Tradición de la cocina mexicana, los romeritos, típico platillo de diciembre
Por José Daniel Castillo Mancilla
La cocina mexicana es famosa por su riqueza y diversidad, con platillos que combinan ingredientes de origen prehispánico con influencias europeas. Entre ellos, destacan los romeritos como un ejemplo emblemático, especialmente en la temporada decembrina. En México, durante las comidas y cenas navideñas, es tradición que este platillo ocupe un lugar central en la mesa, como una muestra de la tradición por una receta que forma parte de nuestra extensa cultura gastronómica.
El sabor único de los romeritos junto con su historia lo convierten en un plato imprescindible de las festividades. Se caracterizan no sólo por su peculiar sabor, sino también por otras cualidades que los hacen ideales para las reuniones familiares. Son fáciles de preparar, económicos, ricos en nutrientes como calcio, ácido fólico, fibra y vitaminas A y C, y rinden porciones generosas.
Por ello, es común que en cada familia mexicana haya alguien que domine la receta tradicional, transmitida a través de generaciones como parte de nuestro legado cultural. Este platillo tiene raíces profundas en las prácticas alimenticias de los pueblos mesoamericanos, especialmente los mexicas. Dichas comunidades incorporan los romeritos o Suaeda torreyana (nombre científico) a su dieta diaria.
Esta planta crecía de manera silvestre en las milpas, acompañando cultivos como el maíz, el frijol y la calabaza. Además de su consumo regular, los romeritos eran empleados en ceremonias religiosas, lo que les confería un valor simbólico dentro de las culturas originarias.
Con la llegada de los españoles, el uso de ingredientes como los romeritos disminuyó considerablemente debido al rechazo de los conquistadores hacia sabores desconocidos.
Sin embargo, las comunidades indígenas lograron preservar su conocimiento gastronómico y lo transmitieron de generación en generación.
Fue hasta el siglo XVIII cuando los romeritos resurgieron como parte de la cocina colonial, gracias a la creatividad de las monjas carmel. Ellas idearon un platillo que combinaba los ingredientes que tenían a su alcance: romeritos, papas, nopales y mole poblano. Así nació el «revoltijo», una receta que no sólo era económica y rendidora, sino también deliciosa.

El nuevo platillo fue popular por la rapidez con la que se podía preparar y también por su sabor; de esta manera, fue integrado a las celebraciones religiosas como la Navidad y la Cuaresma, épocas que coincidían con la recolección de los romeritos.
El paso del tiempo consolidó a los romeritos como un símbolo de la gastronomía mexicana. Su combinación de sabores, que incluye el mole y el camarón, ofrece una explosión culinaria que ha perdurado en las mesas de México durante siglos.
La preparación refleja el ingenio y la adaptabilidad de la cocina tradicional, que supo incorporar elementos de diferentes épocas y contextos para crear algo único.
Cada vez que disfrutamos de los romeritos, honramos una tradición cargada de historia y cultura, desde su origen prehispánico hasta su transformación colonial.
Este platillo deleita el paladar y nos conecta con nuestras raíces, recordándonos el valor de las recetas que han llegado hasta nuestros días como una parte esencial de nuestra identidad nacional. ♦

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