El cempasúchil flor endémica de México y la fiesta anual de Día de Muertos
Por Manuel Garcés Jiménez
Dos acontecimientos importantes suceden dentro del ciclo de vida del ser humano: la vida y la muerte, en cada uno de estos es ritualizado.
En México se celebra la fiesta anual de Día de Muertos, tradición heredada desde el preclásico, donde se tenía la concepción de que la vida del hombre se relacionada con la misma naturaleza, se regía bajo las leyes de las contradicciones para equilibrar la subsistencia de todo ser vivo.
Se tenía conocimiento que si existía la vida, la muerte era imprescindible. La sabiduría indicaba que la vida se materializaba en la misma naturaleza, es decir; se sobrentiende la existencia de un mundo inmaterial. Esto nos lleva a comprender que el hombre al dejar de existir tendrá que partir al inframundo, al Mictlan, donde tendría el descanso final, así como en el Tlalocan o con Tonatiuh.

Los arqueólogos han encontrado vestigios de enterramientos que datan de 1800, a.C., en donde los muertos durante el entierro se les acompañaba con vasijas y alimentos para el viaje, adornos personales como narigueras, orejeras, collares, tocados y otros objetos de jade o de barro, figurillas y máscaras.
A todo lo anterior, la presencia del cempoalxochitl está íntimamente entramado con la cultura mesoamericana, la filosofía mexica era en parte a la muerte, y la inmortalidad estaba plasmada en gran cantidad de poemas. Donde la vida no es más que un momento pasajero, la muerte es una especie de despertar del sueño presente, para internarse en el mundo de los muertos y del que se puede retornar al mundo de los vivos[1] o permanecer para siempre en el más allá, donde se consideraban que después de cuatro años de deceso, el muerto llegaba a su destino final, ocupando su lugar correspondiente en el noveno inframundo, lugar de su eterno reposo donde se les recordaba en la décima veintena que corresponde al 8 y 28 de agosto del calendario actual, con la imprescindible flor de cempoalxochitl que acompañaba a los muertos. De ahí su nombre en náhuatl: cempoalli, veinte, y xochitl, flor. Es la flor de la veintena[2].
La importancia histórica de esta flor causó demasiado interés cuando se dio la noticia a mediados del mes de agosto del año en curso del hallazgo de flores de cempoalxochitl debajo de una pirámide en Teotihuacan a 14 metros de profundidad, calculándose en aproximadamente 2 mil años de antigüedad, de donde se tiene la esperanza de verla en todo su esplendor. Hasta el momento de la elaboración de la presente crónica no se tiene conocimiento del resultado obtenido de esas semillas.
A la actualidad, el cempoalxochitl es la flor con mayor profusión que aparece en todos lados en Día de Muertos, ya sea en colonias, ciudades, ranchos y pueblos; en ofrendas y jardineras públicas, donde comúnmente se le pronuncia como «cempazúchitl».
Desde la llegada de los españoles a América les llamó la atención a famosos botánicos. Fue en el siglo XVI cuando fue llevada a Italia, donde se le cultivó con esmero, encontrándose que sus raíces tienen propiedades purgantes, vermífugas y tóxicas. La planta fue catalogada entre la familia de las compuestas. Se conocen varias especies; la más común es la Tagetes signata pumilia. Los franceses la llaman Legión de honor, de flores simples, de color amarillo oro, manchado de púrpura, aterciopelada de mayor profusión.

Al respecto, el doctor Francisco Hernández, médico de su majestad el rey Felipe II de España, habla del cempoalxóchitl y comenta lo siguiente: «Del cempoalxochitl o flores de la veintena, encontré siete principales variedades de las plantas que da la flor llamada por los indígenas ‘cepoalxochitl’, a causa de la gran multitud de sus pétalos, que los españoles llaman ‘girofle de Indias’, y que los antiguos llamaron según dicen algunos ‘otona y flor de júpiter’, aunque hay en esta Nueva España otras variedades distintas por la flor, por el nombre y por el tamaño. Tienen todas hojas como de tanaceto, flores amarillo-rojizas, con encarnado, de temperamento caliente y seco en tercer grado, sabor acre, partes sutiles y olor algo fuerte…»[3]
Con la aparición del clemol silvestre en el campo, conocido como Cinco Llagas o Acocosa, durante los meses de octubre y noviembre, aparece con su singular color y olor, indicando que la tradición de los muertos llega el día 31 de noviembre, uno y dos de noviembre. Mientras, el cempoalxóchitl con su color intenso marca el camino de los muertos, razón por la cual se siembra en el campo durante los días antes y después del 16 de julio (día de la Virgen del Carmen) para que durante su florecimiento puedan acompañar a los muertos.

El cempoalxóchitl crece en abundancia en los estados de Chihuahua, Coahuila, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Hidalgo, Veracruz, Sinaloa, Michoacán, Oaxaca y en el Valle de México. Se propagan por medio de semillas, resiste bastante los climas fríos moderados.
Al respecto, la Secretaría del Campo mexiquense señala que la producción de cempaxúchitl en manojo y maceta es concentrada por pequeños y medianos productores en los 10 municipios con mayor producción: Texcoco, Atlacomulco, Ozumba, Tenango del Valle, Chicoloapan, Tenancingo, Tepetlixpa, Villa Guerrero y Malinalco, los cuales contribuyen a la disponibilidad de esta planta emblemática, que cubre el 75 por ciento de la demanda estatal.
Además del cempaxúchitl, otros cultivos importantes para temporada de Muertos es el terciopelo morado, producido en Tonatico, Villa Guerrero, Malinalco y Ocuilan.
Otra planta es la nube y el alhelí, cultivada en Tenango del Valle, Tenancingo, Ozumba, Joquicingo, Tepetlixpa, Rayón y San Antonio de la Isla, son los principales productores.
En la chinampería de Xochimilco se desarrolla en abundancia en viveros, también en el barrio de la Luz, Milpa Alta, sobre la carretera a San Lorenzo Tlacoyucan, donde se admira un enorme terreno con 15 mil plantas en maceta mediana de diversas variedades, sobresaliendo el rojo clemolito.
Así lo describe su productor, el señor Jesús Rosaslanda Serralde del pueblo de San Jerónimo Miacatlán.

Por su arraigo histórico desde tiempos prehispánicos salen a la luz una serie de leyendas como la siguiente de origen tlaxcalteca:
«Se cuenta que la princesa Tecuelhuatzin, hermosa hija del viejo cacique Xicoténcatl, cultivaba en sus jardines de Tizatlán, en Tlaxcallan, toda clase de flores; pero las más que apreciaba eran esas amarillas rojizas llamadas cempoalxóchitl, porque tenían los cambiantes colores del sol, del mediodía al atardecer, y porque eran predilecta ofrenda de los desaparecidos.
»Cuando los españoles llegaron a Tlaxcala, el hermano de Tecuelhuatzin, el general Xicoténcatl Axayacatzin, midió sus armas con los invasores, pero fue derrotado; y entonces los tlaxcaltecas tuvieron que pactar con Hernán Cortés, ofreciéndole su ejército para ir a tomar la ciudad de Tenochtitlán. La princesa, según la costumbre indígena, fue entregada a Hernán Cortés como un presente, y éste la regaló al capitán Pedro de Alvarado.
Tecuelhuatzin fue bautizada con el nombre de María Luisa Xicoténcatl, se casó a la usanza indígena con Pedro de Alvarado a quienes los nativos llamaban, por su rubio color, Tonatiuh o El Sol. La princesa lo amó mucho, porque vio en él la representación humana de las flores de cempoalxóchitl». ♦
_____
Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.
Pie de foto superior: El autor del artículo con el señor José Flores Landa Serralde
Bibliografía:
García Rivas, Heriberto. Dádivas de México al mundo. Ediciones especiales de Excélsior. México, 1965.
Un universo en armonía. La tradición de Día de Muertos en Oaxaca. Museo Nacional de Antropología. Conaculta, INAH.
Ofrendas de Día de Muerto. Galería José Clemente Orozco, México, 1998.
La Jornada, ediciones del 12 de agosto y 14 de octubre de 2024.
[1] Es el caso de los acompañantes de Tonatiuh por cuatro años para después regresar a la tierra convertidos en hermosas aves.
[2] Algunos equivocadamente la nombran: «flor de veinte pétalos» o «flor de muerto».
[3] Dádivas de México al mundo, por Heriberto García Rivas, página 63.

Deja un comentario