El huerto familiar, productor de alimentos y factor de integración

• Esta alternativa se está acabando en las zonas rurales por la falta de amor a la tierra que nos da de comer

Por Esteban Gómez Belmont | Revista Nosotros Núm. 45 | Enero de 2002

Una de las primeras actividades del hombre en este mundo fue la agricultura, ya que así lo demuestran los hallazgos de un gran número de semillas que se encontraron en Terremote~Tlaltenco, en la delegación Tláhuac, Distrito Federal[1]. Actualmente esta actividad se ha desarrollado gracias al avance científico, tecnológico y social. Empero, en nuestro país la producción de alimentos es cada vez más raquítica debido al exceso de demanda por parte de nuestra población, y al presentarse dicho problema nuestro gobierno tiene que recurrir anualmente a la compra de granos básicos (maíz y frijol, entre otros) en el exterior, para que sean cubiertas las necesidades alimenticias de los habitantes del país.

Otro de los problemas que se presentan en el área metropolitana de la Ciudad de México es el que se refiere al aniquilamiento de las áreas verdes (zonas de cultivo); el actual crecimiento demográfico ha sido causa de ese aniquilamiento.

Es sabido que los pobladores del DF, junto con sus zonas aledañas, sólo disponen de 2.33 metros cuadrados de áreas verdes por habitante, mientras que las normas urbanísticas internacionales recomiendan 12 metros cuadrados por habitante como mínimo[2].

El huero familiar es una fuente productiva de hortalizas, el cual está complementado en una mínima proporción con árboles frutales, cultivos básicos (de maíz y frijol), plantas medicinales (manzanilla y hierbabuena, entre otras) y cría de animales domésticos. Con todo esto se conforma un conjunto como entidad ecológica en donde es obtenida la producción la cual se destina al consumo familiar, además que los excedentes del cultivo son una fuente de ingresos para la familia al vender estos excedentes.

La instalación de un huerto familiar en zonas suburbanas es cuando se pueden utilizar o aprovechar los solares vacíos de nuestras casas, ya que este tipo de huertos nos frecen muchas ventajas como el consumo de los productos hortícolas que de él son cosechados o recolectados.

Cuando se producen estos alimentos vegetales en pequeñas áreas la dieta del consumidor se enriquece por el gran contenido en vitaminas, minerales, proteínas y carbohidratos que contienen esos alimentos. Además de que las plantas producidas y consumidas en nuestro hogar tienen mejor sabor, ya que estas no están tratadas con ningún producto químico como conservadores, fertilizantes y pesticidas, y a que también estas hortalizas no son regadas con aguas que contienen un alto porcentaje de sales y con un pH de 10.5, tal como sucede en la zona chinampera de la parte norte de Xochimilco.

La planificación de ese tipo de huertos no es sólo con unidad de promoción, ya que se encuentra asociado con plantas ornamentales y, al unir ese binomio, se tendrá un huerto~jardín que aparte de ser productivo también presenta un aspecto estético muy reconfortable. Esto también nos permite que existan relaciones de defensa mutua contra las plagas entre hortalizas y plantas de ornato; por ejemplo, se sabe que la siembra de cebollas y ajos controlan la mancha negra de las hojas de los rosales (Diplocarpon rosae Wolf). Asimismo, la planta de mastuerzo plantada junto a las calabacitas contribuye a alejar a los insectos que afectan a estas últimas[3].

Al hacerse una rotación constante de cultivos se puede obtener una producción muy diversificada durante todo el año, para que a la vez el terreno no se agote.

En la instalación de los huertos familiares se le vuelve a dar al suelo el uso agrícola tradicional; esto quiere decir que al trabajar la tierra, sembrar, cuidar y cosechar, constituye una actividad que nos permite reencontrarnos nuevamente con la naturaleza de la cual formamos parte. En este tipo de actividad, la cual por cierto se está acabando  en las zonas rurales por no tenerle amor a la tierra que nos da de comer y por la venta de ésta, se siguen utilizando algunas técnicas antiguas que son altamente productivas como son los almácigos.

Otros aspecto de mucha importancia en el establecimiento de un huerto es que la mayor parte de los miembros de la familia intervengan en las diferentes facetas del desarrollo de los cultivos que se han de practicar; dicho factor nos ha de servir para la integración familiar, la comunal y la ejidal, para que se propicie un intercambio de los productos cosechados en forma de trueque o, bien, para ser comercializados en forma organizada de los productos de las cosechas obtenidas.

La justificación de los huertos familiares para algunos sectores es que son una alternativa muy válida ante la situación alimenticia y ecológica por la que atraviesa la población de nuestro país. Algunos de esos justificantes son que, por ejemplo, se debe lograr el rescate de algunas técnicas antiguas que nos favorezcan en una alta productividad.

 Asimismo, que deben generarse o crearse áreas verdes al interior de nuestros hogares; que pueden ser utilizados los solares vacíos de nuestras casas para la producción de alimentos vegetales con un alto valor nutricional; que en la venta de estos productos incide en la economía familiar al vender los excedentes y ahorrar en la compra de estos; se ha de propiciar tanto la integración familiar, comunal y ejidal alrededor de esta ecotecnia y, finalmente, que el huerto familiar constituye un medio a través del cual la población se sensibiliza y toma conciencia de la aguda problemática que se presenta en los sectores alimentarios y ecológicos, principalmente de nuestra región ~Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta, Tlalpan, Magdalena Contreras~ como del país.

Para establecer dichos huertos familiares en el interior de nuestros hogares, el terreno solar con el que se debe contar deberá ser de unos 10 metros cuadrados como mínimo. En la instalación de ese tipo de huertos deben tenerse los conocimientos previos de agricultura, pero también hay que considerar el tipo de clima, suelo, así como la disponibilidad de luz natural; esto es, que el cultivo debe orientarse hacia donde existe una mayor exposición de los rayos solares, preparación adecuada del terreno, qué tipo de abono se ha utilizado (en primer lugar ha de ser orgánico y luego químico), selección de semillas, forma y tipo de siembra; en lo referente al agua ésta puede ser de dos formas: la de riego y la de épocas de lluvias, cuidado del cultivo, cosecha y, por último, el control de plagas y enfermedades.

De las consideraciones antes mencionadas, las más importantes son las de tipo de suelo del terreno donde se piensa cultivar, por eso se le ha de determinar su origen, clasificación, textura, profundidad, drenaje o dren, pendiente, nutrientes y grado de erosión. Dichas pruebas las tendrá que realizar un técnico o ingeniero agrónomo, para cuando se trate de la instalación de un huero familiar planificado.

Al cumplir con todos esos requisitos se procede a las labores previas a la siembra, las cuales consisten en barbecho, rastrillado, fertilización, insecticidas y surcado del terreno.

El barbecho se realizará a una profundidad de 20 centímetros y esta labor se puede hacer con pico y bieldo, el rastrillado es el siguiente paso y consiste en desbaratar los terrones para dejar la tierra bien suelta; en esa labor se utilizan el rastrillo o azadón. A esta le sigue la fertilización, la cual consiste en agregar estiércol o algún otro residuo orgánico descompuesto; éste se distribuye uniformemente sobre la superficie y se mezcla con el suelo. El siguiente paso es la aplicación de insecticidas con el fin de atacar alguna plaga como las denominadas gallina ciega, gusano de alambre y las diabroticas. Estos productos se aplican de acuerdo a las recomendaciones que vienen en la etiqueta y el último paso es la preparación de los surcos o melgas, de acuerdo al cultivo que se trate, algunas especies necesitan surcos más grandes así como otras no lo requieren.

Después de haberse cumplido con las labores antes mencionadas, se procede a la siembra y esta se puede hacer de dos formas: la directa y en almácigos. La siembra directa consiste en depositar la semilla en el suelo, la cual se tapa con una escoba o rastrillo; en la siembra en almácigos se puede implementar la técnica agrícola tradicional, tal y como se practica actualmente en la zona chinampera de Xochimilco. Esa técnica tradicional puede ser modificada de acuerdo a las condiciones de cada región.

En la preparación de dichos almácigos se utilizan pequeñas superficies para la siembra de semillas de hortalizas, y son de diferentes tipos, ya sea en recipientes (cajas de madera) o directamente en el suelo, el cual tendrá una dimensión de cinco por dos, o sea 10 metros cuadrados.

Para preparar los almácigos se emplearán los siguientes componentes: arena de río 25%; tierra negra con hojarasca 50% y estiércol seco y cernido 25%. Al tenerse reunidos todos esos componentes se hace la mezcla y se coloca en el recipiente y se le riega o humedece, «y con un cuchillo se corta el lodo que se formó en pequeños cuadritos llamados chapines, y al estar formados o hechos se les hace con un palo o con el dedo un hoyito donde se depositará la semilla y esta se cubrirá con un poco de tierra hecha casi polvo»[4].

El suelo también se humedece o riega para que se marquen los surcos o melgas y proceder al trasplante, ya que en los surcos se colocarán las plantas a una distancia determinada que permita el desarrollo de estas. Ese trasplante se realiza cuando las plantitas presentan de cuatro a seis hojas verdaderas y con una altura de cinco o 10 centímetros, al terreno definitivo, las cuales se colocarán a una distancia determinada en base a la especie que se trata. Por ejemplo: la acelga a 15 centímetros; el ajo de siete a 10 centímetros; el apio a 30 centímetros; el berro a 25 centímetros; el betabel a 10 centímetros; el brócoli a 40 centímetros; la calabacita a 50 centímetros; la cebolla a 10 centímetros; el cilantro a 10 centímetros; la coliflor a 40 centímetros; la col a 30 centímetros; el chile a 50 centímetros; la haba a 40 centímetros; el huauzontle o huauzoncle a 40 centímetros; el jitomate a 70 centímetros; la lechuga a 30 centímetros; el maíz a 50 centímetros; el nabo a 15 centímetros; el perejil a 10 centímetros; el poro o puerro a 15 centímetros; el rábano a tres centímetros; el tomate a 70 centímetros; la verdolaga a ocho o 10 centímetros y la zanahoria a 10 centímetros.

La siembra directa consiste en que se deposita la semilla grande en el surco o melga a la distancia determinada, el terreno deberá permanecer húmedo sin que se inunde, y se deberá procurar que no le falte el agua durante el desarrollo de los cultivos. Una vez que han brotado las plantas de la siembra directa, se procederá a desahijar (eliminación de los retoños) ya que estos impiden el desarrollo del resto de la planta madre.

Posterior a la siembra las plantas para su crecimiento han de requerir de nutrientes, los cuales son extraídos del suelo. Algunas especies los absorben en mayor cantidad, por lo que agotan los suelos, y para reponer los mismos se emplean el abono orgánico (estiércol) y fertilizante químico. A esta labor se denomina fertilización.

La fertilización, ya sea con abono orgánico o fertilizante, se hace de dos formas: en banda y mateada.

Al cumplir con todo lo antes descrito se procede a las labores en el huerto familiar, las cuales consisten en el deshierbe y aporques (cubrir con tierra las hortalizas).

Y para el control de plagas y enfermedades se pueden aplicar medidas preventivas tales como la rotación de cultivos, la asociación de plantas que rechacen a ciertos insectos nocivos (Riotte, L., 1977) y el uso o empleo de variedades más resistentes a este tipo de calamidades.

Sólo en casos extremos se emplearán productos químicos para el control de plagas y enfermedades, bajo un estricto control por parte de personal capacitado.

La última labor consiste en la recolecta o cosecha de los productos hortícolas obtenidos en nuestro huerto familiar, para que sean consumidos por nuestras familias y los excedentes pueden ser comercializados con nuestros vecinos para que tengamos una fuente de ingresos. ♦

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El autor es biólogo por la UNAM, profesor universitario y colaborador permanente de la Revista Nosotros.


[1] Serra Puche, Mari Carmen. Los recursos naturales lacustres de la Cuenca de México durante el Formativo. Colección Posgrado, número 3. Instituto de Investigaciones Antropológicas. UNAM. México, 1988

[2] La economía del Distrito Federal. Colección de Estudios Económicos Regionales. Sistemas de Bancos de Comercio. México, 1977.

[3] Riotte, L. Cultivos de huertos pequeños. Editorial CECSA, México, 1977.

[4] Alzate y Ramírez, Joseph Antonio. «1791. Memoria sobre Agricultura», en Agricultura chinampera. Compilación histórica, de Teresa Rojas Rabiela. UACH, México, 1983.

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