El «Arte de la Lengua Mexicana» (1673), de fray Agustín de Vetancurt

• En la empresa de conquista y colonización, serían los frailes los principales promotores de la enseñanza y el adoctrinamiento de los «amerindios»

Por Ericka Ortiz | Revista Nosotros, Núm. 113 | Abril de 2008

Introducción

El descubrimiento del Nuevo Mundo develó un increíble acervo que no sólo abarca el aspecto geográfico, sino también el de las ciencias naturales (zoología y botánica) y el de las ciencias humanas (antropología y lingüística) (Laurney 1997:21). Posteriormente, en la empresa de conquista y colonización, serían los frailes los principales promotores de la enseñanza y el adoctrinamiento de los amerindios. Estos religiosos tuvieron la necesidad de predicar en las lenguas nativas, razón por la que invirtieron tantos esfuerzos en la elaboración de Artes y Gramáticas con el fin de sistematizar la lengua.

En un primer momento estas obras no resultaban atractivos objetos de estudio, se les criticaba su deficiente tratamiento de ciertos aspectos del lenguaje y la escritura, tal como expresa Beltrán Aguirre (1983: 209): «Desde el punto de vista de la lingüística moderna, las gramáticas misioneras son bastante deficientes en el tratamiento de formas gramaticales. Conciben los sonidos en términos de ortografía; ponen atención exagerada en las reglas de pronunciación derivadas de la ortografía castellana…»

Recientes investigaciones han propuesto un análisis atendiendo al contexto histórico y lingüístico de la época, para no caer en críticas erróneas, y de ese modo lograr una apreciación justa de estas obras (Zwartjes 2002, Zimmermann 1997: 16-17) Por esta razón, los objetivos que pretendo en este trabajo son simples, pues en principio mi intención es la de presentar una obra perteneciente a este gran corpus de Artes y Gramáticas, y me refiero específicamente al Arte de la Lengua Mexicana (1673) de fray Agustín de Vetancurt (c. 1622-1700).

Fray Agustín de Vetancurt. Enciclopedia de la Literatura en México

Para llevar a cabo este trabajo se contextualizará la obra exponiendo primeramente los motivos, función y finalidad, que en su momento perseguían estos frailes-lingüistas con la elaboración de estas obras. A esto seguirá la biografía del autor y la presentación general de la obra. Debido a la naturaleza del trabajo, no profundizaré en la totalidad de los contenidos de la obra, lo que particularmente se trabajará es el apartado que nuestro autor denominó «De las letras que faltan y pronunciación que tienen».

Es importante tener en cuenta que fray Agustín de Vetancurt elaboró su Arte basándose tanto en la Gramática de la Lengua Castellana de Antonio de Nebrija (c. 1442-1522), como en las ya producidas por los misioneros que le antecedieron. De modo que los ejemplos o rasgos de la lengua mexicana que se encuentran expresos en la obra de Vetancurt se deben considerar no como resultado de un primer contacto con la lengua (como es el caso de los primeros misioneros), sino como una síntesis del modelo nebrisense y de las gramáticas misioneras precursoras. Lo que interesa en este trabajo es mostrar la forma en cómo fray Agustín de Vetancurt expone algunas características propias de la lengua mexicana.

  1. Artes y Gramáticas: pedagogía y evangelización

El encuentro entre España (sociedad letrada) y las sociedades amerindias fue un momento de choque y reconocimiento. Quienes llegaron, misioneros, humanistas, soldados y aventureros, lo hicieron con objetivos diferentes; los primeros con el propósito de alfabetizar para hacerse obedecer, y los últimos con el simple objetivo de narrar hazañas. En su conjunto, los discursos que estos personajes produjeron «poseyeron al otro», convirtiéndose así, en dueños de la palabra que describe, representa y organiza –acorde a su entendimiento– al Nuevo Mundo.

El proyecto del Nuevo Mundo tuvo su origen en la idea de la creación de una sociedad ejemplar, y la integración de los amerindios a esta empresa se vería lograda una vez que alcanzaran su hispanización, refiriéndome con esto a dos elementos: 1) evangelización, y 2) dominación política (Mignolo 1992). La primera barrera fue la de la lengua, y en ese sentido los indios bilingües (llamados lenguas) fueron el primer «agente mediador» que posibilitó una primera etapa de aproximación. Posteriormente, los misioneros continuaron predicando y confesando con ayuda de esos indios bilingües, incorporando a su vez el lenguaje de los gestos, o recurriendo a representaciones gráficas, catecismos con cuadros e imágenes coloreadas (Galarza 1986).

La descripción de las lenguas amerindias llevada a cabo durante la época colonial fue un proceso complejo, pues los frailes se enfrentaron ante una realidad lingüística totalmente desconocida para ellos. Una de las dificultades que tuvieron que enfrentar y sortear fue el encantarse con unas lenguas que, en su opinión, no tenían ninguna relación con otras lenguas escritas (hebreo, griego, latín o castellano) (Zimmermann 1997). Las lenguas que escucharon en América no poseían ningún alfabeto ni existía una descripción lingüística de las mismas, por esto, y por el desconocimiento que los misioneros tenían de ellas, se procedió a la descripción y sistematización de ese lenguaje (Zwartjes 2002).

De acuerdo a los estudios de Zwartjes (2002) y Zimmermann (1997), los primeros misioneros-lingüistas o «frailes lingüistas» como ellos les llaman, invirtieron mucho de su talento en la formulación de métodos de campo para la obtención de «muestras de lenguaje», y a su vez en la elaboración de nuevas categorías de descripción de las lenguas amerindias. Aunado a esto, se incorporó la difícil tarea de organizar toda la información obtenida de acuerdo al modelo establecido por la Iglesia Católica: la Gramática de la Lengua Castellana (1942) de Antonio de Nebrija, para el mundo hispanohablante, y la de Manuel Álvarez (1526-1586) De institutione gramática libri tres (1572) para el mundo portugués (Zimmermann 1997: 10, Zwartjes 2002).

Portada de la obra Arte de la Lengua Mexicana de fray Agustín de Vetancurt

Lo anterior puede entenderse como una imposición que impedía el reconocimiento adecuado de las estructuras de los lenguajes amerindios. Sin embargo, en su contexto esos textos eran concebidos como instrumentos de evangelización, su finalidad no era propiamente un análisis del lenguaje en sí. A este respecto Zimmermann (1997) comenta que no hay noticia de tratados sobre teoría del lenguaje, ni en forma de prólogos o vocabularios o en libros separados.

Los primeros misioneros convirtieron sus Artes y Gramáticas en herramientas básicas para fines pedagógicos y evangelizadores. Estas intenciones se vieron reforzadas por la Real Cédula de 19 de septiembre de 1580, otorgada por Felipe II, en la que ordena que en las universidades de Lima y México, y en las ciudades donde había Real Audiencia, se establecieran cátedras de la «lengua general de los indios»[1], y que los prelados de Indias no ordenaran sacerdotes, ni dieran licencia a clérigo que no supiera la «lengua general de los indios de la provincia» (Canger 1997: 60).

Para el caso de la Nueva España, se declara la lengua náhuatl (o mexicana) como oficial, aunque no se puede descartar la instrucción en el otomí y zapoteco. Las gramáticas y artes de la lengua mexicana posibilitan la enseñanza a los nuevos misioneros y sacerdotes que llegaban de Europa, y a los que se formaban en la universidad y los monasterios. También se instruía a los indios cuya lengua materna no fuera propiamente el náhuatl, la intención era lograr una plena comunicación para alcanzar con creces la educación y la evangelización.

La fijación del discurso oral y/o pictográfico –característico de estas lenguas– en alfabeto latino, así como la organización y escritura de su historia bajo el soporte del libro, también sería el procedimiento necesario para llevar a cabo la integración, apropiación y de reconocimiento del «otro» (Mignolo 1992). Artes y Gramáticas tenían un mismo fin, que era el descriptivo, pedagógico y evangelizador, aunque las segundas tuvieran pretensiones más normativas en referencia al lenguaje (Hernández 1997).

En este contexto surge el Arte de la Lengua Mexicana (1673) de fray Agustín de Vetancurt. Esta obra es un intento más por continuar el proyecto franciscano de instruir a sus miembros tanto en la lengua como en la manera de impartir los sacramentos y catequesis a los indígenas. Aunque no es la primera ni última de este género, considero importante presentarla como un ejemplo de la labor misional e intelectual de la época.

Para terminar este apartado mencionaré sólo algunas de las tantas Artes y Gramáticas creadas en el período colonial, referentes a la lengua mexicana: Arte de la lengua mexicana y castellana (1571) de Alonso de Molina; Arte para aprender la lengua mexicana (1547) de Andrés de Olmos; Arte mexicana (1595) de Antonio del Rincón; Arte mexicano (1642) de Diego de Galdo Guzmán; Arte de la Lengua Mexicana con la declaración de los adverbios della (1645) de Horacio Carochi; Arte de la lengua mexicana según la acostumbran hablar los indios en todo el obispado de Guadalajara, parte del de Guadiana y del de Mechoacan (1692) de Juan Guerra; Arte de el idioma mexicano (1713), de Manuel Pérez; Arte de la lengua mexicana (1717), de Francisco de Ávila; Arte novíssima de lengua mexicana (1753), de Carlos de Tapia Centeno; Arte de la lengua mexicana (1754), de Joseph de Agustín de Aldama y Guevara; Arte, vocabulario y confesionario en el idioma mexicano, como se usa en el obispado de Guadalaxara (1765), de Geronymo Thomas de Aquino Cortés y Zedeño, y Arte de la lengua mexicana (1810), de Rafael Tiburcio Sandoval.

  • El autor. Fray Agustín de Vetancurt

De acuerdo con recientes investigaciones se ha establecido que la fecha de nacimiento de fray Agustín de Vetancurt oscila entre 1622 y 1623, y la de su muerte sería aproximadamente en 1700. A estos datos se añade que su lugar de nacimiento fue Ayotzingo (Puebla), y que sus padres fueron Luis de Vetancurt, nativo de Tenerife, y Mariana de Vetancurt y Cabrera, nacida en la Ciudad de México (Canelo 1998: 108-109).

Portada de la obra Teatro Mexicano, de fray Agustín de Vetancurt

Fray Agustín de Vetancurt realizó sus estudios académicos dentro de la Real y Pontificia Universidad de México, cursó materias en Letras Humanas y Filosofía, y tras haber obtenido el título de Bachiller en Artes recibió el hábito de San Francisco en el Convento Franciscano de Puebla de los Ángeles. Por más de 40 años se desempeñó como cura ministro de la iglesia parroquial de San José de los Naturales, al tiempo que impartía cátedra de filosofía, teología y lengua mexicana (Esteve Barba 1992: 215). Por estas razones fue considerado uno de los más eminentes predicadores de lengua náhuatl y nombrado cronista oficial de la provincia del Santo Evangelio, tal y como el propio Vetancurt confirma:

«Los mandatos de Nuestros Reverendiffimos padres Fray Joseph Ximenez Samaniego, Ministro General de toda la orden, y Fray Juan Luengo, Comisario General de Indias, con cuyas letras patentes fe juntó la Provincia del Santo Evangelio, y me eligió por Escritor y Colector de ella para que defde el año de 1600 a 1681 recogieffe lo sucedido… [Sucessos Naturales (16xx)]».

La obra intelectual de nuestro personaje es considerable y aunque no todos sus títulos lograron ser editados, sus obras no dejan de reflejar el interés y el compromiso con la vida intelectual de la orden franciscana. Pues las temáticas de sus textos muestran en cierta manera la herencia de la Reforma Franciscana experimentada en España en el XV[2]. De modo que entre las obras de Vetancurt hallamos un manual para la administración de sacramentos y textos para la enseñanza del evangelio, una gramática para el aprendizaje de la lengua mexicana, textos sobre vidas ejemplares y una crónica.

Así tenemos que, el interés por el aprendizaje de otras lenguas se ve logrado en su Arte de la Lengua Mexicana (México 1673, reimpreso en 1901). En lo que se refiere a la administración de sacramentos, Vetancurt elaboró su Manual de Administrar los Santos Sacramentos, conforme a la reforma de Paulo V y Urbano VIII (México: Francisco Rodríguez Lupercio, 1674: México 1682; Sevilla 1690; México 1729).

De su continua preocupación por dar información sobre vidas ejemplares tenemos la Chronologia Sagrada de la vida de Christo Nuestro Redemptor, predicación evangélica, con las circunstancias de lugar y tiempo en que obró los Ministros de Nuestra Redempcion, obras de la Omnipotencia y maravillas de su Gran en María Santissima, y en el Seráphico Padre San Francisco, y su Apostolica Religion (México: Doña María de Benavides, Viuda de Juan de Ribera, 1696); la Epítome de la vida, muerte y milagros del Taumaturgo español San Antonio de Papua (México 1682; México 1728); el Panegírico de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza (1674), y el Elogio fúnebre de la reina dona Mariana de Austria (1697).

Y finalmente, tenemos su crónica, justo como su obra póstuma, considerada como «la última en el tiempo de las cuatro grandes crónicas de la provincia franciscana del Santo Evangelio» (Camelo 1998: 107). Se trata del Teatro mexicano. Descripción breve de los sucesos ejemplares, históricos, políticos, militares y religiosos del Nuevo Mundo occidental de las Indias. Crónica de la provincia del Santo Evangelio de México. Menologio franciscano. De los varones más señalados, que con sus vidas ejemplares, perfección religiosa, ciencia, predicación evangélica en su vida, ilustraron la provincia del Santo Evangelio de México (México: Doña María de Benavides, viuda de Juan de Ribera, 1697-1698; México 1870-1871; Madrid: José Porrúa Terrazas, 1960-1961; México: Porrúa, 1971; y una segunda edición facsimilar México: Porrúa, 1982).

La fortuna no concedió que fray Agustín de Vetancurt lograra ver impresa la mayor parte de su obra, aun con ello, con alrededor de 80 años al morir, nuestro hombre fue testigo de los sucesos ocurridos en casi todo un siglo, y sus experiencias como franciscano y como criollo han quedado sutilmente plasmadas en su obra intelectual.

  • La obra. Arte de la Lengua Mexicana

La empresa de describir las lenguas amerindias representó grandes retos para los frailes-lingüistas (Zimmermann 1997) que tenían como precepto la elaboración de Artes y Gramáticas de las lenguas que se encontraban a su paso. La finalidad de esta empresa fue la de reducir la variedad de lenguas amerindias a una norma o sistema, mismo que facilitaría en primera instancia la evangelización y posteriormente la hispanización (Alvar 1992).

El vasto corpus conformado por Gramáticas y Artes de las lenguas amerindias se inscribe en ese proyecto de larga duración y doble intención. En un contexto de conquista y colonización del Nuevo Mundo, imperaba romper la barrera de la lengua. Lo que sigue de esto es, por un lado, el aprendizaje del «idioma mexicano» por parte de los misioneros, con la intención de crear métodos para facilitar la instrucción a los religiosos encargados de impartir los sacramentos, y por el otro, la de enseñar a los amerindios, cuya lengua nativa no fuera propiamente el «mexicano», que es como se le denominó al náhuatl.

Para facilitar la misión de instruir y evangelizar, fray Agustín de Vetancurt escribió el Arte de la Lengua Mexicana

El Arte de la Lengua Mexicana fue impresa por primera vez en México en 1673, logrando una segunda edición en 1901. Esta obra es continuación de un proyecto de doble labor: instruir y evangelizar. Esto se puede corroborar justo con el parecer que se emite para la aprobación del Arte de la Lengua Mexicana de Vetancurt, por parte del doctor y maestro don Antonio de la Torre y Arellano, abogado de la Real Audiencia y cura del Sagrario de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de México.

«Cita en el convento de efta ciudad de México que juntamente é admirado en fu pequeño volumen el gran tesoro de fus enfenanzas, y a la dilatada copia de fus advertencias, à que ojala fe ajufte los sujetos que fe emplean en el ejercicio, y administración de Indios, para q con menos trabaxo pudiera aprovecharles mucho.

»Y [plugieffe] a Dios, ellos fe adaptaran, y fe, hizieran capazes de efte Arte, para confeffarffe, pues figuiendo a la claridad de fu lenguaje, efcufarian las frafes que ufan, con que fuelen obfcurecer fus confefsiones, y hazer mas cargofa la adminiftracion de tus almas (f IIIr)».

Lo que esta cita expresa es la evidente y apresurada necesidad por continuar con las labores de evangelización que no parecen estar terminadas. Ese mismo propósito de instrucción y evangelización se encuentra expreso en la «Censura» que emite el doctor y maestro don Ignacio de Hoyos Santillana, canónigo magistral de la Santa Metropolitana de México, Examinador Sinodal y Calificador del Santo Oficio de la Inquisición:

«En la variedad ô veleidad ninguna iguala a los Indios: aquí hallara los Ministros camino para descubrir la muestra del natural de esta gente. Lo diverfo en las frazes que ufan en fus confesiones. Y los que fe dedicaren à faber de efta lengua claro methodo para entenderla (f IVr)».

No sabemos si por «variedad de frases» éste personaje hace referencia a la variedad de lenguas que existían  en ese contexto colonial, o si en efecto, la «lengua mexicana» ya presentaba diferencias dialectales. Lo cierto es que en ambas citas es manifiesto que la lengua es todavía una frontera entre el misionero y los habitantes nativos del Nuevo Mundo. En ese contexto, la utilidad de la obra es indiscutible, y Vetancurt no duda expresarlo en su dedicatoria al Lector, pues comenta que aun cuando existe un buen número de obras con esa temática, no duda que su Arte pueda resultar útil sobre todo para los principiantes, ya que en opinión, en su obra «podrán tener en breve suficiente noticia» (f Vr).

Queda claro que el Arte de la Lengua Mexicana tiene una función pedagógica y moralizante (o evangelizante). Vetancurt logra la descripción de la lengua mexicana atendiendo a normas establecidas, tal como lo explica:

«Siguiendo en cuanto pueda el Arte de Antonio de Nebrija para los que huvieren estudiado aquel, entiendan este. Se divide el Arte Mexicano en cinco libros» («División del Arte», fI).

De este modo, tenemos que el Arte de fray Agustín de Vetancurt está conformado de la siguiente forma. El libro uno tiene por título, De las declinaciones de los nombres, y pronombres, y conjugaciones de los verbos; el libro dos, De la institución de la Gramática Mexicana; el tercero, De la derivación de los nombres, y de Verbos; el cuarto, De la composición y sintaxis de las ocho partes; el quinto, De la cantidad de las sílabas, y numero de los acentos; y por último le sigue una Instrucción breve para administrar los Santos Sacramentos de la confesión, viático, matrimonio, y velaciones en la lengua mexicana y un Catecismo mexicano.

En términos generales la estructura de este Arte mantiene similitudes con respecto a la Gramática de la Lengua Castellana (1492) de Antonio de Nebrija. Se necesitaría un estudio más amplio para profundizar acerca de las diferencias y similitudes, así como de las posibles adecuaciones de la Gramática de Nebrija para lograr la sistematización de la lengua mexicana. Como se explicó en la introducción, la intención de este trabajo es hacer una presentación del Arte de la Lengua Mexicana, por ello en el siguiente apartado presentaré, a manera de exposición, algunos rasgos lingüísticos que Vetancurt imprime en su Arte de la Lengua Mexicana.

  • «De las letras que faltan y pronunciación que tienen»: rasgos de la lengua mexicana

Una vez que fray Agustín de Vetancurt explica al lector los motivos y la confirmación de la obra, sigue con un apartado denominado «División del Arte», que es previo al cuerpo de cinco libros que contiene el Arte. En esta sección nuestro autor incorpora un apartado denominado «De las letras que faltan y pronunciación que tienen», que es el que vamos a tratar a continuación. En este apartado Vetancurt enuncia las letras que no existen en la lengua mexicana a nivel gráfico, así como algunas cuya aparición es en lo fonético. Fray Agustín elabora la descripción de las letras de la lengua mexicana teniendo como referencia el latín y el castellano. Si en el primer libro titulado de la Gramática de la Lengua Castellana, Nebrija atiende al tema de la invención de las letras griegas y latinas, mismas que toman de préstamos para la lengua castellana, así como la grafía para cada una de ellas y su dicción o sonido (cf. Nebrija «Libro primero» y Esparza 1995: 127-160), en su lugar fray Agustín de Vetancurt menciona las letras que faltan en el idioma mexicano, tal como expone a continuación:

«Carece la lengua mexicana de fiete letras B D F G R S J y aunque pudieran la S y G, efcribirfe en algunos vocablos, pues fe pronuncian vocalmente… fIr)».

Para Vetancurt las letras son expresión de las voces, es decir del sonido y/o dicción, lo cual puede considerarse como un rasgo de tradición nebrisense, pues según se expresa en el capítulo tres de la Gramática de la Lengua Castellana «no es otra cosa la letra, sino figura por la cual se representa la boz» (Nebrija [1492] 1992: 27). Después de esta observación, lo que sigue es la exposición de ciertas particularidades fonéticas que tienen las letras del lenguaje.

En el Arte de Vetancurt queda expreso que el uso de la letra «S» y la letra «G» existe en forma oral pero no en lo escrito. Esto lo ejemplifica así:

(1) a. «El vocablo zihuátl que fi fe efcribiera con S; en lugar de la Z hiziera la mifma pronunciacion». (fIr).

b. «Y efte huèhuè que fi fe efcribiera con G; diciendo guèguè, hiziera la mifma pronunciacion». (fIr).

Lo que estos ejemplos expresan es una incongruencia entre la relación letra y sonido. Vetancurt resuelve este fenómeno argumentando que debido a que en la lengua mexicana existen registros gráficos de «z» y «h», se da por sentado la inexistencia en lo gráfico de las letras «s» y «g», pero se admite su uso en la lengua oral. La fonética de las siguientes palabras quedaría gráficamente representada así: de zihuátl [sihuátl] y de huèhuè [guèguè].

Otra particularidad a la que hace referencia el autor es la inexistencia de la letra «eñe como cuando fe dize año, y de la elle, como cuando fe dize llave» (fIv). Con respecto a la letra «ñ» no se da más información, éste carácter parece no existir ni en el plano gráfico, ni en el fonético. El caso de la letra «ll» existe gráficamente pero no en el plano fonético; de modo que de acuerdo a Vetancurt, cuando se hallare esta letra «se ha de pronunciar como en el latín, cuando dezimos Belum, la guerra» (fIv). El ejemplo que brinda en la lengua mexicana es el siguiente:

(2) El vocablo tlalli (tierra), cuya pronunciación se representaría gráficamente como sigue: [tlali].

De acuerdo al Arte la Lengua Mexicana «tiene dos letras que son ordinariamente usadas que son T y Z que fe pronuncian como una con alguna fuerfa, hiriendo con toda la lengua en el paladar» (fIv), como ejemplo menciona estos vocablos:

(3) a. nitzitzi (yo grito), la representación gráfica de su sonido es: [nitsitsi]. b. tehuátzin (vuestra merced), la representación gráfica de su sonido es: [tehuatsin].

Por otro lado, nos advierte que la letra «h» escrita al final no se pronuncia, por ejemplo:

(4) zihuáuh (mi mujer), la representación gráfica de su sonido: [sihuau].

A este respecto, Vetancurt agrega que si la letra «h» se encuentra seguida de una vocal, su sonido correspondería al de la letra «g», tal  como se ha expuesto anteriormente, en el ejemplo (1b).

Siguiendo con las particularidades de la lengua mexicana, encontramos que de acuerdo con Vetancurt la letra «n» pierde su sonido si se encuentra escrita antes de la partícula «huan», misma que hace referencia al plural. Un ejemplo sería:

(5) chichitonhúan (mis perros), la representación gráfica de su sonido es: [chichitohuan].

Lo mismo si la «n» es seguida de una consonante:

(6) anxochitèqui (cortáis flores), la representación gráfica de su sonido es: [âxochitéqui].

Otra particularidad de la letra «n» es cuando aparece antes de la «ç», según Vetancurt, la letra «n» no desaparece sino que es suplida por una «z».

(7) çance (uno solamente) su pronunciación quedaría registrada como: [cazçe].

De acuerdo a esta obra, la lengua mexicana cuenta con las cinco vocales (a, e, i, o, u): sin embargo, encuentra que la pronunciación de la letra «u» es lo suficientemente obscura, por lo cual sugiere que en algunos casos se escriba la letra «o» en lugar de «u» (fIv). Por ejemplo:

(8) a. En lo gráfico Teotl, en lugar de Teútl. B. En lo gráfico Tlaòlli, en lugar de Tlaùlli.

Una característica más es el uso de la consonante «v». Comenta Vetancurt que el uso de esta consonante es sólo práctica de las mujeres fuera de México, y en su opinión no es político y tampoco es usado por los hombres (fIv). Un ejemplo es el siguiente:

(9) zihuapilli su pronunciación representada en lo gráfico: [zivuapilli].

Finalmente, informa que existen tres pronunciaciones difíciles por ser del todo diferentes al habla castellana y latina. Estas son «tz», «tl» al final y, las letras «c» y «h» seguidas de otra consonante:

(10) a. tzontli (cabello). B. tetl (la piedra). C. temachtiani (el que enseña).

Conclusión

El aprendizaje de la lengua náhuatl (mexicana) se debe a una intención colectiva que respondía a una política educativa y evangelizadora de las órdenes religiosas (Hernández 1997: 47). Como pudimos observar, el Arte de la Lengua Mexicana de fray Agustín de Vetancurt encierra ambas finalidades, esto está expreso tanto en su dedicatoria al lector como en los cuerpos que componen su obra, el arte de la lengua, por un lado, y la inclusión de textos propiamente evangelizadores, del otro.

Por otro lado, como rasgos de tradición nebrisense en Vetancurt encontramos la relación natural entre sonido y letra (cf. Esparza 1995: 132-133), lo mismo que el proceso que lleva a cabo la descripción de las letras, tanto en los planos fonético como gráfico. En este sentido, no debemos perder de vista que estas obras no estaban destinadas a especialistas del lenguaje, su utilidad era propiamente para la enseñanza, la finalidad era lograr la comunicación entre los religiosos y los indígenas.

Finalmente, se invita al lector a llevar por su cuenta una revisión y valoración de la obra, pues no sólo se trata de un episodio de la vida intelectual de la época, también puede brindarnos información con respecto a la vida cotidiana. Esto es posible si ponemos atención a las frases y palabras que el autor usa como muestras, como por ejemplo en (6. a) cortáis flores; (3. a) yo grito y (10. C) el que enseña. ♦

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Pie de foto principal: Bautizo de mujeres tlaxcaltecas para poder contraer matrimonio. Detalle de las escenas de la conquista de México de Miguel y Juan González, 1678

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Bibliografía:

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[1] Se declaran lenguas generales el náhuatl, el quechua, el chibcha y el tupi-guaraní, pero no el español.

[2] A raíz de esta reforma se insiste en el regreso a la vida sin privilegios y ejemplar, y se exhorta asimismo a la lectura del libro sagrado. La preparación del religioso incluía la enseñanza en la administración de sacramentos, enseñanza del evangelio, aprendizaje de distintas lenguas y la veneración a los santos locales (Frost y Morales 1993).

Portada de la Revista Nosotros número 113 correspondiente al mes de abril de 2008

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