Marco Polo, el padre de la piñata y México, país piñatero por excelencia

• Los frailes agustinos, y con el propósito de divertir y evangelizar a los indígenas en el catecismo, le dieron un sentido teológico a la piñata, de esta manera la tomaron como instrumento simbólico para la catequesis

Por Manuel Garcés Jiménez*

Las fiestas decembrinas son la algarabía familiar con la colocación de nacimientos, adornos y piñatas colgadas, listas para darles de palos a los siete picos que representan los pecados capitales[1] con la venda en los ojos y poder disfrutar de su contenido. Es parte del bullicio social con su adorno multicolor que le ha dado vuelta al mundo, principalmente con la presencia de mexicanos.

¿Cuál es su origen? Indiscutiblemente en México fueron los frailes agustinos[2] quienes las introdujeron con las posaditas, cuando el prior del Convento de Acolman obtuvo del Papa Sixto V en 1587 una bula para celebrar en estas tierras de Nueva España las misas llamadas de aguinaldo, al final de la liturgia se repartían dulces y fruta a todos los asistentes. Al término de la Misa, en soto-coro, se rompían las piñatas, y a partir de esos años nuestro país es piñatero por excelencia en continuar la celebración de los nueve días de posadas y la navidad rompiendo piñatas.

En 1953, Diego Rivera pintó el mural «La Piñata» para el Hospital Infantil de México. Y es que del 16 al 24 de diciembre se celebran las tradicionales posadas en las que no puede faltar este objeto representativo

En cada una de ellas mantiene historia, tradición, representación teológica, fiesta popular y artesanal, contribuyendo a la economía familiar en su elaboración y venta entre la gente común, y en grandes cantidades en San Agustín Acolman, estado de México con la Feria de la Piñata durante los primeras semanas de diciembre

La Iglesia Católica encuentra su origen histórico con el gran mercader y viajero veneciano Marco Polo, autor del libro Devisement don Monde (Descripción del mundo), conocido también como Libro de las Maravillas, lo escribió en 1298, junto con Rustichelo de Pisa, en el que se narran sus viajes y el cual ha sido objeto de múltiples estudios, llenos de mitos y fantasías, por su valor documental y su mezcla de géneros literarios. Por lo tanto, se piensa que las piñatas tienen su origen en China, donde las conocieron los italianos a través de Marco Polo, quien las llevó a Italia en el siglo XIV.

Se narra que fueron los chinos quienes empezaron a confeccionar la figura de una vaca o buey, cubierta con papeles de colores, a la que le colgaban algunos implementos agrícolas para la ceremonia del inicio de la primavera, que coincidía con el principio del año. Las figuras estaban rellenas de cinco clases de semillas que se derramaban cuando los mandarines las golpeaban con gruesas varas para propiciar la suerte en la cosecha.

El mexicano necesita de poco para hacer magia. Una olla de barro, un poco de engrudo, papel china, cartón y listo. Las piñatas son creadas para ser destruidas, pues esos siete picos que la conforman, representan los siete pecados capitales de los que muchos renegamos, pero a diario practicamos

Cuando esta costumbre pasó a Europa tuvo otra aplicación, se adoptó para las festividades de Cuaresma y al primer domingo se le llamaba «Domingo de Piñata». Esta era una olla de barro conocida como pignatta, del verbo «apiñar», juntar, atar, y se deriva de la palabra «piña», decorada con papeles de colores llena de dulces. Para romperla  era indispensable taparse los ojos de los ahí reunidos[3].

De Italia la trasladaron a España, en donde los españoles eligieron el primer domingo de Cuaresma para organizar una fiesta que se llamó el «Baile de Piñata». Durante el baile se colgaba donde los concurrentes con los ojos vendados trataban de romperla a palos a fin de que dejara escapar las sorpresas que encerraba.

Ante el descubrimiento de estas tierras de América, en el siglo XVI con la finalidad evangelizadora de los frailes agustinos, y con el propósito de divertir y evangelizar a los indígenas en el catecismo, le dieron un sentido teológico a la piñata, de esta manera la tomaron como instrumento simbólico para la catequesis.  

Al respecto, se hace interesante recordar a Marco Polo este año de 2024 por la conmemoración de los 700 años de su muerte y de sus viajes, que simbolizan el espíritu aventurero de Venecia, reflejando su papel como puente cultural entre Oriente y Occidente. Si nos apegamos a la narración de la iglesia acerca de que Marco Polo fue el impulsor de la piñata, luego entonces suponemos que el origen de la piñata tiene más de 700 años de existencia.

Ahora bien, al hurgar un poco de su pasado vemos cómo en la Edad Media «el comercio prosperó en las ciudades de Italia: Venecia, Pissa, Génova y Florencia. Los mercaderes italianos concentraron las más grandes transacciones comerciales al Occidente. Para las ciudades de Italia el comercio con Oriente, también este ejemplo tomado al azar: Marco Polo, por aquel tiempo trajo de uno de sus varios viajes tanta mercancía, que su valor superó en veinte veces los gastos»[4].

Veamos un poco más de su historia donde se establece que el viaje de Marco Polo debe entenderse en el contexto histórico de la revolución comercial europea y su primera apertura global que impulsó el desarrollo urbano y la exploración de nuevas rutas comerciales, facilitadas por el imperio de Gengis Khan, que estableció un periodo de paz al dominar vastos territorios.

Marco Polo inició su travesía en 1271, con sólo diecisiete años de edad, partiendo desde Jerusalén acompañado de su padre, Niccoló, y su tío, Matteo, ricos comerciantes ya familiarizados con la corte de Kublai Khan en Catay (hoy China), donde ya habían estado, cruzaron Asia por tierra y regresaron por mar, llegando en 1275 a Xanadú, la capital de verano del imperio mongol, en el apogeo de la dinastía Yuan (1271-1368), fundada por Kublai, donde Marco Polo pasó unos diecisiete años a su servicio como funcionario y embajador, hasta que regresó nuevamente a Venecia, en 1295.

Uno de los intereses constantes de Marco Polo fue una diversidad religiosa que encontró durante su viajes quedando impresionado por la tolerancia religiosa en el imperio quien describe las tradiciones que observó, como el chamanismo mongol, el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el islam, el judaísmo y el cristianismo en sus variantes orientales, como los nestorianos y jacobitas. Religiones que coexistían pacíficamente y se influían unas a otras, lo que también se reflejaba en el arte. Un ejemplo de esta fusión cultural es el uso de motivos chinos, como dragones y peonías en los textiles de Irán.

La obra y vida de Marco Polo simbolizan el espíritu aventurero de Venecia, reflejando su papel, como puente cultural entre Oriente y Occidente. A través de su relato, Marco Polo reveló el esplendor de civilizaciones como la china bajo los mongoles, y amplió los límites del conocimiento europeo, despertando una fascinación duradera por Oriente.

La obra de Marco Polo transformó la visión europea sobre Oriente, que hasta entonces se percibía de manera vaga y fantasiosa, como una tierra de lujos de donde provenían productos exóticos como la seda, o como lugar temible habitado por criaturas legendarias, según fuentes grecorromanas, como cinomorfos (hombres con cabeza de perro), esciápodos (hombres con un sólo pie gigante), dragones, amazonas, basiliscos y unicornios, entre otros, que decoraron la arquitectura de catedrales y obras de arte.

Marco Polo transportó a los lectores a través de la lectura hasta lo que entonces era el fin del mundo. En lugar de las estepas mongolas narradas por los franciscanos, describió tierras voluptuosas con notable precisión y un lenguaje cautivador. Reveló detalles mercantiles, religiosos, etnográficos y geográficos fascinantes y desconocidos. Su estilo fresco, que mezcla realidad y fantasía, le otorgó un interés universal y creó un nuevo imaginario de Oriente.  Su vida de aventurero en Venecia, su tierra, aparece en un busto, mientras que en la Ruta de la Seda en China, existen varios monumentos en su honor.

La veracidad histórica de los viajes de Marco Polo en Occidente tuvo gran éxito, lo que nos lleva a pensar que verdaderamente fue el introductor de la piñata en Italia, y de ahí a Europa, en España, para llegar a Acolman, estado de México, y para el resto de nuestro país. La piñata se hizo tan mexicana que llegó para quedarse.  

Para la iglesia, la piñata representa el símbolo de la Fe, porque miran hacia ella con los ojos vendados. Es el símbolo de la Esperanza, porque todos miran hacia arriba donde está la piñata, y símbolo de Caridad, porque al romperla se obtienen los bienes anhelados. ♦

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* Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.

Bibliografía:

La Navidad en México. Orígenes y celebraciones. Fernández, José Luis. Publicaciones Paulinas, S.A. de C.V., México, 1993.

La orden de los Agustinos en la Evangelización Fundante de México (1521-1590). Colección «Pioneros de la evangelización de México». Torres Durán Osa, Baltazar. Editorial Kyrios, S.A. de C.V., Fascículo Núm. 3, México, 1991.

Robert, Jozef. Historia del dinero. Ediciones Quinto Sol, México.

Suplemento Cultural de La Jornada, Numero 1552. «Marco Polo, El viaje que expandió al mundo».


[1] Para el catolicismo la piñata deberá tener siete picos, en cada uno de estos representa los siete pecados capitales: ira, gula, envidia, pereza, avaricia, lujuria y soberbia, y que con los ojos vendados y un garrote (virtud) se rompe, al destruirla se acaban con los pecados, la recompensa del cielo caerá con los dones del cielo convertidos en frutas, dulces, chocolates y regalos. 

[2] La primera expedición agustiniana llegó al puerto de San Juan de Ulúa, Veracruz, el día 22 de mayo de 1533, y a la Ciudad de México arribaron el día 7 de junio del mismo año, 1533.

[3] «La orden de los Agustinos en la Evangelización fundante de México». Colección: Pioneros de la evangelización fundante en México, número 3, p. 13.

[4] Historia del dinero, Jozsef Robert, pág. 73.

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