Pancho Villa aplicó las prácticas de justicia para los trabajadores en Canutillo
Por José Eduardo López Bosch | Revista Nosotros Núm. 139 | Mayo de 2011
Los enemigos de nuestra Revolución permanentemente han afirmado que ésta sólo fue violencia y saqueos, que nuestros caudillos fueron salteadores, violadores y bandidos, que todo fue caos y violencia, como sí han proliferado en estos gobiernos reaccionarios de los panistas, que han propiciado todo tipo de publicaciones y publicidad para desprestigiar y desconocer la grandeza de nuestros héroes, al tiempo que a traidores como Agustín de Iturbide y Antonio López de Santa Anna, o los generales (Miguel) Miramón y (Tomás) Mejía, entre otros, de los que quisieron ponernos al servicio o bajo la férula de los dictadores o gobiernos extranjeros, ahora los quieren hacer aparecer como héroes, distorsionando los hechos y la realidad.
Por eso nos da mucho gusto comentar, con motivo del artículo que sobre el Río Nazas, sus bellezas naturales y su recorrido por el estado de Durango, amén de otras anécdotas y circunstancias en la población de Nazas, publicado en la revista Nosotros y que se puede consultar en Nazas, Durango, Sede Provisional de la República en tiempos de Juárez (y no porque el director sea paisano de Severino Ceniceros), debido a que a revolucionarios como el general Ceniceros, del ejército de Pancho Villa, le debemos aquí en Tláhuac, entre otras muchas cosas, la de haber sido el factor fundamental para nombrar al último Municipio de la Ciudad de México, antes de que don Plutarco Elías Calles cambiara el régimen jurídico y convirtiera a todas esas identidades municipales en delegaciones, allá por 1929.
También recuerdo que hace unos días, en el Congreso Nacional de Cronistas celebrado en el estado de Morelos con el tema del zapatismo, al comentar lo dicho en renglones superiores con el vicepresidente de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, éste me dio a conocer otro de sus libros editados recientemente, acerca de las pasiones y flaquezas de Doroteo Arango, más conocido por los mexicanos como el creador y jefe de la División del Norte, Pancho Villa.
Nuevamente don José de la O Holguín publica otra obra literaria acerca del gran Centauro del Norte, debido a sus profundas investigaciones en documentos de la época, archivos y entrevistas, simple y sencillamente porque Pancho Villa fue un hombre fuera de serie y por eso ahora nos narra otra de sus facetas, en las que manifiesta, una vez más, su vocación social en favor de las causas del pueblo de México, de los pobres, que son los que siempre han sostenido a la nación, a pesar de la explotación de la que son víctimas por parte de esos traidores, incrustados en el gobierno y entre las clases opulentas, que sólo piensan en el lucro y las ganancias que les pueden producir sus actividades, sin ver el mal que están provocando y las consecuencias que ocurrirán, por esos pensamientos egoístas que están creando, con un resentimiento del pueblo, que por cierto les puede explotar cualquier día.
En una amena y bien documentada narración, don Pepe de la O nos hace ver esa sencillez y, a la vez, preocupación de Pancho Villa, en la que nos resalta el deseo de aplicar las prácticas de justicia para los trabajadores, en este caso los de la Hacienda de Canutillo, en la que no sólo la restituye como unidad económica productiva, tras de reconstruirla de las ruinas, sino que se preocupa a la vez por abastecerla de subsistencias e implementos para el trabajo cotidiano.
Porque junto con los alimentos para el abasto, Villa, como buen campesino, dándonos y legándonos un ejemplo, logró la construcción de casas (cuadrillas), amplias y salubres, con varias habitaciones, y la correspondiente dotación de implementos agrícolas, para trabajar las tierras de la Hacienda, cumpliendo así con los ideales y postulados de la Revolución Mexicana.
El trabajo del licenciado De la O Holguín nos mueve a la reflexión y a seguir el ejemplo del Centauro del Norte, nos deja un buen sabor de boca y acalla las difamaciones que abundaron recientemente con motivo del Centenario de la Revolución, cuando mercenarios de la pluma, maiceados por la reacción, han difamado la lucha iniciada hace cien años y por la que todavía seguimos luchando los mexicanos. ♦
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Fotografía: Ex Hacienda de Canutillo, enclavada en el municipio de Ocampo
«En su hacienda, Villa organizó el trabajo comunal, convirtió la iglesia en troje, compró maquinaria agrícola, sembró trigo, maíz y frijol; fundó un banco de crédito agrícola; instaló talleres de carpintería y zapatería; construyó una escuela para los niños y casas para los trabajadores. El proyecto productivo de Villa era un modelo de producción comunal, estilo cooperativa, y es una muestra de lo que el caudillo revolucionario quería para México: un país sin hambre, productivo, sin explotadores ni explotados, y con una educación creciente que formara a los niños como hombres de bien, dotados de grandes conocimientos y de una formación integral, humanista, justiciera, revolucionaria. El proyecto productivo de Francisco Villa, su última morada hasta que lo mataron, se fue al caño luego de su trágico asesinato en Parral, en 1923».
Froilán Meza Rivera | Canutillo, el proyecto productivo de Francisco Villa

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