La gran rebelión maya ‘perdió una batalla, pero ganó la guerra’: Leticia Reina

• Se analizaron la Guerra de Castas y las denuncias de Yucatán como tierra de esclavitud, en el periódico Regeneración

«La Guerra de Castas permitió a los pueblos mantener su autonomía, sin que ejército alguno pudiera dominarlos por más de 50 años. En el umbral del siglo XX, los indígenas perdieron esa batalla, pero ganaron la guerra. Prueba de ello son los mayas que hoy habitan la península de Yucatán», señaló Leticia Reina Aoyama.

Al hablar sobre la rebelión maya en un territorio clave en el desenvolvimiento de esta resistencia social, Quintana Roo, la autora de Las rebeliones campesinas en México, 1819-1906, refirió que «la cohesión del grupo y las revitalizadas formas de organización político-religiosas, de origen prehispánico y colonial, permitieron a los mayas de la región desafiar las políticas emitidas por los representantes del gobierno, las cuales no sólo buscaban arrebatarles sus tierras, sino que pretendían destruirlos como grupo étnico».

Al comparar su caso con los de los yaquis de Sonora y los chamulas de Chiapas, recordó que el origen de esta rebelión contra mestizos y criollos está en el trastocamiento de la ancestral forma de vida comunal de los mayas.

En las primeras décadas del México independiente se emitieron leyes, como la del deslinde y colonización de terrenos baldíos, que supuso el despojo de sus tierras para la plantación de henequén, y a las que incorporaron como peonaje.

La reacción violenta a la que fueron sometidos se vio también favorecida por la división existente entre la oligarquía campechana y la yucateca. Ambos grupos, durante el conflicto político de 1840, habían armado a los indígenas, fue así que se abrió un espacio para que la protesta tomara fuerza en las comunidades ubicadas en los límites de las plantaciones henequeneras y cañaverales.

«En esta zona comenzaba el territorio maya y, justo allí, arrancó la rebelión. Los primeros grupos que se levantaron provenían del sur y oriente de Yucatán, encabezados en un principio por Manuel Antonio Ay, Cecilio Chi y Jacinto Pat. Su avance y expansión provocó que sus antagonistas, antes divididos, unieran esfuerzos», explicó la también investigadora emérita del INAH.

En un conversatorio efectuado en el Museo Nacional de Historia, la especialista señaló que un factor decisivo para la prolongación del conflicto maya fue el patrón de asentamiento disperso, favorecido por el sistema agrícola de tumba-roza-quema. Al hallarse cerca de los centros hegemónicos hubo una continuidad del sistema social y político maya, de corte teológico-militar.

«Así, al principio, aparentaron un fraccionamiento de la lucha, pero, en realidad, la sobrevivencia de este sistema de organización les permitió resistir varias décadas en combate, ya que ni las tropas estatales ni las federales, pudieron descabezar el movimiento», precisó.

En tanto que Alejandro de la Torre Hernández, también investigador del INAH, el esclavismo que ejercía el régimen porfirista en la península de Yucatán fue ampliamente denunciado en las páginas de Regeneración. Un fenómeno que, comentó, es por demás vigente si se atiende a las cifras de la Organización Internacional del Trabajo que, en 2023, reportaba que alrededor de 40 millones de personas en el mundo viven en condiciones de esclavitud.

Durante su segunda y tercera épocas, entre 1904 y 1906, indicó, este periódico anarquista, con Ricardo Flores Magón a la cabeza, dedicó 60 artículos a la situación en Yucatán, un aproximado de 200 cuartillas. El primero de ellos, «Consecuencias de la tiranía, la barbarie oficial», abordó la deportación de los yaquis rebeldes a las plantaciones henequeneras de Yucatán.

«Desde los últimos años del siglo XIX, en el imaginario político de los opositores al régimen porfiriano, Yucatán era retratado como una tierra agreste, destinada a la deportación de criminales, cautivos, disidentes políticos y soldados insubordinados. La prensa nacional la llamaba Siberia mexicana.

»La batalla que dieron los periodistas opositores fue la del lenguaje, refiriéndose a la oligarquía yucateca como ‘esclavista’, ‘negrera’; llamaron al gobernador Olegario Molina Solís, ‘Nerón del Cientificismo’. Las haciendas eran retratadas como lugares infernales, en particular la de Xcumpich, propiedad del hermano, Audomaro Molina, al que apodaron ‘La hiena’», finalizó el investigador. ♦

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