La ocupación prehispánica en la región de Xico y el Cerro del Marqués
La rehabilitación de la ex hacienda de Xico, la cual se erige como una isla en medio de un mar gris de casas de hormigón en Valle de Chalco, dejó al descubierto en febrero de 2018 la ocupación prehispánica del Cerro del Marqués, donde arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) registraron importantes vestigios que van de la expansión teotihuacana en la Cuenca de México hasta el dominio mexica de la misma.
En el interior de la ex Hacienda de Xico, ubicada al oriente del estado de México, los especialistas descubrieron un conjunto de piezas antiguas y restos óseos, durante los trabajos de restauración de la Ex Hacienda, la cual fue ocupada durante el porfiriato por el terrateniente español Iñigo Noriega.

De acuerdo con los arqueólogos, los vestigios podrían corresponder al año 900 d.C., aunque existen indicios de que los ornamentos pertenecieron a la cultura teotihuacana, que llamaban al lugar «Isla de Xico».
Además, se presume que al pie de la escalinata en el poniente del inmueble se creó una tumba perteneciente a una familia de guerreros que habitaba el complejo y que dejó varios objetos como las vasijas, ofrendas, lanzas.
En el subsuelo de uno de los municipios más recientes del estado de México, se encuentra un yacimiento de más de un milenio de ocupación prácticamente continua, desde 250 d.C., hasta el periodo cercano al contacto español, alrededor de 1500 d.C., como lo atestigua el hallazgo de elementos arquitectónicos de élite y domésticos, entierros y distintos objetos distribuidos en el terreno.

A decir de Gustavo Rangel Álvarez, responsable del área de salvamento arqueológico del INAH, los hallazgos deben ser motivo de identidad para la gente de Valle de Chalco y la idea es que más adelante todo ese material forme parte de las colecciones de un museo de sitio proyectado en la ex Hacienda de Xico.
Los expertos de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH han registrado durante las excavaciones en el terreno, pozos de saqueo. Durante el siglo XX y aún en el siglo XXI, muchos han escarbado motivados por la leyenda de que el antiguo potentado de la hacienda, el asturiano Iñigo Noriega Lasso, dejó enterrado ahí su tesoro.
Genaro Amaro Altamirano, cronista tradicional del Museo Comunitario de Valle de Xico, el cual funciona en el viejo granero de la ex hacienda, señala que Iñigo Noriega, íntimo de Porfirio Díaz, llegó a ser el segundo hombre más poderoso de su gobierno. Dentro de los numerosos feudos que el español tuvo en el país, Xico fue uno de los principales, tanto así que contaba con su propio cuerpo armado: los «Voluntarios de Xico».

Las grandes extensiones agrícolas que logró a partir del latrocinio a los habitantes originales de San Martín Xico en 1903, la concesión que tuvo de las vías de ferrocarril a San Rafael Atlixco y Río Frío, y el comienzo de la desecación del Lago de Chalco para levantar su emporio agrícola-ganadero que abastecía de la mitad del maíz y de la mitad de la leche a la Ciudad de México, hicieron de Iñigo Noriega un personaje controvertido.
Don Genaro refiere que la construcción de la ex Hacienda de Xico, la cual llegó a extenderse sobre casi 10 mil hectáreas, comenzó en la última década del siglo XIX y es muy probable (conforme las fuentes fotográficas) que comenzara a funcionar en 1906. Con el estallido de la Revolución Mexicana las tropas carrancistas, comandadas por Lucio Blanco, hicieron enormes estragos de la «casa grande», hasta que ésta fue recuperada en 1915 por los zapatistas.
Testigos de la destrucción hecha por los revolucionarios se hallan por todo el casco del inmueble, como lo ha comprobado el arqueólogo Gustavo Rangel. Pese a esa destrucción, las evidencias de ocupación prehispánica se han localizado casi «a flor de tierra», demostrando la importancia de los cerros del Marqués y de Xico durante la época prehispánica, al conformar una ínsula en el centro del Lago de Chalco.
Las obras de rehabilitación de la ex Hacienda de Xico dieron inicio en 2015, año en que la arqueóloga Adriana Lazo llevó a cabo un rescate en el interior de la casona, al descubrir algunas estructuras de filiación teotihuacana como muros y alineamientos, además de entierros humanos.
Al retomar los trabajos en 2017, se registraron elementos importantes en la ladera noroeste del cerro, entre ellos un entierro infantil con figurillas miniatura ofrendadas y una plataforma teotihuacana de 10 metros de largo por 5 metros de alto. En una de las esquinas de la plataforma –que volvió a enterrarse debido a su mal estado de conservación– se encontraron cuatro entierros infantiles depositados al interior de cajetes.
Como proyecto de salvamento arqueológico en seguimiento a las áreas que serán motivo de rehabilitación, éste fue retomado el 2 de enero de 2018 y concluirá, de manera tentativa, el 31 de julio próximo, según precisó el especialista de la DSA, Gustavo Rangel Álvarez.

Lo cierto, es que «las sorpresas en el Cerro del Marqués no terminan, es un santuario para la arqueología. En cada pedazo de tierra se encuentran vestigios que abren grandes posibilidades de investigación», comentó.
En los primeros meses de 2018, el especialista dio cuenta que en una longitud de 60 metros habían sido registrados testimonios únicos. «Van del torreón sureste de la casona, donde localizamos un muro teotihuacano en talud que mantiene su estuco original; a la ladera, donde hay unidades habitacionales y de trabajo. Sin contar la parte frontal de la casa, en la que varios entierros de las fases Coyotlatelco y Metepec están asociados al núcleo de una estructura».
En el terreno, los vestigios más antiguos corresponden a la fase Tlamimilolpa Tardío (250-350 d.C.), cuando el imperio teotihuacano se expandió hacia la Cuenca de México. Esta ocupación teotihuacana continuó en los periodos Xolalpan Temprano y Tardío (350 a 550 d.C.), y Metepec (550-750 d.C.).
A la caída de Teotihuacan, antes de 750 y hasta 800 d.C., dijo, «notamos una convivencia entre los denominados grupos teotihuacanos de la fase Metepec y los coyotlatelco. Luego hubo un hiato temporal. La evidencia arqueológica nos sugiere que sólo la ladera noroeste del Cerro del Marqués volvió a ser ocupada en el periodo Posclásico Tardío, durante el dominio mexica, entre 1100 y 1500 después de Cristo».
Dichas temporalidades se han establecido por el hallazgo de artefactos cerámicos (desde cajetes a plomadas de red), de hueso como agujas, pulidores para pintar estuco, percutores y cinceles para esculpir, en asociación con restos arquitectónicos y funerarios.
Al interior de la casona, en el subsuelo del torreón sureste se registró el hallazgo de una estructura con el paramento de un muro inclinado, típico del estilo teotihuacano. La presencia de un drenaje que termina en el talud, hace suponer que en esta edificación tenían diferentes actividades, algunas de tipo ritual. De acuerdo a lo declarado por Gustavo Rangel, esta construcción fue conocida por quienes edificaron la ex hacienda y arrasaron con una sección para cimentar la obra nueva; asimismo, se registraron rellenos de demolición hecha en la ocupación carrancista.
Dada la preservación de la pared de esta estructura ceremonial y de un piso estucado de gran calidad, se prevé acondicionar una ventana arqueológica donde los visitantes puedan observar los restos de los dos momentos arquitectónicos: la fase Xolalpan, cuando el muro estaba en vertical, y la Metepec, cuando éste tuvo una remodelación en talud.
Hacia la fachada de la casa grande, frente al que fuera cuarto de máquinas, el equipo de la DSA excavó una serie de entierros ubicados en el núcleo e interior de grandes plataformas.
Para el arqueólogo Ulises Ortiz Hernández, los enterramientos fueron ofrendados a las estructuras prehispánicas, que en este caso datan de la fase Coyotlatelco, entre 750 y 950 d.C., y depositados de forma directa sobre la tierra.
Durante el proceso de remoción de una capa de la fase Coyotlatelco, se hallaron cuatro cráneos humanos (removidos años atrás por la plantación de un árbol); y un quinto permanece in situ. A éstos se ofrendaron piezas cerámicas como un cajete hemisférico y uno trípode, además de figurillas con pigmentación roja. Ortiz aseguró que en ese frente de excavación se habían recuperado diversos niveles de piso que señalaban su alteración constante para colocar los entierros.
En otro sector de la unidad de excavación (frente a la casona) se ubicaron dos cistas por debajo de pisos de estuco. En una estaban los restos óseos de cuatro individuos, dos de ellos infantes que fueron colocados, respectivamente, en forma sedente y el otro flexionado, con tres vasijas a modo de ofrenda; también se vislumbró el entierro de un adulto colocado en posición sedente, orientado al norte.
La prolongada ocupación en el Cerro del Marqués
En lo que respecta a la pendiente noroeste del Cerro del Marqués, diversos elementos atestiguan su prolongada ocupación: unidades habitacionales y una estructura mayor, más entierros humanos dentro de cistas (pero ubicados afuera de estructuras de las fases Metepec y Coyotlatelco), hasta los vestigios de un conducto que surtía de agua a la ex hacienda.
La presencia de objetos elaborados en materiales foráneos, como alabastro, mica, jadeíta, figurillas tipo Mezcala; caracoles del género Oliva y Pinctada mazatlanica, podrían indicar que en época prehispánica los cerros del Marqués y de Xico fungieron como sitios donde se acopiaban los tributos venidos de zonas del sureste, como Tehuacán, Oaxaca, Guerrero y las costas del Pacifico, así como de Morelos, en el centro.
En el marco de la adecuación de la ex hacienda para volverla un museo, también fue localizado en agosto de 2018 un brasero de cerámica ricamente decorado, al cual fueron asociados un par de cráneos de infantes.
La pieza, un brasero tipo teatro, mide 50 centímetros de alto por 40 centímetros de ancho y muestra a un personaje central custodiado por un par de representaciones de Tláloc, dios de la lluvia, así como por otras alusiones a la fertilidad. Se ha indagado que el objeto se usó para clausurar simbólicamente una estructura y marcar el fin de un ciclo de gobierno hacia el año 650 d.C., época coincidente con el declive de Teotihuacan.
Desde la azotea de la ex Hacienda de Xico, rodeada de otros volcanes extintos, aún es posible advertir la importancia geográfica y el paisaje arqueológico que tuvo esta isla inmersa en el Lago de Chalco, pues también proveyó de recursos lacustres a los asentamientos de la Cuenca de México y otros más del Altiplano, incluida la gran ciudad de Teotihuacan. ♦
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Crédito de la fotografía superior: INAH

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