En el mundo la celebración por el maíz sigue vigente: Yólotl González Torres
Desde la prehistoria, las fiestas en torno al maíz continúan y aunque presentan variantes, los pueblos agrícolas en todo el mundo mantienen el mismo sentimiento de agradecimiento hacia esa planta maravillosa.
Al hablar de las fiestas de la siembra y la cosecha del maíz, Yólotl González Torres, doctora en Antropología Social, refirió que los agricultores consideraban que la fuerza vital residía en la Naturaleza. «La mujer era el símbolo de la fecundidad humana y la tierra era la fuente de la fecundidad de las cosas», comentó.

«Las grandes fiestas de las religiones se llevan a cabo donde aún existe respeto por la naturaleza, y sobre todo por esa planta», apuntó.
Dijo que las fiestas propician la semilla a la tierra, después se cuida que ésta crezca adecuadamente con una serie de rituales menos importantes y, finalmente, se ofrecen los primeros frutos que, en algunos casos, no se podían comer antes de que se registrara una ceremonia, que si se rompía, se castigaba con la muerte.
«Las fiestas universales de todos los pueblos agrícolas –agregó–, celebran el inicio de la primavera y la llegada de la renovación de las plantas, de la vida en general; incluso los cazadores, cuando llega la renovación de las plantas, sabían que los animales podrían vivir mejor».

Debido a que en regiones agrícolas los alimentos vegetales dependían de los fenómenos atmosféricos, como las lluvias que fertilizan las semillas alojadas en los campos, sintieron de vital importancia asegurar su satisfacción.
En los ritos de cosecha de las religiones mistéricas agrarias, ya no bastaba el sacrificio ritual y simbólico de la representación artística de la divinidad del maíz o la dramatización ritual del mito, por lo que empezaron a realizarse sacrificios reales de humanos.
«Era a través de sus ceremonias y obras de arte mágicas, como pedían a las divinidades los fenómenos favorecedores de la agricultura, ya que era lo más importante para los pueblos agrarios», refirió.

Puntualizó que en los rituales de recolección, en fiestas de cosechas de «Acción de Gracias» de numerosas religiones de todos los continentes, se comía pan como cuerpo de una divinidad que se cortaba a trozos y se repartía entre los fieles.
«Algunos rituales con sacrificios de humanos con finalidad agrícola, eran de personas elegidas de la misma cultura que celebraba los sacrificios. En estos rituales se evidencia que en principio era una ofrenda que se realizaba en honor de una divinidad agrícola para propiciarla.
»Para ello, se elegían las personas más selectas de su sociedad, siendo el sacrificio humano una metáfora que extendía la analogía de la semilla que se enterraba al ser humano de la élite que se sacrificaba. De esta manera se intentaba asegurar ‘mágicamente’ la eternidad del proceso de la vida agrícola: que de la muerte, surgiera la vida», explicó.

Yólotl González señaló que el sacrificio humano con finalidad agrícola era «mágico», ya que imitaba el proceso natural, existía metáfora biológica entre el sacrificado que sustituía a la semilla que moría y el proceso que se quería obtener.
«En Mesoamérica, en principio, el sacrificio de las cabezas escultóricas, que se enterraban en campos de cultivo, bastaba para hacer germinar el grano», asentó.
Al referirse a México, la investigadora del INAH aseguró que lo importante es que continúan este tipo de rituales desde la época prehispánica y cuando los compara uno con lo que dicen los cronistas, es impresionante cómo se llevan a cabo casi de la misma manera.
«A pesar de la aparición del maíz transgénico, el poco apoyo que recibe el campo de parte de las autoridades correspondientes, la miseria en que viven los campesinos y la transformación de los ritos, el amor por el maíz sigue vigente», indicó.

Sin embargo, advirtió que en nuestro país las fiestas «penden de un hilo». En opinión de la especialista, «dependen mucho de nosotros y de las instituciones el que sobrevivan. Los pueblos agrícolas, representan sus manifestaciones artísticas y protagonizan diversas leyendas, ya que sólo así aseguran la abundante cosecha».
González Torres manifestó que debemos respetar el campo, pero sobre todo hacer lo conveniente para que no sea abandonado y los campesinos mueran de hambre.
Las declaraciones de la investigadora fueron hechas en julio de 2006, durante su participación en el ciclo de conferencias El hombre y lo sagrado. ♦

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