¿Quiénes fueron los primeros insurrectos de la Independencia de México?
Por Manuel Garcés Jiménez
La historiografía mexicana está llena de próceres, en especial el mes de septiembre cuando es recordado nuestro pasado para reencontrarnos a quienes nos dieron patria, esos valientes hombres intelectuales que se organizaron para enfrentarse a esa sociedad que por cerca de 300 años estuvo saciada de poder político y económico, arropados por los virreyes de la colonia, terratenientes y el alto clero, adquiriendo el poder con mano dura y enérgica a los miles y miles de hombres harapientos, enfermizos y desnutridos, quienes desde que nacían y hasta que morían, consideraban que esa vida era normal, que normal era vivir con actitud sumisa y bajo explotación inhumana.
La Nueva España tenía una sociedad dividida en clases sociales y grupos étnicos, o castas donde los contrastes sociales eran muy fuertes con grupos muy privilegiados y otros muy marginados. A fines del siglo XVIII la sociedad estaba dada de la siguiente manera:
- La clase gobernante y los dueños de minas
- Los hacendados criollos ricos
- Los criollos ilustrados de las clases medias
- Los indígenas, nativos de estas tierras
- Las castas (hijos de español y negro, indígena y criollo)
- Los esclavos (en su mayoría de origen africano).

De tal manera que los peninsulares veían a los nativos como seres inferiores, tratándolos con sobrenombres o apodos de desprecio social, como: castizo, mulato, albino, lobo, cambujo, coyote, zambayo, morisco, barcino, calpamulato, tente en el aire y no te entiendo.
En Europa, se tenía la idea de que los nativos de América eran seres inferiores, esto confirmado por los hombres de ciencia europeos que el clima les provoca que los nacidos en estas tierras eran brutos, salvajes, polígamos, borrachos, insensibles al dolor.
El momento que se vivía de aquellos años de inicios del siglo XIX en Europa surgieron bajo la influencia que ejercieron en los países de América, sujetos al dominio español, la revolución de las colonias inglesas que terminó con la aparición de un pueblo portentoso entre las demás naciones libres de la tierra, y en seguida, la revolución francesa difundiendo los principios de libertad, proclamando el advenimiento de la justicia y del derecho.
Tal es el caso a mediados del siglo XVIII en España, donde el rey Carlos III busca modernizar al imperio y hace una serie de reformas llamadas las Reformas Borbónicas.
Invasión Napoleónica. En 1808, la estabilidad política de la Nueva España se vio súbitamente alterada por las ambiciones imperiales del monarca francés Napoleón III. En los primeros meses de 1808 los ejércitos de Napoleón invaden España donde apresa a la familia real, obligando al rey Fernando VII a abdicar a nombre de su hermano José Bonaparte, lo que origina en la Nueva España un movimiento a favor de Fernando VII, siendo el licenciado Francisco Primo de Verdad quien convence al virrey Iturrigaray de convocar una reunión de novohispanos notables a aprovechar el momento y separarse de la Casa Real sin perder los españoles sus privilegios.
El movimiento de independencia de nuestro país dio inicio en la conspiración de Valladolid, el 21 de diciembre de 1809, al cual consideramos como el preludio de lo que se formó en Querétaro en el curso del siguiente año, en 1810.
En esa conjura de Valladolid vemos que Ignacio Allende y Abasolo estaban en estrecha relación con García Obeso y Michelena, de donde se derivó en la juntas de Querétaro.
La ciudad de Querétaro comprendía la intendencia de Guanajuato gobernada por un magistrado especial que tenía por corregidor a don Miguel Domínguez, hombre distinguido e íntegro y sus virtudes humanas, quien ejercía aquel importante empleo desde la época desde la época del virrey Marquina.
La esposa del corregidor don Miguel Domínguez, doña Josefa Ortiz, dignísima mujer que había de unir su nombre a la proclamación de nuestra independencia, aparece como el numen de la patria en las reuniones que con pretexto de tratar asuntos puramente literarios, se efectuaban en aquella ciudad, una veces en la casa del presbítero don José María Sánchez, y otras en la del abogado Parra.



A la izquierda óleo Miguel Hidalgo, por Carlos Labielle, siglo XIX. A la derecha, superior, como rector del Colegio de San Nicolás. Anónimo del siglo XVIII, y un óleo de Hidalgo, también anónimo
Esta ilustre mujer nunca sintió entibiarse ni su decisión ni su fe; hundida más tarde y por largos años en inmundos calabozos, supo afrontar con entereza el infortunio, sin que flanqueara su ánimo esforzado, y sin que se amenguase nunca en ella la esperanza de ver a México independiente y libre. Su familia se arruinó, sus hijos quedaron reducidos a la miseria, y aunque más tarde una ley de amnistía le devolvió la libertad, ni a una ni a otros les volvió la fortuna.
Los capitanes, don Ignacio Allende, don Mariano Abasolo y don Juan Aldama, integrantes del regimiento de Dragones de la Reina, residente en San Miguel el Grande, y a quienes hemos visto ya en relación con los conspiradores de Valladolid, iban secretamente a Querétaro y concurrían también a las juntas, distinguiéndose entre todos los conjurados el primero de los tres capitanes que acabamos de nombrar, y a quien sus correligionarios consideraban como el hombre más a propósito para ejecutar la revolución tramada, a don Miguel Hidalgo, cura del pueblo de Dolores que tenía a ese pueblo y de la villa de San Felipe.
¿Quién fue don Miguel Hidalgo y Costilla?[1] El Padre de la Patria nació el 8 de mayo de 1753, tenía 57 años cuando proclamó el llamado a la insurrección popular.
Su padre era el administrador de la hacienda de San Diego Corralejo. Hijo de una familia honrada, criado en medio de la tranquilidad del campo por una madre humilde y virtuosa, el niño Miguel Hidalgo, cuyos primeros años se deslizaron en la citada hacienda, donde revelaba en sus ojos azules y en su vasta frente una grande y noble inteligencia.
Su padre, don Cristóbal Hidalgo, lo manda a Valladolid (hoy Morelia) al colegio de San Nicolás, fundado por el ilustre obispo don Vasco de Quiroga en 1540, inmueble considerado como el más antiguo de América. De joven, sus compañeros le llamaban El Zorro por su perspicacia, distinguiéndose en los cursos de teología y filosofía, llegando a ser nombrado rector y catedrático del afamado colegio.

En 1770, Miguel se graduó como bachiller en Artes, y 4 años después como bachiller en teología. A los 20 años de edad comenzó a impartir clases y en 1790 fue designado Rector del colegio.
Fue en el año de 1779 cuando en México recibió la orden sacerdotal y el grado de bachiller.
Al principiar el siglo, y cuando ya había llegado a la edad madura, vemos a don Miguel Hidalgo dedicado a su curato de dolores a la agricultura y a la industria, después de confiar al cuidado de un vicario las faenas de su ministerio, extendió el cultivo de la uva.
Fundó una fábrica de loza, otra de ladrillo, algunos talleres de diversas artes, y construyó varias pilas destinadas al curtimiento de pieles; propagó la cría de las abejas; alentaba a sus feligreses para que estudiaran música. Su noble sencillez, sus trabajos en favor del progreso de la comunidad le conquistaron en poco tiempo el amor y la simpatía de sus feligreses. «Ese anciano de mediana estatura, de ojos azules, de frente despejada y de cabellos blancos, vestido sencillamente de negro con un modesto sombrero redondo y un rústico bastón, recorría los campos que se confundía con los labradores campesinos, compartiendo sus faenas y consolando sus pesares».

Estas acciones sociales fueron la causa de una denuncia que ante el comisario de Valladolid hizo el fraile Joaquín Huesca a mediados de 1800. Siendo los principales capítulos de acusación por la inquisición por sus deseos de cambio de gobierno y de hereje ante el Santo Oficio.
En la denuncia presentada ante este tribunal, Hidalgo fue acusado de leer libros prohibidos, de cuestionar los dogmas de la cristiandad, y de llevar una vida escandalosa. Debido a la falta de solidez de las acusaciones y la cantidad de voces que se alzaron en su defensa, la denuncia fue desechada por la inquisición, resultando útil a los enemigos del padre Hidalgo para dañar su imagen ante la población que le seguía.
El capitán don Ignacio José Allende nació San Miguel el Grande (intendencia de Guanajuato) el 21 de enero de 1779, criollo de familia acomodada, era capitán del regimiento provincial «Dragones de la Reyna», que guarnecía la villa de San Miguel y los pueblos inmediatos. Así también don Juan Aldama, nativo de la villa de San Miguel, donde estaba residiendo ese regimiento. Después de la batalla del Monte de la Cruces muere fusilado el 26 de junio de 1811.
El otro capitán del mismo regimiento fue don José Mariano Abasolo, era el más joven de los tres quien entró en la conspiración. Era dueño de ricas haciendas, y su caudal se había acrecentado con el de su esposa doña María Manuela Rojas Taboada.
Se tiene conocimiento que desde fines de 1808 promovió con don Ignacio Allende en San Miguel el Grande una junta de conspiradores de la que formaron parte varios oficiales de su regimiento, el abogado don Ignacio Aldama, hermano del capitán del mismo apellido, algunos eclesiásticos y varios particulares, vecinos de la misma villa: que las reuniones se efectuaban en la casa de don Domingo Allende, hermano de don Ignacio Allende; que el plan que llegó a acordarse consistía en aprehender a los españoles a una hora dada en toda la extensión del país, respetándose en lo posible sus personas e intereses y que luego, reunidos en México los jefes principales, se discutiría y se determinaría la forma de gobierno más conveniente, y se daría libertad a los españoles, los que podrían permanecer en el país con sus familias y bienes, o trasladarse a la Península si fuese su voluntad; pero en este último caso sus bienes entrarían al erario público para cubrir los gastos de la guerra; y que si el éxito era adverso, se solicitaría auxilio a los Estados Unidos de América.

El mismo autor expone las razones que los conspiradores tuvieron presentes para ofrecer al cura Miguel Hidalgo la dirección del movimiento, además de que las juntas iban siendo más frecuentes, pasando el tiempo en espera para el mes de diciembre, que era el fijado para el pronunciamiento, siendo violentamente descubierta la conspiración el 16 de septiembre.
Eran las cinco de la mañana del 16 de septiembre de 1810, cuando Miguel Hidalgo a la cabeza del ya considerable grupo de insurrectos, desembocó en el atrio de la iglesia. Un día antes, la iglesia católica consagra el día a la Virgen de Los Dolores.
Las campanas de la parroquia llamando a la misa del domingo para sus feligreses, y una muchedumbre que del pueblo mismo y de las rancherías inmediatas había acudido, motivo por el que ocupaba parte del atrio.
El cura arengó entonces a la multitud diciendo que el movimiento que acababa de estallar tenía por objeto derribar el mal gobierno, quitando del poder a los españoles que trataban de entregar el reino a los franceses; que con la ayuda de todos los mexicanos la opresión vendría por tierra; que en adelante no pagarían ningún tributo, y que a todo el que se alistase en sus filas llevando consigo armas y caballo pagaría él un peso diario, y la mitad al que se presentara a pie, saliendo robustos a los gritos de: ¡Viva la independencia! ¡Viva la América! ¡Muera el mal gobierno!
A medida que avanzaba, sus filas se engrosaban con innumerables voluntarios. Los gritos incesantes de: ¡Viva la Independencia! ¡Viva la América! ¡Mueran los gachupines! ♦
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Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.
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* Parte de la exposición del tema: «Los primeros independentistas de la Independencia de México», expuesto en el Club Rotario, Hacienda de Atizapán, el día 21 de septiembre de 2024. Fotografía superior
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Bibliografía:
México a través de los siglos. Vicente Riva Palacio. Editorial Cumbre, SA., tercer tomo, México, 1971.
[1] De acuerdo a sus biógrafos su nombre completo fue: Miguel Gregorio Antonio Hidalgo y Costilla Gallaga Mondarte Villaseñor (1769 – 1811).

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