Secretaría de Cultura valida región del ‘Triángulo Dorado’ en el noroeste

• En un comunicado da cuenta de que restauró esculturas devocionales de Baborigame, poblado chihuahuense en el corazón de esa región conocida como el epicentro del narcotráfico en México bajo el control del Cártel de Sinaloa

La Secretaría de Cultura del gobierno mexicano validó la designación de Triángulo Dorado que la vox populi ha dado a la región que se caracteriza por sus plantaciones de marihuana y amapola en la Sierra Madre Occidental,​ la cual constituye el epicentro del narcotráfico en México bajo el control del Cártel de Sinaloa, debido a que especialistas del INAH acudieron a esa zona montañosa donde se encuentra la población de Baborigame, para restaurar cinco esculturas devocionales en la parroquia de la Virgen de Guadalupe.

En enero de 2020, el senador por el PRI Mario Zamora Gastélum, propuso la creación de una denominación de origen para la marihuana producida en el «Triángulo Dorado» si la cannabis se legalizaba en México.

La denominación de Triángulo Dorado para la región que se conoce como el epicentro del narcotráfico en México ya es reconocida por el gobierno federal sin ningún tapujo

El llamado triángulo dorado o triángulo de oro mexicano, es una región montañosa de difícil acceso que se extiende entre los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, cuyo nombre procede de una analogía con el Triángulo Dorado del Sudeste Asiático –principal fuente de opio a nivel mundial conformado por Birmania, Laos y Tailandia–. El de México se caracteriza por sus plantaciones de marihuana y amapola,​ además de ser conocida como el epicentro del narcotráfico en México bajo el control del Cártel de Sinaloa.

La historia de las esculturas religiosas

Hace unos meses, el padre Gabriel Parga Terrazas agradecía la autorización de recursos humanos y financieros para la restauración de cinco esculturas de Baborigame, en Chihuahua, con las siguientes palabras: «La comunidad de esta parroquia de la Virgen de Guadalupe merece tener unas imágenes que les motiven a seguir confiando en la belleza de un Dios que no está atrapado en el templo ni en las imágenes, pero sí en el amor protector de los creyentes».

Con su original esplendor la Virgen María y San José retornaron a San Francisco Javier de Baborigame. Fotografía: Julio Martínez Bronimann | INAH

En una carta dirigida a la Embajada de Suiza en México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Secretaría de Cultura, el párroco comentó que los tepehuanes u ódami del norte, «tienen un vínculo interesante con las imágenes, pues personalizan la relación con los santos, les hablan en su lengua en voz alta, teniendo la seguridad de que son escuchados».

A través de la representación diplomática se obtuvo la subvención de la Oficina Federal de Cultura del gobierno suizo por 12,290 francos, equivalentes a unos 280,000 pesos mexicanos, a fin de restaurar cinco esculturas que, en 300 años, nunca habían salido de esa comunidad de la Sierra de Chihuahua.

Las tallas de excelente manufactura que llegaron al Laboratorio de Conservación de Escultura Policromada el pasado mayo de 2024, representan a la Virgen María y a San José, a las advocaciones marianas de la Concepción y la Asunción, además de a San Ignacio de Loyola.

En el laboratorio de conservación de escultura policromada se llevó a cabo el proceso de restauración-conservación de las vírgenes de la Asunción y de la Concepción. Fotografía: Melitón Tapia | INAH

La imagen del santo fundador de la Compañía de Jesús es una posible pista del origen de este conjunto escultórico, debido a que Baborigame fue fundado por el jesuita Tomás de Guadalajara, el 3 de agosto de 1708, como una misión para evangelizar a los tepehuanes, previa licencia del entonces capitán general de la Nueva Vizcaya, Juan Fernández de Córdoba.

San Ignacio que mide 1.30 metros, debió llevarse a lomo de mula por «aquellos dificultosos caminos», dice la Secretaría de Cultura, y se supone por entre sembradíos de diversas plantaciones. Fotografía: Melitón Tapia | INAH

Como muchas de las esculturas que se encuentran en las antiguas misiones del norte, estas piezas son de excelente manufactura y, posiblemente, proceden de la Ciudad de México, otrora capital de la Nueva España. Son de formato mediano (entre 50 y 75 centímetros de altura, en promedio), salvo el San Ignacio, que mide 1.30 metros de alto, y debieron llevarlas a lomo de mula por aquellos caminos dificultosos.

A decir de Cristina Noguera Reyes, «llegaron en mal estado de conservación, presentaban deterioros a causa del paso del tiempo y del uso: hollín por la exposición al humo de veladoras, desgaste en manos y pies por el roce de feligreses al santiguarse, pérdida de capa pictórica y faltantes en las partes ensambladas, como ojos y manos. A pesar de ello, afortunadamente, no tenían intervenciones».

Con la restauración se busca preservar para generaciones presentes y futuras los valores estéticos y religiosos de las imágenes. Fotografía: Melitón Tapia | INAH

En un comunicado, el INAH da a conocer que «con su original esplendor, las tallas de la Virgen María y San José retornaron hace poco a San Francisco Javier de Baborigame, ubicado en las sinuosidades del Triángulo Dorado, región que se extiende entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, de cuyo centro político lo separan 10 horas de camino».

Asimismo, informa que este mes serán devueltas las vírgenes de la Asunción y de la Concepción, además de una escultura del Niño Jesús, para las que el párroco del lugar pidió a los restauradores que «por favor, tenga los ojos, el cabello y la piel morena de los niños de Baborigame». De esta manera, se completará el conjunto de la Sagrada Familia.

Por el momento, en el Laboratorio de Conservación de Escultura Policromada ultiman el proceso de conservación-restauración de las vírgenes de la Asunción y de la Concepción, con la restitución de algunos faltantes, principalmente manos y dedos, y la reintegración cromática de sus entelados, los cuales simulan vestidos y mantos con fulgurantes motivos florales y celestes.

Previos análisis, como la toma de muestras y radiografías, aparte del registro fotográfico y la elaboración de sus fichas como bienes muebles de valor histórico, las restauradoras Julissa Romo Hernández, Liliana Alcántar Carreola y Yamel Mares Sotelo, limpiaron estas piezas utilizando un solvente probado, y recuperaron la base de preparación perdida.

Explicaron que el tronco, las extremidades y las cabezas de las esculturas son piezas ensambladas de cedro, y las figuras fueron recubiertas con telas encoladas para dar volumen y textura a las vestimentas. Sobre éstas se aplicaba una base de preparación a base de cola y carbonato de calcio y, posteriormente, policromía al óleo que, en estos casos, cuenta con hojas de oro y plata con corladuras, manufactura que pudo recuperarse en su totalidad.

«De no haberse intervenido –concluyó la restauradora Cristina Noguera Reyes–, las obras, de las que queda pendiente la imagen de San Ignacio de Loyola, corrían el riesgo de que el deterioro se magnificara y se perdieran para siempre. Por ello, las líneas de acción tuvieron la finalidad de devolverles su estabilidad estructural y sus valores históricos y estéticos, para que las generaciones presentes y futuras de Baborigame sigan venerándolas». ♦

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