Medicina tradicional y remedios caseros de las abuelas de Milpa Alta

• Hoy los jóvenes de ciudad desconocen la medicina de los «remedios caseros» y ante el desconocimiento comparan a quienes la practican como acciones de brujería, chamanismo y charlatanería

Por Manuel Garcés Jiménez*

Estamos en las milpas altas sobre las laderas del Chichinautzin y el Teuhtli con su fiel acompañante Yeteco, tierra que ha visto pasar a los primeros habitantes como cazadores-recolectores hasta la domesticación de plantas de ornato, alimenticias y curativas, así como animales para el aprovechamiento alimenticio. De esa estirpe somos los milpaltenses, herederos de la presencia de los toltecas, xochimilcas, chichimecas y mexicas que en su conjunto nos identificamos históricamente como momoxcas por el primer asentamiento llamado Malacachtepec Momoxco, el «lugar donde está rodeado de cerros».

La geografía de Milpa Alta, tiene un sistema agrícola basado en sistemas de terrazas para la siembra de maíz, chilacayote, tomate, chile, calabaza, frijol, amaranto, magueyes, nopales, entre muchas otras plantas y árboles frutales como el capulín que crecieron y se desarrollan en el bosque en una superficie de 228.41 kilómetros cuadrados, lo que hoy en día representa casi el 20 por ciento del total de la Ciudad de México, con una población de 152 mil 685 habitantes, donde se desarrollan varias actividades entre las que sobresalen el comercio, el profesionalismo en sus diversas ramas y en menor medida la actividad agrícola de temporal, con la tradición en cultivos como nopal verdura, papa, haba, frijol, chícharo, calabacitas y maíz, entre otros.

Fotografía tomadas del libro Libullus de Mexicinalibus Indorum Herbis, manuscrito azteca de 1552 de Martin de la Cruz traducido al latín por Juan Badiano

Sus habitantes dedicados al campo son verdaderos sabios, conocen lo que produce el bosque como los hongos silvestres comestibles, quintoniles, quelite cenizo, malva, verdolaga, chivitos, xocoyol, toronjil, tochel, poleo, jarilla, cilantro cimarrón, lengua de vaca, xocoyol y estafiate.

Los traspatios fueron y siguen convertidos en huertas de la familia, son las llamadas «huertas familiares», con la siembra de chayotes, nopales, epazote, manzanilla, romero, higo y diversas plantas de ornato, entre otras.

Ante este panorama histórico, geográfico y etnobotánico que aún sigue presente en éste siglo XXI, es la medicina tradicional herencia de nuestros antepasados.

A la llegada de los peninsulares quedaron sorprendidos del conocimiento de la naturaleza, fue la medicina importante por sus aportaciones que tenían los médicos, cuyo nombre es ticitl, quienes llegaron a practicar operaciones y maniobras obstétricas complicadas, pues conocían a la perfección los cerros, volcanes, bosques, lagos, lagunas, todo con su flora y fauna. Tenían conocimiento del movimiento de los astros, la dualidad de todo ser vivo: vida-muerte, día-noche, plantas curativas y venenosas, tiempo-espacio, lo finito e infinito, lo singular y plural, es decir, tenían el conocimiento cosmogónico. Fueron los ticitl y nahuales quienes conocían las variantes y cambios del tiempo para realizar las labores agrícolas. Es la herencia llena de sabiduría que se trasmitía de generación en generación y su aplicación dada por las mujeres como eje de la familia.

Fotografía tomadas del libro Libullus de Mexicinalibus Indorum Herbis, manuscrito azteca de 1552 de Martin de la Cruz traducido al latín por Juan Badiano

Como muestra de lo valioso de la medicina prehispánica citamos la obra de Martín de la Cruz, médico mexica del siglo XVI (1552), obra original que se encuentra en la Biblioteca Apostólica Vaticana, traducida al latín por Juan Badiano, indígena xochimilca del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, quien tradujo con el título: Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis, según traducción latina de Juan Badiano, conocido como Códice de la Cruz Badiano, es el primer libro de medicina escrito en América, un testimonio valioso de la cultura prehispánica[1].

 A la llegada de los frailes, quienes se identificaron y cuidaron a los indígenas del maltrato español, entre estos religiosos destaca fray Bernardino de Sahagún, quien realizó la investigación más importante del siglo XVI. Si bien, en un principio los médicos españoles ignoraban la medicina indígena, con el tiempo tuvieron que admitir la eficacia de sus remedios, dándose así un proceso de aculturación entre ambas medicinas: la indígena y la peninsular.   

Actualmente, los jóvenes de ciudad desconocen estos conocimientos de la medicina llamada «remedios caseros», que ante el desconocimiento comparan a quienes lo ponen en práctica como acciones de brujería, chamanismo y charlatanería, desconociendo que deberá haber un equilibrio de energías entre las positivas y las negativas de todo ser vivo, incluyendo al hombre.

Al respecto recurrimos a la historia oral y la historiografía para enumerar los siguientes remedios caseros[2]:

  • La caída de la mollera de los bebés, se extrae con absorberla hasta colocarla en su lugar.
  • Curación de anginas asando tomates y aplicarlos en el cogote (cuello).
  • Con un chile serrano asado se talla en el ojo para que desaparezca la perrilla.
  • Las limpias con hierbas aromáticas (pirú y ruda) acompañado con un huevo criollo y flores rojas.
  • El «mal aire» a los bebés se le retira con pasarle en su cuerpo la ropa interior de la mamá o del papa.
  • A las pequeñas quemaduras se les unta miel o tallando con rodajas de papa.
  • Los ojos enchilados se disminuye el ardor tallándolos con cabellos largos.
  • Para los derrames de ojo. Con una pequeña envoltura de lienzo con sal de grano se hace una pequeña envoltura y se talla alrededor del derrame del ojo.
  • A las quemaduras en el cuerpo, para no hacer ámpulas, se aplica por algún tiempo lodo.
  • El té de epazote para la expulsión de lombrices.
  • El té de estafiate para el dolor de estómago.
  • El epazote cimarrón se talla en la parte donde produce escozor el azotador.
  • Té de muitle para purificar la sangre y combatir la diabetes. Se recomienda tomarlo y bañarse con él cuando el mosco produce el dengue.
  • Se coloca un hilo rojo humedecido con saliva en la frente para desaparecer el hipo en los niños.
  • Gritarle al niño yendo donde hay agua para recuperar su espíritu.
  • Masticar los brotes tiernos de mezquite o huizache con sal, para aliviar dolor de estómago.
  • Tomar caldo de paloma para aliviar la fiebre persistente.
  • Bañarse con agua de árnica para aliviar el chincual y para los golpes internos.
  • Poner infusiones de hierba de toloache o en compresas para aliviar dolores reumáticos.
  • El té de cabellito del elote de maíz para los riñones.
  • Pasar un huevo de gallina negra para aliviar el dolor de ojos por enfriamiento.
  • Pellizcar el pellejo de la espalda para despegar restos de la digestión que hayan causado diarrea o infecciones estomacales.
  • Poner chiquiadores en las cienes con vaporub para aliviar dolor de cabeza.
  • Untar en el carcañal (talón) y en planta de los pies manteca para disminuir la calentura o fiebre intensa.
  • Sobar los tendones de brazos, piernas y calentarlos para quitar la frialdad propia del resfriado.
  • Beber la orina ante los ataques de alacrán güero.
  • Aplicar compresas de polvo de haba y garbanzo contra los granos que brotan como resultado de la viruela y el sarampión.
  • Un trozo de pan de sal para el susto.
Zona chinampera de la Ciudad de México

La importancia de la medicina prehispánica está presente histórica y científicamente en el Museo de la Medicina Mexicana que se encuentra en a Plaza de Santo Domingo del Centro Histórico de la Ciudad de México, donde el visitante podrá observar y comprender nuestro pasado histórico en las siguientes salas: Sala Alimentos, Sala Dioses, Sala Tzompantli, Sala Temazcal y Sala Herbolaria; además, las salas del siglo XVI al siglo XIX y una botica del siglo XIX, entre salas.

Con gran tradición de identidad, la medicina mexicana se afirma en este siglo XXI con la experiencia, sabiduría, memoria y conocimiento de nuestras abuelas, concluimos: Que la medicina tradicional sigue y seguirá por siempre. ♦

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Tema expuesto en el Quinto Encuentro de Cronistas del Suelo de Conservación

Bibliografía:

Facsímil Martín de la Cruz. Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis. Manuscrito azteca de 1552. Instituto Mexicano del Seguro Social. México, 1964.

Cervantes Hernández, Wenceslao. Plantas medicinales de una comunidad Ñahñú del Alto Lerma. Editorial: Ce-Acatl, México, 2010.

Tlacoyucan, Plantas comestibles silvestres y cultivadas. Compiladores: Adrián Rodríguez M., Adriana Sánchez M., Nicolás Carrillo H. Editorial: Quetzalcóatl, México, 2021.

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* Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta

Pie de foto principal: Fotografía del Canal de la Viga en Iztacalco. C.B. Waite, 1920


[1] Introducción del libro Martín de la Cruz, Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis.

[2] La siguiente lista fue elaborada con el apoyo de amigos, vecinos, familiares, en especial el profesor Gerardo Romero.

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