¿Cómo fueron los antiguos pobladores en el sitio de La Ferrería en Durango?

• Considerada como la frontera de Mesoamérica, contaba con la población más grande e importante del Valle de Guadiana en la época chalchihuite, la cual habitó en una amplia área establecida desde el sur de Zacatecas hasta el norte de Durango

Las imágenes de un hombre y una mujer con tatuajes en el rostro y antebrazos, antiguos habitantes de las estribaciones de la Sierra Madre Occidental, en el Valle de Guadiana, dan la bienvenida al Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de La Ferrería, en Durango, tras la renovación de su guion científico y museografía, en la que se incorporó la información surgida en la última década.

Museo de Sitio La Ferrería

A 70 años de haber sido descubierta, parte de esos nuevos datos son los análisis antropofísicos realizados a osamentas recuperadas en el sitio y que hoy permiten conocer la posible fisionomía de sus pobladores, luego de años de investigación y excavaciones que han permitido entender mejor sus prácticas cotidianas, rituales y modos de subsistencia, destacó la directora de investigación en La Ferrería, Cinthya Vidal Aldana.

Guión científico y museografía fue renovada

El museo ofrece una ventana a ese pasado y revela la vida y cultura de la región, un entorno rico en recursos naturales gracias al cauce del Río Tunal, del que sobresale el Cerro Ayala con sus dos cumbres, donde se distribuyen los monumentos del centro ceremonial prehispánico.

Cerámica de La Ferrería

A decir de la responsable de la zona arqueológica, La Ferrería es uno de los sitios arqueológicos más importantes del norte de México y su ocupación se remonta a más de 1000 años, con una sociedad compleja que mantuvo fuerte conexión con otras culturas de lo que hoy es el suroeste de los Estados Unidos y de Mesoamérica, entre 600 y 1350 d.C.; esto es, el sur de Sinaloa, norte de Nayarit y de Zacatecas, la costa central de Sonora y la sierra de Chihuahua.

Vasijas, pigmentos y sahumadores encontrados en La Ferrería

Los paneles informativos dan cuenta de las actividades y tradiciones funerarias, lugares y senderos la relación de los ancestros con su entorno natural y su cosmogonía.

Así eran los antiguos habitantes de La Ferrería

«La colección –indicó Vidal Aldana–, reúne 120 artefactos, entre herramientas de piedra y cerámica, piezas de hueso y concha. Cada una fue seleccionada por su capacidad para ilustrar aspectos clave de la vida y la cultura en La Ferrería.

La imagen de mujer de La Ferrería

»Hay vasijas, lítica, pigmentos y sahumadores que proceden de excavaciones hechas de la década de 1950 a la actualidad. También se resalta la iconografía de la cerámica y el arte rupestre que se despliega en el sitio. Estos motivos los usamos en sellos para que el público se lleve un recuerdo», explicó.

Exterior del Museo de Sitio de la Zona Arqueológica de La Ferrería

Acerca de sus moradores antiguos, el estudio de restos óseos y del medioambiente, han confirmado características físicas particulares: Los hombres, en promedio, tenían 1.70 metros de altura, considerablemente alta para la época. Tenían brazos y troncos delgados, con músculos marcados y tez morena. Sus rostros eran medianos y anchos, y sus piernas presentaban formación atlética, resultado de los recorridos para la caza y recolección de alimentos.

Otra pieza de cerámica encontrada en La Ferrería

A su vez, las mujeres tenían 1.60 metros de altura, en promedio, y rasgos gráciles. Presentaban musculatura particular en brazos y piernas, especialmente en el empeine, característica desarrollada por el trabajo físico al moler semillas y granos en el metate, que eran parte fundamental de la alimentación.

Otras de las piezas de cerámica en exhibición en el Museo de Sitio

Ambos sexos solían llevar el torso desnudo y usaban taparrabo. La larga cabellera, negra y lacia, era símbolo de estatus y buena salud en las comunidades amerindias. Ellas la lucían en peinados enrollados a los lados o trenzas. El atuendo se complementaba con adornos, como aretes de cobre de los que pendían conchas colgantes, y collares de cuentas, elaboradas en coloridas piedras, cerámica, hueso y concha.

Elementos que ayudan a terminar con los mitos de que las culturas del norte eran nómadas, primitivas y salvajes

Además, tenían tatuajes, cuyos símbolos y grecas formaban parte de una iconografía ligada a su sistema cosmológico. Estos atavíos reflejaban la identidad y conexión de las personas con su cultura y creencias, lo cual interpretaron las ilustradoras locales Paulina y Daniela Ortega Contreras.

Otro aspecto del Museo de Sitio

El museo también muestra la construcción de viviendas, templos y otros edificios de carácter ritual, como el patio hundido y el juego de pelota.

Muestra 120 piezas arqueológicas y paneles informativos

De acuerdo con Vidal Aldana, el asentamiento comenzó hacia el año 600 d.C., cuando dio inicio la construcción de basamentos piramidales y la cancha del juego de pelota, y hasta el año 750 d.C. Las siguientes fases constructivas se dieron entre 750-900 d.C. y 900-1100 d.C.

También permite al visitante recreaciones en 3D, ilustraciones artísticas y dispositivos lúdicos

Con un diseño inclusivo, el cual proporciona recursos para personas con diferentes accesos a la información en lenguaje, recorrido y experiencia, el Museo de Sitio La Ferrería abre sus puertas de martes a domingo de 9:00 a 17:00 horas.

La Ferrería, a 70 años del descubrimiento de vestigios arqueológicos

Zona arqueológica de La Ferrería en el estado de Durango

Poseedora de la pirámide más septentrional del continente, cuna de asentamientos humanos provenientes de la cultura chalchihuites –que datan del año 450 al 1400 de nuestra era–, la Zona Arqueológica La Ferrería, en Durango, cumple 70 años de haber sido descubierta

Declarada Zona de Monumentos Arqueológicos en 2002, es considerada la frontera de Mesoamérica. Contaba con la población más grande e importante del Valle de Guadiana en la época chalchihuite.

La cultura chalchihuites habitó en una amplia área establecida desde el sur de Zacatecas hasta el norte de Durango. Fue Charles Kelley (ver en la fotografía de portada al doctor Kelly en excavaciones con estudiantes en La Ferrería) quien efectuó la primera gran diferenciación entre dos zonas de influencia chalchihuite: la más antigua en el norte de Zacatecas y sur de Durango, a la que llamó Rama Súchil, con el asentamiento de Alta Vista como sitio principal, y la Rama Guadiana, ubicada en el Valle de Guadiana, con La Ferrería como su asentamiento más importante.

En los años 20 del siglo pasado, Everardo Gámiz fue el primero en interesarse por la arqueología en Durango. Ya en la década de los 40, Federico Schroeder, quien descubrió el sitio, le comentó al antropólogo estadounidense Alden Mason sobre lo que hoy se conoce como La Ferrería,  y el investigador reportó el lugar como el Cerro de Ayala, nombre de la primera referencia arqueológica que se tiene del lugar.

En 1948,  Alden Mason, quien hizo una visita desde Chalchihuites, Zacatecas, hasta El Zape, Durango, fue el primer investigador que se dio cuenta de todos los sitios del Valle de Guadiana e identificó una nueva cultura de corte mesoamericano a la que llamó Chalchihuites. Posteriormente, en 1954, Charles Kelley, acompañado por un grupo de estudiantes de la Universidad de Illinois (Chicago), inició los primeros trabajos de investigación para establecer los periodos de ocupación y la tipificación del sitio.

Trabajos de exploración en la estructura 5Z de La Ferrería

En su ensayo The cultural sequence on the north central frontier of Mesoamerica, se desprenden los primeros conocimientos del sitio La Ferrería, donde Kelley realizó la cronología de la cultura chalchihuite en sus dos ramas, Guadiana y Súchil.

Las excavaciones efectuadas en 1954, 1956 y 1958 lograron la liberación de numerosas estructuras y la recopilación de importantes piezas y restos arqueológicos.

En 1993, el arqueólogo Arturo Guevara Sánchez reinició los trabajos de salvamento y excavación del sitio arqueológico. A él se debe el rescate técnico de la zona en un periodo de trabajo que concluyó en 1997. En ese lapso fue rebautizado como La Ferrería. Posteriormente, en 2004, el arqueólogo José Luis Punzo realizó un proyecto de investigación arqueológica del centro-este del lugar.

De acuerdo con la arqueóloga Cindy Sandoval Mora (en marzo de 2014 para MSR Noticias), del Centro INAH Durango, la zona tiene una cancha de juego de pelota, estructuras circulares, complejos de estructuras cuadrangulares con patios hundidos, estructuras excavadas en la roca madre; otras claramente habitacionales como las sencillas construcciones cuadrangulares o las terrazas y cuartos del flanco norte del cerro, altares y una pirámide con un patio hundido que se relaciona un poco con las culturas del centro de México.

«El patio hundido –señaló– está en la cúspide de la pirámide, cuya característica es que tiene las cuatro esquinas remetidas como en zigzag, y durante el equinoccio de primavera, los primeros rayos del sol se alinean con la entrada del patio y con la Sierra del Registro, un icono del paisaje duranguense. Todas las entradas de las estructuras que se han estudiado están ubicadas al norte con una orientación de 90 y 180 grados».

La zona arqueológica consta de 54 hectáreas, de las cuales 20 están abiertas al público.

El investigador Charles Kelley, en la Estructura de los Dirigentes o Estructura 1, encontró una cerámica aztatlán, otra de tipo nevería, y en el patio hundido de la pirámide se hallaron vestigios que hablan de la relación de La Ferrería con la costa y el Valle de Guadiana.

«Entre los aportes importantes de la investigación de Kelley está la cronología, quiénes habitaron en distintas épocas, sus materiales y varias fechas de carbono con lo que hizo una cronología», comentó Sandoval Mora.

Por su parte, Arturo Guevara en sus excavaciones encontró una casa colonial que es una ocupación más temprana, pero que está relacionada con el reúso de los espacios; además, le dio la consolidación actual a las estructuras e hizo un libro sobre el sitio arqueológico.

«Los últimos hallazgos se dieron con el antropólogo José Luis Punzo, y fueron un entierro que localizó detrás de la pirámide, donde se aprecia la sacralización de los espacios, y un fogón que tenía un sol grabado, así como su investigación sobre la observación astronómica de los nativos de La Ferrería en fenómenos como el solsticio de verano y el equinoccio de otoño-invierno», refirió.

La trascendencia del sitio arqueológico, según Cindy Sandoval, radica en el papel que La Ferrería jugó como un centro social-ritual, además de haber contado con la mayor concentración de población en el Valle de Guadiana durante la época chalchihuite. «Fue un punto de convergencia de las aldeas asentadas en el valle y punto de cruce entre pueblos que venían del norte al sur y viceversa», apuntó.

Román Piña Chan durante excavaciones en la estructura 1 de La Ferrería

Dijo que los miembros de la cultura chalchihuites hicieron sus edificaciones más importantes en la punta del cerro, auxiliándose de la montaña para esculpir en ella y así construir plataformas sobrepuestas, las que remataron en lo alto con un patio hundido. Su pirámide es la única en Mesoamérica con un patio hundido en la parte superior, la mayoría tiene un espacio plano.

Otro rasgo notable es la orientación de su pirámide en los puntos solsticiales y equinocciales. Como la de los teotihuacanos, las construcciones de la cultura chalchihuites que ocupó La Ferrería seguían el curso de los astros.

Actualmente se trabaja en la conservación y difusión del sitio arqueológico, ya que según la especialista, hace falta concientizar a la población sobre su patrimonio, debido a que mucha gente no lo conoce.

«Vamos a comenzar la consolidación de las estructuras, lo cual no se ha hecho desde hace varios años. Estamos recopilando datos sobre lo que hicieron cada uno de los investigadores y, a partir de ello, comenzar a trabajar con la estructura», asentó.

Entre los proyectos está el de hacer un estudio de procedencia de materiales y uno de paleodieta, para saber qué comían los integrantes de la cultura que se asentó en La Ferrería, y a futuro, uno de ADN para saber más acerca de los rasgos de los habitantes de la zona.

«Queremos hacer un análisis petrográfico de la cerámica doméstica, no ritual, para saber su procedencia, lo que nos ayudaría a revelar y terminar con los mitos de que las culturas del norte eran nómadas, primitivas y salvajes, y que no tenían asentamientos como los de las culturas mesoamericanas», concluyó la investigadora del Centro INAH Durango. ♦

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