Magia y religión en Valle de México, antecedentes se remontan a la prehistoria

• La profesora Beatriz Barba señaló que la filosofía de los grupos ahí asentados era compleja, al manejar la duplicidad como complemento de los elementos naturales, lo cual es resultado de una «minuciosa observación y conciencia tanto de los cuerpos celestes como de la vida humana»

Los conceptos de magia y religión, utilizados por los distintos grupos en el Altiplano Central de lo que hoy es México, tal como la representación del doble, dan cuenta de una filosofía muy elaborada cuyos antecedentes se remontan a la Prehistoria (hacia el año 12 mil a.C.) y que logró permanecer hasta el momento de la conquista, manifestó Beatriz Barba de Piña Chán, maestra en Ciencias Antropológicas.

Durante una «charla de café», dijo que cuando se habla de lo «primitivo» como algo inherente a la cosmovisión de esos asentamientos, en el fondo existe una minuciosa observación y conciencia tanto de los cuerpos celestes como de la vida humana.

Lo anterior, abundó, puede observarse en algunas de las figuras, sobre todo máscaras procedentes de Tlatilco, realizadas alrededor del año 700 a.C. En ellas, la noción del otro, el alter ego, el nahual, el chamán, tiene como principal símbolo la máscara, objeto que cumple la función de mudar la propia personalidad.

«Esta duplicidad, la vida en contraposición a la muerte, encarna al Sol mismo que se oculta por occidente y atraviesa el inframundo, para luego salir vivo al otro día por oriente.

»Las miles de figurillas que han sido y aún pueden descubrirse en la zona del Altiplano, representan a los espíritus, las deidades básicas que dominan las fuerzas naturales. Si para ese entonces (700 a.C.), ya tenemos un sacerdote dedicado al culto del Sol, es porque se cuenta con una religión bastante sólida y una magia muy elaborada».

La profesora emérita del Instituto Nacional de Antropología e Historia hizo hincapié en que la consigna de los conquistadores era lograr la «iluminación» de las culturas mesoamericanas existentes a su arribo. «La pregunta es: ¿a quién iban a iluminar, tomando en cuenta que la filosofía de estas civilizaciones no era superficial?», expresó.

«De esa manera, la principal diferencia entre el concepto de religión y magia para los pueblos originarios de la región central del país, era el carácter institucional de la primera y el individual de la segunda.

»A lo largo del tiempo –destacó–, específicamente del periodo Clásico hasta la llegada del pueblo mexica al Altiplano (el Militarista o Posclásico), se conforman las grandes deidades como Quetzalcóatl y Huitzilopochtli. Incluso, se darán cambios respecto a la mitología, entre una civilización y otra, y de un periodo a otro.

»Mientras que Chalchiuhtlicue, ‘encargada de las aguas tranquilas’, era una de las principales benefactoras para los teotihuacanos –tanto así que le fue dedicada la pirámide  de la Lun–. Para los mexicas, el hermano de ésta, Tláloc, sería inmortalizado en el Templo Mayor, junto con Huitzilopochtli.

»De tal suerte que en el horizonte arqueológico, en ciudades como Chichén Itzá, Tula, Xochicalco y El Tajín, por citar algunas, tenemos estos dioses que han venido formulándose de mucho tiempo antes, y cristalizándose en relación a las necesidades de la sociedad. Los hombres hacen las deidades que necesitan, aquellas que responden a sus problemas más agudos.

»Hacia el Epiclásico y hasta el momento de la conquista, el Juego de Pelota significaba una verdadera misa, una ceremonia ritual en donde los deidades hablarían y se lograría el triunfo porque ellos así lo dictaban. Es un juego en el que se definía la disputa entre  dos pueblos y era concretada la sucesión de un linaje, en él ‘luchaban’ verdaderos combatientes.

»Aunque el Juego de Pelota ya existía para el Preclásico –sus primeras manifestaciones en el hoy territorio mexicano están fechadas hacia el 500 (a.C.)–, conforme se baja en el continente americano se han encontrado dataciones mayores, por ejemplo, en el norte de Brasil, los vestigios oscilan alrededor del año 800 antes de nuestra era.

»El sincretismo que se hace de los dioses creadores, y del que dan constancia los propios códices, puede visualizarse en el caso de Quetzalcóatl, cuya representación de Ehecatl alude al viento, además de tener una ‘gemelo precioso’, Xólotl, el gobernante del inframundo.

»De ahí que el pensamiento mágico-religioso en el Altiplano de México, expone un caleidoscopio ‘mítico’, en el que los dioses cumplen más de una función. Al igual que la naturaleza, sus fuerzas están íntimamente relacionadas y la afectación de uno de sus elementos repercute en todos los demás», concluyó Barba de Piña Chan.

El ciclo denominado «Charlas de café», se llevó a cabo en el Museo Nacional de las Intervenciones en abril de 2005. ♦

Beatriz Barba de Piña Chan. Fotografía: Héctor Montaño

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