Volver a los 17… llegar a los 71. Lo que podemos aportar en la tercera edad

• El conocimiento nos ayuda al análisis, a la reflexión y a la valoración del día a día, a efecto de ir incrementándolo y de alguna manera transferirlo a nuestros seres cercanos

Por Efrén Camacho Campos

No hace mucho tiempo escribí algo muy breve sobre una de las grandes compositoras latinoamericanas –Violeta Parra–, específicamente acerca de una de sus icónicas composiciones titulada Volver a los 17. Hoy, estando en la reflexión, pensando en los próximos pasos, debido a que acabo de cumplir 71 años, es decir, mi ingreso al tercer acto de la vida, me pareció curiosa la coincidencia de números y, luego entonces, reflexioné en torno a lo que las personas de la denominada tercera edad podemos aportar todavía en lo que nos resta de vida.

Generalmente se asegura que en la vejez los seres humanos poseen sabiduría, ya que ésta se adquiere a lo largo de la vida, y en la vejez alcanza su máximo esplendor, ya que «las personas han tenido la oportunidad de aprender de sus experiencias, enfrentar desafíos y aprender lecciones valiosas». Pero, indudablemente, si estas lecciones valiosas no se comparten, no se crean círculos virtuosos.

Bueno, como coloquialmente se dice, los caminos de la vida son diversos, pero esencialmente el conocimiento nos ayuda al análisis, a la reflexión y a la valoración del día a día, a efecto de ir incrementándolo y de alguna manera transferirlo a nuestros seres cercanos, o bien, a alumnos, si nuestra actividad es la docencia. Pero, también, frecuentemente tenemos la oportunidad de coincidir en nuestras andanzas diarias, con personas adultas que se mantienen activos en un empleo formal o como micro empresarios, creando fuentes de trabajo para otras personas.

Tal es el caso de un personaje de mi barrio que, como en los tiempos de nuestros abuelos, gozan de un lugar prominente en la comunidad, y en este caso me refiero a don Rafael, panadero de profesión, quien a sus 70 años de vida sigue activo, pero lo más admirable de su labor es que está transfiriendo sus experiencias y conocimiento en la materia a varios jóvenes, quienes tal vez sin esa guía, estarían dando tumbos por la vida.

Don Rafael se levanta diariamente a las 4:00 horas de la madrugada, a efecto de preparar su producto para que éste empiece a ser adquirido directamente en la Panadería La Loma, a donde acuden muy temprano las amas de casas, a comprar los bolillos típicos y preparar las tortas que sus vástagos consumirán durante los recreos escolares; o bien, por quienes se dedican a comercializar las diversas piezas de pan e ipso facto  lo reparten en las tienditas de los alrededores.

Comenta don Rafael que él empezó a aprender el oficio de panadero a la edad de los 6 años cuando, en una especie de círculo virtuoso, le dieron la oportunidad de empezar a aprender esta actividad. A la fecha, desde hace 40 años, es propietario de su propio local, por el cual han pasado infinidad de muchachos a los cuales enseñó dicho oficio y que, con el tiempo, seguramente, también, han replicado este ciclo que podríamos denominar de enseñanza-aprendizaje.

En esta panadería de barrio empieza la vendimia, prácticamente desde la madrugada, cuando las primeras piezas de pan que salen a la venta son los tradicionales bolillos, en sus dos presentaciones: barra y baguette de ajonjolí. Posteriormente, como una línea de producción perfectamente establecida, van acomodándose en los anaqueles, para delicia de la vista y del paladar, las distintas piezas del denominado pan de dulce. Don Rafael señala con orgullo que en su catálogo cuenta con más de 50 piezas diferentes, para todos los gustos.

Como sucede en la vida, hay infinidad de cuestiones que desconocemos, así que aproveché mi visita a la Panadería La Loma parapedir a don Rafael que me explicara brevemente, ¿cuál es el proceso para la elaboración del pan?, y quien al calor del horno y de la alegría al amasar la harina, me explicó que éste consiste en lo siguiente:

  • Preparar todos los ingredientes. Tener todo listo antes de empezar.
  • Mezclar los ingredientes. Hay panes que se consiguen sólo mezclando los ingredientes y dejándolos reposar.
  • Amasado. Desarrollar la malla glutinosa, el famoso gluten.
  • Primera fermentación en frío y/o lenta. Proceso mediante el cual el almidón se transforma en glucosa y los responsables de realizarla son las bacterias presentes en la levadura.
  • Formado del pan. Dar la forma que se quiere y, asimismo, es el momento de dividir la masa si es que se van a hacer varias piezas de una misma masa.
  • Segunda fermentación. Una vez que ha sido preformada la pieza, es necesario dejarla fermentar a temperatura ambiente por el tiempo adecuado, a efecto de evitar la sobrefermentación.
  • Cortes y greñado del pan. El corte sirve para dirigir y controlar la expansión de la masa, de lo contrario el pan estallaría y se abriría por otras partes.
  • Horneado del pan. Un mal horneado puede aguar la fiesta.
  • Y, enfriado del pan. Dejar que se enfríe para que los sabores se asienten. 

Recordemos, como hace tiempo lo escribí, cualquiera que sea la actividad que se realice, los denominados adultos mayores debemos mantenernos optimistas y rabiosamente activos, en busca de sentido y que el tramo de vida restante sea retador y de aprendizaje constante. ¡Hasta la próxima! ♦

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