Lecciones aprendidas. La importancia de compartir experiencias y cognición
Por Efrén Camacho Campos
Sin temor a equivocarme todos hemos conocido a personas, generalmente adultos mayores, con una gran capacidad de narrar historias, propias o ajenas, sin percatarnos a ciencia cierta de que estamos siendo objeto de transferencia de experiencias, conocimientos y valores, que pueden ayudarnos a conocer más sobre asuntos diversos. En muchas ocasiones son vivencias que pueden evitar el que cometamos los mismos errores de otros.
Se piensa que la experiencia obtenida por algún evento en particular, no tiene valor alguno para quien la vive, con lo cual disiento, ya que ese conocimiento adquirido es útil para la persona, en situaciones similares que se le presenten en lo futuro; o bien, para otras, quienes al nutrirse de lo que actualmente, sin duda alguna, podemos denominar como lecciones aprendidas, se enriquecen del conocimiento de otros.
Un ejemplo de ello son los refranes o dichos populares, que de niños escuchamos de nuestros padres o abuelos, y que con el paso del tiempo descubrimos que muchos de ellos vienen consignados en la obra maestra del idioma español, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, a la cual me he referido en otras ocasiones.
Escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, la primera parte de su magistral obra se imprimió en el año de 1605; la segunda, se dio a conocer en 1615. Esta novela, perteneciente al «subgénero burlesco», contiene una gran cantidad de esas lecciones aprendidas.
Dice un refrán popular «para muestra un botón», aunque para este caso, son muchos los botones y lo verdaderamente sorprendente, es que los dichos contenidos en Don Quijote de la Mancha, como ya lo señalé con anterioridad, en mi opiniónsiguen vigentes hasta nuestros días. Sólo como dato duro anotaré que el sitio conocido como «Los dichos y refranes más populares del Don Quijote», consigna un centenar de dichos o refranes populares que «encierran sabiduría y enseñanzas».
Algunos dichos que nos resultan familiares son: «Más vale tarde que nunca»; «Dime con quién andas y te diré quién eres»; «La práctica hace al maestro»; «Quien mucho abarca, poco aprieta», y «Es de bien nacido ser agradecido», entre muchos otros, por lo que se asegura que estos «son una poderosa herramienta literaria que nos enseña valiosas lecciones sobre la vida y la sociedad».
Con seguridad se preguntarán a qué viene este cuasi extenso prolegómeno. Resulta que, desde hace algunos años, con los cambios estructurales dentro de las diversas organizaciones, a nivel mundial campea el propósito de que los trabajadores participen en el análisis y resolución de los problemas que obstruyen la obtención de mejores y mayores resultados, lo cual sólo es posible si existe un acuerdo compartido entre los directivos y empleados, como en una especie de complicidad.
¿Cómo se logra esto?, desarrollando una visión y una misión compartidas. Pero, también, estableciendo reuniones periódicas para llevar a cabo sesiones de análisis estratégico y que toda esa información sea procesada y transferida –vía tecnologías de información, de manera preferente– a toda la organización, donde se puedan almacenar y consultar las diversas soluciones (lecciones aprendidas) encontradas para problemas específicos, evitando que en lo futuro se vuelvan a cometer los mismos errores. Esto en esencia es conocimiento tácito que se hace tangible para todos.
¿Se han preguntado qué pasa con todo el conocimiento almacenado en las cabezas de los trabajadores y que al no hacerlo tangible no tiene ningún efecto sobre los demás y, por ende, en las organizaciones? Pues, más grave aún, es lo que pasa con el conocimiento de los trabajadores que se retiran de las empresas… Se lo llevan en sus mentes. Es conocimiento que tiene un valor importante que contribuiría a hacer más eficientes y eficaces a las organizaciones.
Hoy se dice que «en un mundo cada vez más interconectado y en constante cambio, la capacidad de compartir nuestros conocimientos se convierte en un pilar fundamental para el crecimiento individual y colectivo. Esta práctica generosa no solo beneficia a quienes reciben la información, sino que también enriquece a quienes la comparten, creando un ciclo virtuoso de aprendizaje y desarrollo».
Por tanto, si se establecieran, dentro de las diversas organizaciones, sistemas de información que almacenen, procesen y transfieran todo el conocimiento, tácito y tangible, de sus trabajadores (lecciones aprendidas), como dice otro refrán muy conocido, otro gallo nos cantaría. ¡Hasta la próxima! ♦
Fotografía: es.123rf.com

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