Breve historia del ex convento y templo de San Pedro Tláhuac desde 1529

• Cuitláhuac fue un pueblo que no se inclinó ante el yugo europeo, según el franciscano, historiador y misionero Francisco Benavente (mejor conocido como Motolinia)

Por José Daniel Castillo

Hay pocos centros eclesiásticos en la zona oriente de la Ciudad de México que cuentan con una historia tan variada e interesante. Uno de ellos se ubica en la Alcaldía Tláhuac, es el templo y ex convento de San Pedro Cuitláhuac. Sus patios, paredes, ornamentos, columnas y trabes reflejan el ánima positiva de tantos creyentes y no creyentes.

Entre los tlahuenses es común el conocimiento sobre las raíces de su «nación», una comunidad indígena o altepetl que vivía bajo la protección de la Triple Alianza y cosechaban con el sistema del chinamperio. Con la caída de la gran Tenochtitlán y el autoritarismo del pueblo español, muchas comunidades tuvieron que acoplarse al nuevo sistema político religioso. Cuitláhuac fue un pueblo que no se inclinó ante el yugo europeo, según el franciscano, historiador y misionero Francisco Benavente (mejor conocido como Motolinía):

«Entre los pueblos ya dichos de la laguna dulce, el que más diligencia puso para llevar los frailes a que les enseñasen, y en ayuntar más gente; y en destruir, los templos del demonio, fue Cuitlauac, que es un pueblo fresco y todo cercado de agua, y de mucha gente; y tenía muchos templos del demonio, y todo él fundado sobre agua; por lo cual los españoles la primera vez que en él entraron le llamaron Venezuela».

De acuerdo con Motolinía, la edificación del primer templo se llevó a cabo después de 1529. Este templo estaba construido con adobe, tenía un techo de madera a dos aguas y constaba de tres naves, se explica que muchos voluntarios ayudaron y apoyaron la edificación, aunque deberíamos dudar de la veracidad. Después de 1554, los franciscanos cedieron la responsabilidad de Cuitláhuac a los dominicos, quienes finalizaron la construcción del convento entre 1586 y 1587. Algunos historiadores indican que el arquitecto español Francisco Becerra brindó asesoramiento para esta obra.

La iglesia actual fue completada hacia finales del siglo XVII o principios del XVIII, y los dominicos continuaron en la localidad hasta que la parroquia fue secularizada en 1754. Se realizaron sólo algunas modificaciones al plan original de los franciscanos, y se agregó el convento. El complejo religioso siguió en construcción hasta el siglo XVIII, con la contribución de los residentes de Tláhuac, San Miguel Xico, Santa Catarina Yecahuizotl, San Francisco Tlaltenco y Santiago Zapotitlán, que en ese momento eran parte de las doctrinas de San Pedro Tláhuac. Entre 1790 y 1806, el arquitecto Ignacio Castera supervisó la reconstrucción completa del conjunto.

La portada del templo exhibe un estilo neoclásico, elaborada con cantera labrada, un material típico de la zona. En el lado norte se eleva una torre que alberga el campanario y un reloj, obsequiado por la cooperativa. La cúpula está revestida con azulejos de un llamativo color naranja. El muro exterior, construido igualmente con cantera labrada, presenta escudos dominicos grabados.

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El altar mayor presenta un estilo churrigueresco, caracterizado por una profusión de elementos decorativos con el propósito de llenar cada espacio disponible. Esto subraya las transformaciones significativas que ha experimentado el templo. En el centro del altar se encuentra una escultura de San Pedro Apóstol, sobre la cual se sitúa la Virgen María, y en la parte superior, una pintura de la Santísima Trinidad, respetando la jerarquía del reino celestial. Otros santos y ángeles custodian los laterales del altar, ofreciendo una vista completa desde diversos ángulos.

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La vista de San Pedro hacia el este indica la observación del sol. Para los nahuas, este astro representa al dios Huitzilopochtli, señor de la guerra, por lo que con astucia, los frailes lo vincularon con Jesús de Nazareth. Así, podemos apreciar la conexión entre dos mundos distintos y, al mismo tiempo, similares. ♦

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