La máscara y la constante búsqueda del hombre por conocerse y entenderse

• Tras de la máscara, el portador oculta su verdadera identidad, pero al mismo tiempo, hombre y máscara se compenetran, se fusionan, se identifican y surge la transformación

Por Manuel Garcés Jiménez | Revista Nosotros, Núm. 84 | Septiembre de 2005

Hablar acerca de la máscara* es referirnos al hombre mismo, al hombre poseedor de enormes capacidades creativas, al hombre frente a la naturaleza circundante y ante lo incomprensible y sobrenatural. Hablar acerca de la máscara es aludir al hombre en su eterna y constante búsqueda por conocerse y entenderse.

Con el uso de la máscara, el portador se diversifica y se expande. Cada máscara tiene funciones específicas diferentes. Así, es capaz de vivencias, de expresar, representar, invocar, implorar, exaltar, acusar, denigrar, aterrorizar, guiar, ridiculizar o, simplemente, divertir. A través de todas estas caretas el hombre proyecta su propia esencia.

Tras de la máscara, el portador oculta su verdadera identidad, pero al mismo tiempo, hombre y máscara se compenetran, se fusionan, se identifican y surge la transformación, actuando de acuerdo al propio ser de la máscara. Esto se da consciente o inconscientemente.

Desde tiempos ancestrales el jaguar es el animal más venerado en México, por ser una representación de poder, nobleza, valentía. Fotografía Neomexicanismos. Pinterest

Cuando se porta una máscara, ésta impone su propia esencia a los portadores, generalmente danzantes, los cuales experimentan de manera particular, según la concepción que tengan del ser que representan; así, el santo, demonio, bestia o muerte, impondrá su influencia psíquica y física sobre éstas. La experiencia es efímera, mas su esencia es trascendental.

La máscara es de gran importancia para el desarrollo cultural del hombre. Se ha empleado en la magia y la religión, para las guerras y los usos mortuorios, para la justicia, las danzas, el teatro y el carnaval. Todos los pueblos del mundo se manifiestan a través de sus máscaras.

Fotografía Pinterest

Origen de la máscara

El origen de la máscara se remonta a tiempos inmemoriales; tenemos referencias sobre la más antigua pieza, la cual procede de la época del paleolítico.

Los antiguos egipcios cubrían el rostro de los muertos con máscara de pasta puntada con la finalidad de guiar y proteger de las entidades diabólicas a los espíritus de los muertos a través de su viaje al más allá. De Micenas se han encontrado máscaras y cartas de oro para el mismo propósito.

Los griegos usaron la máscara para exaltar la expresión de sus tragedias, comedias y sátiras. De la misma manera, los romanos le confirieron el mismo uso, además de emplear la máscara en su arquitectura, con la que decoraban los teatros.

Fotografía tomada de la cuenta de Miguel Ángel Marin Solis en Pinterest

El empleo de la máscara en la Edad Media sirvió para el ocultamiento de la identidad del portador, se cometían fechorías y propiciaban experiencias amorosas durante las fiestas de Carnaval. Se creó la máscara para la comedia del arte, surgiendo personajes como Graciano, Arlequín y Colombina, entre otros.

En la Italia del siglo XVI, los nobles usaban la máscara para sus fiestas. En el siglo XVIII, en Venecia, eran famosas las máscaras y caretas que usaban en el Carnaval, se les llamaba «bauta», de expresión trágica, intriga y secreto.

En América, las razas primitivas tuvieron un verdadero culto a la máscara, considerándola «sagrada». Se usó para el culto religioso, para reliquias votivas o amuletos, para la guerra y la cacería. Se representaba a la naturaleza con sus elementos: agua, aire y tierra, que propiciaba favores o calamidades.

Las imágenes de los dioses se cubrían con las máscaras para protegerlas de los maleficios. Había máscaras funerarias para dioses y hombres. Se dice que cuando se sacrificaban esclavos, se les colocaba máscaras de las deidades a las que se dedicaba la fiesta.

Fotografía: Pinterest

Las máscaras prehispánicas eran hechas con diversos materiales como ónix, cristal de roca, jade, piedra porosa, barro, cuero y madera. Se incrustaban con turquesas, madreperlas, coral y obsidiana. Muchas máscaras estaban bellamente policromadas.

Al llevarse a cabo la conquista española, las dos culturas se fusionaron. La máscara aborigen no coincidía con los conceptos artísticos y religiosos de los conquistadores; sin embargo, el pueblo conservó la tradición de sus máscaras a través de los rituales de la nueva religión implementada y la aportación de la máscara para los carnavales.

Con esto, surgió un arte nuevo: dos personalidades se funden en una; nuevos elementos se incorporaron como ángeles, sirenas, santos y reyes, que mezclados con la mitología nativa, el artesano funde varias creaciones mítico-religiosas en el proceso de la máscara ritual o puramente ornamental.

En la actualidad, a lo largo y ancho de nuestro vasto territorio, el uso de la máscara está estrechamente ligado a las festividades religiosas y al carnaval. Se representan farsas durante las festividades de santos católicos y se portan máscaras en las danzas.

Los materiales con que se elaboran son múltiples: pasta, cuero, cera, metal, cartón y madera. Los accesorios que acompañan a la máscara son ricos y variados: turquesas, espejos y un sinnúmero de abalorios de la época colonial y moderna. La realización de las máscaras es de prodigiosa maestría. Se representan figuras zoomorfas, diablos, cráneos, ancianos, figuras míticas y de invasores, como es el caso de los chinelos que representan el rostro deformado del europeo.

Colección del Ingeniero Víctor José Moya Rubio

Son múltiples las técnicas que el artesano popular emplea en la elaboración de las  máscaras; así tenemos las extraordinarias máscaras laquedas o barnizadas de Uruapan, Michoacán; Olinalá, Guerrero, y Chiapa de Corzo, Chiapas; las máscaras pintadas a la anilina y otros colores, las de alambre que se usan en distintos lugares del estado de Morelos y que son usadas los días de fiesta.

Las funciones de la máscara actual son las siguientes: ritual, festiva y ornamental, que con diferentes gustos en el decorado pueden atraer al comerciante o al coleccionista. La degeneración y desaparición de técnicas es notoria; el artesano, obsesionado por el comercialismo, ha hecho que se modifiquen sustancialmente.

El uso de la máscara entre los indígenas

Alfonso Caso comenta acerca de la máscara: «…entre los pueblos primitivos tiene un fin mágico, convierte al que la usa en un nuevo ser y produce por imitación lo que desea».

Esta cualidad de la máscara es el principio primario del teatro: representar a otros seres para convertirse y fundirse con ellos; es colocarse una máscara, de acuerdo a las conveniencias y necesidades en el teatro precolombino.

El Códice Ramírez nos narra las primeras representaciones teatrales.

«En las ceremonias que hacían a Quetzalcóatl, los actores, vestidos de animales diversos narraban sus vidas y hazañas, finalmente se cazaban, y mientras esto sucedía, los cazadores y cazados entablaban diálogos ingeniosos que provocaban la risa de los espectadores. La obra terminaba con la representación de un baile en el que intervenían todos los actores».

La máscara, especialmente con madera, tenía agujeros para los ojos y la boca, éstas fueron usadas con más frecuencia por sacerdotes y danzantes. Durante la conquista española las representaciones se modificaron y el rostro se convirtió en evangelización, enfocado hacia la nueva religión. Este fue un teatro de conformación medieval.

Se ignora quiénes hicieron este teatro, lo único seguro es que fueron misioneros franciscanos. En 1533 hubo una representación en Santiago Tlatelolco con la obra El fin del mundo.

En Oaxaca, en los pueblos de la Mixteca, las representaciones teatrales fueron dirigidas por los dominicos.

Las piezas de teatro de evangelización versaban en el Antiguo y Nuevo Testamento y en sucesos históricos, pero con textos con fines apologéticos (de alabanza).

Museo Nacional de la Máscara, San Luis Potosí

Las obras, de origen español, se tradujeron a lenguas indígenas, mas otras eran originales.

Las obras se representaban dentro de templos, atrios, capillas abiertas y a campo abierto.

Cumplida la misión del teatro de evangelización (que duró 60 años, aproximadamente), aparece un teatro nuevo, más ingenuo e imperfecto que el anterior, este conservaba todavía una tendencia religiosa, pero muchas obras fueron profanas. A este teatro (llamado «prelopista») pertenecen los Coloquios espirituales (segunda mitad del siglo XVI), con temática local, con muchos simbolismos y el uso frecuente de anualismos y giros mexicanos.

Seguramente que el teatro indígena, con todo el antecedente del prehispánico, conserva en gran parte las características del teatro de evangelización.

El teatro indígena actual participa en gran número de danzas simbólicas, tanto religiosas como paganas, y se encuentra ligado al nutrido calendario de fiestas religiosas, un ejemplo vivo son las pastorelas y coloquios.

Son muchos los lugares del país donde los grupos indígenas ejecutan danzas simbólicas relacionadas con el teatro, algunas de las cuales son de claro origen prehispánico (danza del tigre, danza del venado, danza de los huehuentzin, entre otras). Es evidente que la máscara es un elemento importante dentro del teatro indígena que enriquece con su simbolismo y belleza a las danzas y representaciones teatrales. ♦

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Presidente del Consejo de la Crónica de los Pueblos de Milpa Alta.

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* Del árabe mashara, bufón.

Fotografía principal de Ruth Lechuga. Juxtlahuaca, Oaxaca, 1981, tomada de la cuenta de Gabriela Barragán en Pinterest.

Bibliografía

Boletín La Brecha. Subsecretaría Forestal y de la Fauna. SARH. Enero, 1981, pp. 24-29.

Pérez Corripio, Fernando. Diccionario etimológico general de la lengua castellana. Ediciones B. México, 1973.

Portada de la Revista Nosotros número 84 correspondiente a septiembre de 2005. Máscara de diablo, DF, elaborada por Saulo Moreno. Técnica: papel

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