El científico oriundo de San Antonio Tecómitl, Alfredo Heber Muñoz Martínez
Por Manuel Garcés Jiménez*
Resulta interesante conocer la vida de un científico oriundo de San Antonio Tecómitl, Milpa Alta, se trata del doctor en Química Orgánica Alfredo Heber Muñoz Martínez (1951-1992).
Para la obtención de datos acudimos al doctor Joaquín Tamariz Mascarúa, su compañero y amigo, quien de entrada se preguntó: ¿Cómo hablar de la figura científica de Heber sin considerar sus pensamientos e ideales, su carácter apasionado y la fuerza singular de su personalidad?
Fue un hombre de bien que siempre llevó consigo los consejos de su padres, Arnulfo Muñoz Flores y Carmelita Martínez Marín; de su padrino de primera comunión, el sacerdote José Guadalupe Nieto Rivera, quien por sus innumerables obras piadosas realizadas durante más de cuarenta años en la parroquia de Tecómitl, los nativos le califican como «un santo». Sus restos descansan al pie del altar mayor del ex convento del pueblo.
De niño, Heber demostró diversas cualidades para el estudio y por su disciplina familiar. Fue alumno de la Escuela Primaria «Agustín Legorreta» y de la Secundaria 9 «Teutli», planteles que se encuentran en su tierra natal. Lo recuerdo (fue mi compañero de primaria), cuando siendo alumno de sexto grado obtuvo las mejores calificaciones de la Zona Escolar, por lo que fue seleccionado entre niños de otros planteles para recorrer la«Ruta de Hidalgo», como recompensa a su excelencia académica. Además de estar becado por sus altos promedios.
Sus actividades estaban impregnadas de un fuerte contenido emocional: la total y apasionada entrega, ya fuera por un ideal o un proyecto. Eso caracterizó su personalidad en todo momento. Su visión del mundo giraba en torno a las preocupaciones esenciales del ser humano, destacando aquellas relacionadas con el bienestar social y su relación intrínseca con la educación y capacitación de las actuales y futuras generaciones de jóvenes.
Alfredo Heber fue un personaje convencido y absolutamente comprometido con la formación de los jóvenes, como fuente del desarrollo de una sociedad más justa y próspera. Esta convicción la llevó permanentemente a la praxis, tanto en actividades profesionales como en aspectos de la vida diaria. No obstante su interés personal en una actividad que pudiera ser algún día rentable, buscaba fundamentalmente la adquisición de un conocimiento. Un ejemplo de esto último fue el haberse dedicado a la crianza de borregos, apegados a los cánones modernos y más estrictos. El conocimiento adquirido tenía como objetivo el de ser trasmitido a la gente de su comunidad y contribuir así a su mejoramiento económico.
Participó activamente con sus vecinos, tocando puertas para reunir el dinero suficiente en la adquisición del terreno donde hoy se levanta el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos número 15 «Diódoro Antúnez Echegaray». La aprobación de la construcción del CECyT no fue fácil, la lucha de varios años para lograr el objetivo le fue imposible verla concluida por ingresar a la realización de su tesis de doctorado en la Universidad Rokefeller en Estados Unidos.
Alfredo Heber Muñoz Martínez fue esencialmente un educador y científico. En esa perspectiva descubrimos buena parte de su vida académica y de investigación. La creación de la maestría en Química Biorgánica en el Departamento de Química Orgánica de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas (ENCB), fue el proyecto de su vida profesional. El haber contribuido durante diez años mediante un esfuerzo denodado a su desarrollo y fortalecimiento, confirmó con creces su compromiso por ese ideal.

Al estar provisto de una inteligencia singular y privilegiada, le condujo a alcanzar los niveles máximos de formación académica, llevando a cabo proyectos audaces, entre ellos, la creación de la maestría en Química Biorgánica, la generación de una infraestructura adecuada para realizar investigación científica en el mismo departamento, y el diseño y desarrollo de tecnología.
Ejemplo de esto último fue la síntesis de la talidomida, fármaco condenado por sus efectos teratogénicos, pero de amplio uso clínico en el tratamiento de la relación leprosa y enfermedades dermatológicas diversas. El desarrollo tecnológico de este fármaco lo llevaría hasta sus últimas etapas de producción industrial y comercialización.
La amplitud de sus conocimientos y la agudeza de su intuición fueron terreno fértil donde germinarían ideas y proyectos científicos de diversa índole. La formación que poseía en el área biomédica, conjugada con la especialización en química, le permitieron colaborar en ambos campos del conocimiento. Su preparación y experiencia en síntesis de péptidos, adquirida durante la realización de su tesis de doctorado en la Universidad Rockefeller (1978-1980), lo ubicaron entre los pioneros en México en esa importante disciplina y lo relacionó, en no pocas ocasiones, con científicos de reconocido prestigio en las ciencias biomédicas, contribuyendo con ello a formar especialistas en la materia. Esto también le procuró la adquisición de importantes financiamientos por parte de organismos como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el Consejo del Sistema Nacional de Educación Tecnológica (Cosnet), la Dirección de Estudios de Posgrado e Investigación del Instituto Politécnico Nacional (DEPI/IPN) y el Fondo de Investigación Ricardo J. Zevada, entre otros. Como fruto de esta colaboración interdisciplinaria se logró la realización del proyecto de síntesis del segmento peptídico del oncogene Ki-ras y de la separación de su complejo de cobre, importantes ambos como modelos en el estudio de mecanismos de diversas enfermedades.
Aunado al saber científico, se hallaba su extrema habilidad en técnicas cromatográficas como la de HPLC, que supo conjuntar eficientemente. «Esto le valió reconocimiento de lípidos de Mycobacterium lepraemurium» (1989), en colaboración con el departamento de inmunología de la ENCB.
Obtuvo distinciones importantes, entre ellas, la Medalla «Gabino Barreda» al mejor estudiante de Maestría en la UNAM (1978). Se hizo acreedor a numerosas becas, fue elegido miembro asesor y evaluador en múltiples comisiones científicas, editoriales y de premiación. Perteneció a diversas sociedades científicas nacionales y del extranjero. Un reconocimiento muy especial a su labor de investigación fue el haber recibido, como ya se mencionó antes, el Premio a la Investigación en el IPN-1991. Sin embargo, hubo muchos otros premios y reconocimientos no públicos o certificados por alguna institución, no por ello carentes de valor, y que lo llenaron de enorme satisfacción.
Fueron premios a su inteligencia y esfuerzo al constatar el restablecimiento de enfermos con el uso de la talidomida, que él mismo produjo; haber resuelto problemas analíticos para aplicarlos en el mejoramiento del ambiente; haber culminado con algún proyecto de investigación o presenciar un examen de licenciatura o de grado de algún estudiante del Departamento.
Muy gratificante resultaría como culminación de una lucha constante por mejorar los recursos de la Sección de Graduados e Investigación del Departamento de Química Orgánica, el otorgamiento reciente de un cuantioso financiamiento por parte del IPN y del Conacyt para fortalecer la infraestructura científica. Lamentablemente, no vería funcionar los equipos de resonancia magnética nuclear y de espectrometría de masas, adquiridos con dichos fondos.
Difícil será que el tiempo desvanezca sus cualidades, talento y dimensión humana, puesto que la obra a la que él contribuyó, estará presente en el quehacer diario de todos quienes lo conocieron. Su figura y personalidad dejaron huella, tanto en las obras que realizó, como en las personas que lo trataron.
Su nombre quedó grabado para la posteridad en la Biblioteca del Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos «Diódoro Antúnez Echegaray». El antecedente del nombre fue la propuesta del H. Consejo Técnico Consultivo Escolar del plantel, solicitud dirigida, por cierto, al ingeniero arquitecto Víctor Manuel Murillo Gálvez. El 26 de mayo de 1992 se envía copia del oficio al profesor Raúl Toledo Toledo, jefe de la división de Servicios Bibliotecarios del IPN para que se le designara con nombre a la biblioteca del CECyT número 15. Asimismo, su nombre aparece en la Biblioteca de Química Orgánica de la Escuela Superior Médico Biológicas del IPN.
Su rostro se encuentra inmortalizado en el mural de la Secundaria «Teutli» al lado del profesor Quintil Villanueva Ramos, recuerdo de su inseparable maestro a quien por estas aulas oyera con atención sus clases y orientaciones y de sus maestros, base esencial para poder continuar sus estudios hasta ser un científico que siempre vio en favor de la humanidad.
Fue en un fatal accidente automovilístico donde perdió la vida el 16 de diciembre del año de 1992. Sus restos descansan en la tierra que tanto amó, San Antonio Tecómitl. ♦
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Datos proporcionados por el doctor Joaquín Tamariz Mascarúa.
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* Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta y Secretario de Cronistas Cabildos de la Ciudad de México.

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