fue sustituido por huacales de madera que los maestros pirotécnicos utilizan actualmente.

Crónica del amanecer del 12 de marzo 2019

00:15 A.M. Es media noche y un nutrido grupo de jóvenes y adolescentes parten del barrio de la Cruz con música, flores y cohetes para dar mañanitas al patrón del pueblo, San Gregorio Magno, en el día de su fiesta. Entre lo sacro y lo profano, entre rezos y algarabía transcurren los primeros minutos de este día especial para los habitantes de San Gregorio Atlapulco.

6:45 A.M. Estamos frente al monolito de Xipe Totec en el cerro de Xilotepec. Aquí empieza la zona montañosa del pueblo. Lo primero que observamos al estar frente a Xipe Totec es que sus ojos se alinean con Venus. También la horadación que está en sus pies apunta directamente al lucero de la mañana.

6:50 A.M. Aunque el sol todavía no despunta el horizonte, el día ya está clareado y Venus persiste en dejarse ver entre la cruz oriente y la central que coronan Xilotepec.

6:55 A.M. A medida que el sol sale, Venus deja de ser perceptible. Por la cabellera del Iztaccíhuatl se van disipando las sombras y se alumbra parcialmente la mujer dormida: primero la cabeza, después el busto, el vientre y finalmente los pies. Paralelamente y con sincronía sucede lo mismo con la imagen del dios mexica, empezando por el tocado hasta llegar a la pocita que está a sus pies.

7:05 A.M. Parados entre los pies de Xipe Totec y de cara al horizonte, observamos que el sol sale entre dos elevaciones que están más abajo de la cabellera del Iztaccíhuatl. La visión sólo dura unos segundos, pues el resplandor del sol impide seguir viendo el horizonte e incluso se difumina la vista de la mujer dormida.

7:10 A.M. El sol ilumina completamente al Iztaccíhuatl y al petrograbado.

Xipe Totec era considerado por los mexicas dios de la fertilidad y de la vegetación que se renueva; de la lluvia ligera y benéfica para la agricultura y de los artesanos que trabajaban el oro. Se le asociaba también al Calmecac, la escuela para los hijos de los nobles.

Algunos investigadores ubican su origen en la etnia Yopi, que habita la sierra y la costa Chica de Guerrero, específicamente Tlapa y los municipios de San Marcos y Ayutla de los Libres. Las representaciones más antiguas de este dios proceden del área de Teotihuacán y Texcoco.

A la par del nombre «Nuestro Señor el Desollado», es conocido también como el «Bebedor Nocturno», refiriéndose al pulque raspado en la noche o a la llovizna nocturna. En la mitología náhuatl recibe el nombre de Tlatlauhqui Tezcatlipoca «espejo humeante rojo».

07:30 A.M. El estruendo de los cohetes y las nubes de humo opacan el azul del cielo, las notas del violín y la guitarra de la danza de vaqueros son apagadas por las notas de las bandas de viento que al unísono tocan el son del olotito y la pequeña serenata nocturna de Mozart.

 8:00 A.M. Descendemos del cerro. Abajo, inicia la romería celebrando a San Gregorio Magno, padre actual de los atlapulquenses. La música, los cohetes, las danzas y las flores son las ofrendas que los fieles católicos brindan en holocausto a la divinidad.

Arriba, el «Bebedor Nocturno» acompañado por su inseparable pareja, la cihuacoatl, son acompañados de unas flores blancas que algún peregrino anónimo le ofrendó, unas cuantas hojas de pirul que el viento arrastró hasta la pocita destinada para los sacrificios y los ojos pétreos buscando fijamente a Venus que encontrará nuevamente hasta el próximo equinoccio.

El antiguo padre de los atlapulquenses esperará pacientemente que un nuevo ciclo de vida se cumpla. ♦

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