El sonido del pasado con música de organillo alegra un andador en Tláhuac
El sonido inconfundible de la historia que recorre en forma de música salida de un organillo las calles del Centro de la Ciudad de México, para mezclarse con voces del pasado y del presente con el estridente murmullo de la gran ciudad, alcanzó a San Pedro Tláhuac desde hace varios años con melodías de la tradición musical y popular y que se resiste a desaparecer, sobre el Andador Miguel Hidalgo.
La historia de estos organillos se remonta a antes de la era del expresidente, Porfirio Díaz, cuando fueron traídos a México, provenientes de Alemania, y fueron adaptados para reproducir música tradicional mexicana, por lo que se convirtieron en un símbolo emblemático de la ciudad.
En el Andador Miguel Hidalgo desempeña su oficio el señor Armando García, viejo conocido de la comunidad por continuar la tradición de los organilleros que son testimonio de una época, pero también de la cultura musical de nuestro país.
«Nací en la Ciudad de México, pero vivo en Valle de Chalco. Fuimos criados ahí mi hermano y yo, aquí venimos en 1997 mi papá, mi hermano y yo. Mi papá ya falleció, mi hermano está enfermo ahora, perdió la vista, veníamos acompañándonos, pero ahora ya me quedé yo en cierta forma solito. Trabajando yo solo», relata a Karla Michelle García Laguna.
«Antes cuando yo empecé a venir (a Tláhuac), como que la gente pues veía a uno mal, hay gente que ve este trabajo como denigrante, pero hay unos que sí valoran el trabajo, hay muchas personas que me conocen, porque a los tres nos estimaban mucho, hay mucha gente que me platica la historia de su vida, hay niños que ya son profesionistas, que salieron de aquí de la escuela (Narciso Ramos Galicia), vienen y me dicen, ‘¡ah!, ¿no se acuerda usted de mí?’»
Armando García ríe porque no se acuerda de quienes alguna vez fueron niños y se detenían a escuchar la música que producía su organillo cuando salían de la escuela, y que ahora le dicen que son doctores o licenciados. Ni de aquellos que ya se casaron y cuando pasan por el andador recuerdan que siendo novios se detenían a escuchar una o dos melodías.

¿Cuántos años tiene?
—Ya tengo 50 años.
¿Y en el oficio?
—Tenía 21 años cuando empecé con el cilindro (organillo). Hay gente que dice que esto no es trabajo, ‘pónganse a trabajar’, me dicen; gente que nos insulta y denigra. Aunque también hay gente que es agradecida.
¿Es difícil tocar el organillo?
—No es tan difícil tocarlo. Lo difícil es cargarlo. Porque tocarlo pues nada más se le da vuelta a la manija. Pero esta manija también tiene su grado de dificultad, porque este aparato se desafina y se quiebran piezas, se desajusta, se necesita estarle dando mantenimiento al aparato, eso sería lo complicado, y cargarlo.
¿Cuánto pesa?
—Entre 45 y 50 kilos –responde–. Pero hay otro que es más grande y ese pesa más de 100 kilos. Mi hermano sí lo llegó a cargar y tocar –responde mientras no deja de girar la manija del organillo Harmoni Pan.
¿Ha vivido alguna cosa curiosa aquí en el oficio?
—Una anécdota curiosa, pues como ahorita que ha estado enfermo mi hermano, me han ayudado con medicamento, con dinero, a veces me invitan a comer, por lo menos me dicen una palabra de aliento, se sonríen conmigo, o vienen algunas personas y platican conmigo.
¿Usted qué opina del papel que tiene un organillero en la vida de Tlahuita?
—Pues han llegado muchachos a decirme que cuando no estoy está bien silencioso el andador, «porque usted hace falta aquí», me dicen, «cuando usted está lo alegra, a lo mejor despacio el sonido, pero se siente una vida, y cuando no está todo parece estar muerto».
¿Alguna vez ha pensado en dejar de tocar el organillo?
—Sí, porque me lastimé de mi pie. No sé si ya me hizo daño estar parado, pero ya me duele mi rodilla, pero después ya me duele mi pantorrilla y no me deja caminar, por eso a veces sí pienso en dejarlo porque ya no puedo estar tan fácil parado, o cuando hay dificultades no me puedo mover tan fácil.
¿Se le hace difícil cargarlo?
—Cargar el aparato es complicado para mí, tiene afectaciones en las rodillas y pantorrillas, pero aun así debo salir a las calles de Tláhuac a trabajar. Ya no puedo estar tan fácilmente parado o cuando hay dificultades.
¿Qué melodías tiene en el organillo?
—Trae el vals Alejandra, La Bikina, Cien años.

¿Y a usted cuál le gusta más?, le pregunta Karla Michelle.
—A mí me gusta tocar mucho La Bikina, no sé, pero se oye muy bonito, y más de noche; como la de Cartas a Eufemia. Otro rollo del aparato traía el Cielito Lindo, pero como se descompuso ya no lo pudimos arreglar.
¿Qué consejo le da a la gente de Tláhuac?
—Que no sean tan amargados, aunque se oye fuerte la palabra, pero que no sean tan presumidos, que tengan cultura. Porque la gente a veces piensa que nada más está uno por estar. Pero es su mentalidad. ♦

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