Opinión | Cuando las mujeres dejaron de ser «pertenencia» de los hombres

• En el caso de las madres, generalmente crecimos escuchando que eran esposas de fulano, mengano, zutano o perengano, y no escuchábamos sus nombres de soltera

Por Efrén Camacho Campos

Aunque el juego no es mi fuerte, estoy seguro que si hiciera una apuesta entre –principalmente– personas de 50, 60 y 70 años o más, acerca de si conocían, cuando pequeños, el apellido materno de sus respectivas mamás, estoy seguro que muchos no lo sabíamos, o bien, nos costaría algún esfuerzo recordarlo.

Y luego entonces, ¿a qué viene la pregunta? Creo que la respuesta en principio podría ser fácil, cómo no conocer los apellidos de nuestros progenitores; sin embargo, en el caso de las madres, generalmente crecimos escuchando que eran esposas de fulano, mengano, zutano o perengano, y no escuchábamos sus nombres de soltera. Por ejemplo, mi señora madre, al igual que mi padre, nacieron en la segunda década del siglo pasado, y debo reconocer que nunca socialicé el nombre de soltera de mi mamá, hasta que muchos años después, debido a una búsqueda de sus familiares maternos, finalmente lo internalicé. Recuerdo que siempre se presentaba como la señora «de», como seguramente sucedía con todas las mamás de esa época. En ese sentido, pregunté a varios de mis amigos sobre esta cuestión, la mayoría aseguró conocer desde pequeños el nombre de soltera de su mamá, debido a que en la escuela les hicieron memorizar el nombre de sus padres, pero la mayoría reconoció que sus madres al presentarse omitían su apellido materno y mencionaban que eran la señora «de», algo así como si fueran propiedad de sus esposos.

En la actualidad, debido al cambio de esquema (paradigmas, dicen los que saben), las señoras ya no son de nadie, son simple y sencillamente ellas. Debieron transcurrir muchos años y también muchos acontecimientos, para que a las mujeres se les reconozca su personalidad y se les haya reconocido el mismo valor que al de los hombres.

La lucha por los derechos de las mujeres ha sido enorme, desde cambiar la visión de algunos padres, en el sentido de que las mujeres no debían estudiar, ya que su lugar estaba en casa, esperando a casarse y cuidar de sus maridos, algo así como pasar de una especie de esclavitud a otra.

Recuerdo haber visto una película de época, situada en los años veinte del siglo pasado, donde a la nadadora Gertrude Ederle (La Joven y el Mar), el entrenador que le asignó la federación de natación de los Estados Unidos, la boicoteó bajo el argumento de «qué le da derecho a una mujer» para intentar proezas reservadas únicamente para los hombres, poniendo pastillas para dormir en su bebida, a efecto de que  no pudiera cruzar, en su primer intento, el Canal de la Mancha, del cual ya había nadado alrededor de 10 de los 34 kilómetros para alcanzar las costas de Inglaterra, ya que si lo lograba, según los hombres encargados de la natación de ese país, sería negativo para la imagen de los nadadores varones, argumentando que si las mujeres ya habían conquistado el voto en el año de 1924, «¿qué más lograrían después de ello?»

La historia nos brinda diversos ejemplos, en los cuales las esposas de gente famosa fueron relegadas a la opacidad, ahora lo señalan como invisibilizadas, porque no era bien visto por la sociedad que las mujeres destacaran. En ese sentido recordamos a Marie Curie, Mileva Marić, Frida Kahlo, Nahui Ollin, Elena Garro, y tantas otras más, a las cuales hasta ahora se les está reconociendo su labor en diferentes actividades como la ciencia, la pintura, la literatura, sólo por citar algunas.

En nuestro país, las mujeres alcanzaron su derecho a sufragar en el año de 1953 («El voto femenino en México, la lucha por la equidad», México Desconocido), como resultado de una «lucha por la equidad»de muchos años. Ahora vemos a las mujeres desempeñando actividades en prácticamente todas las áreas de la humanidad, orgullosas y resilientes. En una palabra, con confianza, autoridad y control sobre sus propias vidas, tomando decisiones importantes y participando activamente en la sociedad en igualdad de condiciones con los hombres.

¡Que vivan las mujeres! Hay una rutina de un famoso comediante mexicano, desde luego estoy de acuerdo con lo que señala jocosamente: «Las mujeres son lo más bello del mundo, porque una mujer puede ser hija, hermana, esposa, pero una vez que se convierte en madre, se convierte en todo… todos venimos de una mujer, por eso tenemos que amarlas, quererlas y respetarlas, y todo lo demás» ¡Hasta la próxima! ♦

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