La toponimia de los siete pueblos prehispánicos de Tláhuac

• Los misioneros que vinieron a evangelizar el nuevo continente los hizo bautizar, para conseguir su objetivo, a los asentamientos autóctonos con nombres de santos

Por José Eduardo López Bosch | Revista Nosotros, Núm. 26 | Abril de 2000

En comunicaciones de nuestros lectores se me ha solicitado que me refiera a los nombres de los siete pueblos que integran nuestra jurisdicción política, por lo que a pesar de no ser nahuatlato (hablante de náhuatl, sabemos que esta lengua es evocativa) es necesario aclarar que nuestros pueblos son asentamientos humano-culturales precuahtémicos, es decir, que existían como entidades culturales antes que el último huey tlatoani que gobernara México, y antes que fuera conquistado por los españoles.

Recordemos también que durante la conquista, los misioneros que vinieron a evangelizar el nuevo continente aprovecharon para ese fin todos los recursos a su alcance, lo que entre otras cosas, los hizo bautizar a los asentamientos autóctonos con nombres de santos, a los que advocaron su patronato, dejándoles, como apellido, en lengua indígena, el nombre que ostentaban.

Los santos que se convirtieron en patronos de los pueblos, fueron escogidos por las proximidades de las fechas en que se conmemoraban las fiestas de cada lugar, y los acontecimientos que se celebraban en cada poblado, haciendo coincidir ritos, mitos y creencias de los distintos lugares, aprovechando así el clientelismo religioso, sin perturbar mucho las costumbres lugareñas.

También debemos traer a la memoria la superposición política de la organización castellana, en territorio de Anáhuac, sin respetar ni señoríos ni calpullis existentes. Ya que el conquistador consideró propiedad de la corona el territorio y con ese motivo lo repartió para «premiar» los servicios de aquellos que le servían, dando en encomienda a estos, junto con los productos que ahí se daban y la población que con su trabajo los sostenía y poblaba; no sin que en muchos casos provocara la explotación, el abuso y la arbitrariedad de los encomenderos, y el temor de la población nativa que los sufría.

Así, el virreinato se dividió políticamente en corregimientos o alcaldías; los grandes asentamientos se subdividieron y, a mediados del siglo XVI (1543) se reconocieron por medio de Cédulas Reales, como ciudades a Tenochtitlan y Texcoco. Años después también a Xochimilco (1559) y Tacuba (1564). A los medianos se les daba el título de villas, los pequeños eran denominados pueblos, como en España. Dentro de estas diferencias, tenían prioridad las que se denominaron «cabeceras», a las que se les daba mayor importancia política y económica.

A los pequeños asentamientos se les llamaban aldeas, y éstas y los pueblos podían subdividirse en barrios; pero cuando los conglomerados indígenas estaban separados de los pueblos nativos, se les llamó estancias –término acuñado en las Antillas Coloniales–.

Generalmente las cabeceras eran residencia de los tlaloques, pero en algunos lugares como en Cuitláhuac, cada barrio tenía su tlatoani, debido a la importancia del asentamiento, aunque en la tributación sólo se registraba una, al igual que Mixquic, sin hacer distingos de los calpulli (Tizic, Teopancalco, Atenchicalcan y Tecpan) del lugar.

En el siglo XVIII las haciendas cobraron importancia por su poderío económico, lo que traspasó a la vida independiente, y que los acentuó durante la dictadura porfirista, época en que también se desconoció los ayuntamientos e implantó en sustitución de éstos, a las jefaturas políticas y las prefecturas para los lugares de mayor importancia.

Así, Cuitláhuac, a la que se le conoce dándole una interpretación literal, como serpiente celeste, y desde la óptica filosófica, sol que brilla en el universo, ha sido traducido en diferentes formas, según los documentos existentes. Así, en el Códice Mendocino se refiere a Cuitláhuac como el «lugar de las algas que nacen de las piedras de los lagos». En los Nombres geográficos de México, el maestro Peñafiel dice que «cuitlatl» significa excrecencia y «huauqui» cosa. Otros traductores dicen que cuitla se traduce como excremento, sin ser el sentido despectivo que ahora se da al término. También puede traducirse por las palabras cuicatl, cantar, y atlahuac, de atl, agua, y ahua, dueño: el dueño o cantor del agua.

Además, en la leyenda de su fundación aparece Mixcoatl, quien tiene una vara mágica llamada aminuitl, que tenía el poder de dar la enfermedad para obligar a algún servicio si no se sanaba. A Mixcoatl se le conocía también como Atitlabaca (Cuitlahuac) y su vara se le relaciona con Atlahuac, dueño de las aguas, porque se les consideraba «señores de los pueblos chinamperos».

En tanto que Ixtayopan se traduce como el «lugar donde se forma la sal», y proviene de ixtlayotl, salmuera, y pan, sobre; ixtlatl, sal, ayotl, que pertenece a él (lugar).

Glifo de San Juan Ixtayopan

Mixquic viene de mixquitl, mezquite, por su glifo se relaciona con las prácticas penitenciales que se hacen en la casa, con las espinas de estos, traduciéndose como «lugar de los mezquites».

Glifo de San Andrés Mixquic

Tetelco proviene de tetelli, montón de piedras, y co, lugar, por lo que se le traduce como «lugar del montón de piedras».

Glifo de San Nicolás Tetelco

Así, Tzapotitlan, cuya raíz viene de tzapotl, árbol de zapote; titlan, entre, y tlan, lugar, se traduce como «lugar entre los árboles de zapote».

Glifo de Santiago Zapotitlán

Tlaltenco, de tlalli, tierra, tentli, orilla y co, lugar en, se traduce como «lugar en la orilla de la tierra».

Glifo de San Francisco Tlaltenco

Yecahuizotl, de yecatl, nariz, se le conoce como «la tercera parte del camino del sur». Acatzingo, campo de cañas o tierra de hormigas.

Glifo de Santa Catarina Yecahuizotl

Como vemos, las interpretaciones y traducciones difieren debido a que los conocimientos cambian por la formación y además de reconocer que el náhuatl es una lengua evocativa que se traduce a veces por las acciones que se pueden ejecutar o los hechos que se encuentran y otro se hace sílaba o silábica. ♦

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* Cronista delegacional

Bibliografía:

Peñafiel, Antonio. Nombres geográficos de México. México, 1985.

García Quintana, Josefina. Monografía histórica de Tláhuac. Informe. México, 1972.

Aparicio González, Luis. Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlan. SEP~INAH, México, 1980.

Zamudio Orozco, Arturo. Cuitláhuac y la Cuenca del Valle de México. Talleres del autor. México, 1982.

Reyes H., Alfonso. Tláhuac. Cocoder, DDF, México, 1982.

Sierra Carlos, J. Tláhuac. DDF, México, 1980.

González-Blanco Garrido, Salomón. Tláhuac prehispánico: comentarios y recopilación. Porrúa, México, 1988.

Alianza de los Barrios, AC. Identidades de nuestros pueblos. Expresión Cultural Zapotitlán, México, 1986.

Portada de la Revista Nosotros, número 26, correspondiente al mes de abril del año 2000

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