Crónica anunciada de una «concha» que nació muerta en Coyoacán
Por Gaby Echenique | Nosotros, mayo de 2005
Domingo 22 de mayo (2005) por la mañana. La calle por la que se da vuelta a Fernández Leal está cerrada por tubos anaranjados y cubierta por una lona blanca, de esas que utilizan en algunas bodas, pero lástima, sólo hay sillas negras y tablado de madera bastante desgastado. Cerca del medio día todos comienzan a llegar. Se escuchan petardos. El organizador toma el micrófono.
El locutor de ceremonias dice: «Lamentablemente algunos medios, la semana pasada, dijeron que aquí, en el concierto de la sinfónica, que habían habido acarreados».
Veo mucha gente, están rodeando la carpa, es más, cubren la parte de la calle de Fernández leal. ¡Guau!, exclamo y, sobre todo, me preocupo. Porque el tamaño de la carpa rebasa el número de gente, 150 tal vez. No sé, con los músicos incluidos, claro… Nunca pensé que se reuniera tanta.
El locutor de ceremonias otra vez: «Pero… ¡¿verdad que aquí no hay acarreados?!»
Entonces se escucha la respuesta de la gente, parejito y con sonsonete como de escolapios: ¡Noooooooo!
¡Oh!, pero, ¿a quién veo?… El locutor de ceremonias no es otro más que el mismísimo delegado (Miguel Bortolini, mejor conocido como Bortoleche*) vestido con camisa blanca que, por cierto, se confunde con el uniforme de los músicos. No entiendo nada.
Al centro, sobre el tablado, erguidos y vestidos todos de blanco y negro, los músicos escuchan calladitos y atentos.
Pancholini al habla: «¡Que habíamos traído músicos a fuerzas! ¿Alguno de ustedes vino a fuerzas?» –Le pregunta a los músicos.
—¡Nooooooo! –Responden estos.
Pancholini: «Quiero agregar que para nosotros, las tradiciones son muy importantes y estamos dispuestos a apoyar la tradición».
Argucias, la mas retrograda demagogia. ¡Caray!
Luego la multitud: ¡Eeeehhhhhhhhhh! ¡Claro!
Pancholini: «Por cierto, se encuentra entre nosotros fulanito de tal, porque dice que no tiene para pagar un boleto en la Sala Nezahualcoyotl, y que le da mucho gusto que organice estos eventos y está muy contento de asistir. Mírenlo es el de atrás, el del sombrero». –El invitado saluda emocionado a todos los curiosos que lo miran.
Pancholini indignado: «¡Es una vergüenza!»…
Algunos de los ubicados sobre la calle de Fernández Leal comienzan a levantar del suelo un santo cubierto por hermosas flores amarillas. ¡En la madre!, pienso… Esto sí esta feo, ya hasta están involucrando a Dios.
Pancholini: «Me robaron del kiosco… ¡¡¡unos planos!!!» –Silencio entre los músicos y allegados a Pancholini. Mientras fuera de la carpa, la mayoría de la gente reunida se entretiene en mirar la comitiva de hombres que carga en hombros al santo que se yergue orgulloso, mientras gritan bien fuerte: «¡Que viva el señor de la misericordia!» Y la multitud a coro: «¡Que viva!»
Gloria mira a su alrededor, se halla entre la multitud de reunidos, y curiosa pregunta: «¿Y este mitin de que se trata?»
Miguel le responde, mientras acomoda un tambor colgado desde su espalda: «No es mitin. Es procesión».
Gloria: «¡Ah!, pues dígame a dónde van para seguirlos».
Ta, ta, ta, pom, pom, pom, ta, ta, ta, pom, pom, pom… ¡Cuáz! Las trompetas se mezclaron con los cuetes. Exclamaciones de júbilo al Señor de los Milagros se escuchan a cada rato, pero se van diluyendo.
Pancholini: «Bueno… ellos se van, pero nosotros nos quedamos».
Y los pocos que quedan: ¡Eeeeeeeeeeeeehhhh!
Pancholini: «Me siento avergonzado…»
Vaya, me río un poco.
Pancholini: «También por los vecinos que se oponen a la obra…» –(Sólo le falto decir). «Pero otra vez, aclaro, esto no es un mitin, y mi intención no es traer acarreados».
Esto sí que es una vergüenza. ¡¿Por quien estamos gobernados en Coyoacán?! ¡¿Cómo es que nos quieren gobernar?! Qué cinismo con el que se cubren.
Esto, o algo muy pero muy parecido, ocurrió el domingo 22 de mayo en La Conchita. Soy una mexicana que vive por el barrio y, definitivamente, no estoy de acuerdo con la concha acústica que el delegado intenta construir sobre un área verde, con base a una barata manipulación del discurso cultural. Dicha obra pública tendrá costo de cuatro millones (¿o más?) de pesos que ingresamos los ciudadanos a las arcas de la nación. Ese dinero lo podríamos ocupar en, por ejemplo, fumigar una escuela infestada de pulgas a dos cuadras del parque. El señor delegado no ha respondido a esta demanda ciudadana, el jardín de niños sigue cerrado y, qué tal, el drenaje, las banquetas, el mantenimiento de las áreas verdes, el equipamiento urbano en general relegado a segundo término en aras de un capricho. ¿Será eso o se trata de corrupción? ♦
Nota.- El tema de la concha acústica fue abordado en la columna de Zaratustra en ese mismo número:
De grillos y políticos. Mercado Sobre Ruedas
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* Así apodado porque fue de los gestionaron la distribución de la Leche Betty, empresa a la que, además de desvío de recursos públicos, en un examen de calidad se le detectaron heces fecales


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