El transporte en planicies y bosques en las milpas altas de Milpa Alta
Por Manuel Garcés Jiménez
Primera parte
Desde la aparición del hombre sedentario ha tenido la necesidad de comunicarse para el intercambio de sus excedentes agrícolas como lo realizado durante la época del México prehispánico a través de canales de la zona lacustre en canoas y veredas que unían a pueblos y aldeas alejadas de los altepetl.
Los caminos y veredas atravesaban planicies, bosques, barrancas y montañas, siendo las vías de tránsito de los pochtecas y macehuales quienes las recorrían con su cargamento en la espalda para realizar el trueque con ayuda del mecapal colocado en la frente para aligerar la carga.
A la llegada de los españoles, las veredas se ampliaron cubriéndose con pequeñas piedras en toda su amplitud, conocidos como caminos de empedrados o de herradura, de gran uso para los animales de trabajo quienes iban cargados con los implementos de trabajo: el arado, azadón, coa y semillas. Durante las cosechas se acarreaban en ellos las mazorcas de maíz, frijol y la comida para el ganado (yerba y rastrojo), en algunos casos se desplazaban carretas y carruajes.

Durante la colonia española surgieron los caminos reales, los cuales unían a ciudades distantes por donde se desplazaban los carruajes con carga especial que adquirían ciertas clases sociales. Los primeros caminos del país enlazaron Veracruz a la Nueva España para los españoles provenientes de la Península Ibérica, el otro fue Acapulco, donde llegaba la embarcación la Nao de la China con la mercancía de Oriente (seda, papel, vasijas y figurillas de porcelana y de marfil).
Desde la época prehispánica, la Alcaldía de Milpa Alta ha mantenido una red de vías de comunicaciones abruptas, básicamente terrestres, que unían a las poblaciones del Señorío de Malacachtepec Momoxco (hoy Alcaldía Milpa Alta) para trasladarse a los tianguis de los pueblos cercanos y de la ciudad, así como de dotarse de agua potable. Estos caminos se le conocen actualmente como los «caminos viejos», por su trascendencia histórica deberían ser considerados Patrimonio de la Ciudad de México.
Queda en la memoria histórica los pueblos originarios de Santa Ana Tlacotenco, San Juan Tepenáhuac, San Jerónimo Miacatlán y San Francisco Tecoxpan, cuyos habitantes recorrían un camino que los unía convergiendo en el paraje de Noxcalco (lugar de tunas) de San Antonio Tecómitl, donde existían dos pozos de agua para uso cotidiano acarreado en vasijas colocadas en el lomo de caballos y burros. En ese mismo sitio las mujeres lavaban ropa en piedras lisas que se localizaban esparcidas en los alrededores de una tosca pileta, la cual se llenaba del vital líquido para lavar y saciar la sed de la misma gente y animales de carga[1].

Algunos de estos caminos siguen en la memoria de los ancestros como el camino que partía de San Bartolomé Xicomulco rumbo a Xochimilco, pasando por el paraje «Piedra Larga», asentamiento mexica donde se cree que fue la estancia del sumo sacerdote Huetzalin, fundador de Xochimilco, cercano a los petroglifos de Santa Cruz Acalpixcan.
Los caminos fueron fundamentales para la economía de la región por converger hacia la ciudad de México-Tenochtitlán; por ahí pasaban los pochtecas a finales del postclásico. Durante la colonia española se veían pasar las recuas cargadas en arpillas y costales, los cueros de pulque, carbón vegetal, maíz y frijol, entre otros productos del campo, además de leña, tejamaniles, vigas y morillos.
Aún en estos tiempos (esos caminos) se recorren guiados por los abuelos, son los guías que conducen a lugares lejanos como al Santuario del Señor de Chalma, donde los devotos anualmente recorren entrada las intrincadas veredas el día tres de enero los pueblos del poniente de Milpa Alta llegando en la madrugada a Topilejo para penetrarse al Chichinautzin, llegando al mítico árbol de ahuehuete el día seis del primer mes del año.

Actualmente, los pueblos y barrios de esta alcaldía mantienen los lazos de amistad y de compadrazgo con habitantes de las comunidades del estado de Morelos como Tepoztlán, Amatlán, Ocotlán y Taxco, poblados que se unen con los milpaltenses a través de fiestas y tradiciones.
Tal es el caso de San Agustín el Alto y San Mateo de Villa Milpa Alta, conjuntamente con el pueblo de San Jerónimo Miacatlán, asisten el 21 de julio recorriendo los caminos ancestrales, atravesando el bosque rumbo a Santa María Magdalena, recibidos por la mayordomía del lugar para compartir los alimentos, en reciprocidad les devuelven la visita en las fiestas patronales de Milpa Alta.
Los vecinos del pueblo de San Salvador Cuauhtenco acuden en las intrincadas veredas del monte el día 24 de junio a San Juan Tlacotenco, municipalidad de Tepoztlán, donde los peregrinos entregan los adornos florales al patrono del lugar. En reciprocidad, asisten a Cuauhtenco el 6 de agosto con motivo de la fiesta del Divino Salvador.
Recordamos a los habitantes de San Pedro Atocpan quienes caminaban rumbo a la zona lacustre de San Gregorio Atlapulco por el camino que se encontraba por donde pasa actualmente la carretera Xochimilco-Oaxtepec, hasta el 18.5 kilómetros.
Los pueblos del oriente de la demarcación llegaban al embarcadero de San Juan Ixtayopan, pasando por el vetusto camino empedrado de Maxulco, en San Antonio Tecómitl, para embarcarse en el Canal de Amecameca, alimentado con aguas provenientes de los volcanes.
Como vemos, la red de caminos prehistóricos de Milpa Alta sigue vigente. Tradición que continúa a pesar de la existencia del transporte de pasajeros y de carga aún se recorren los caminos como en el México Prehispánico.

Los abuelos de Milpa Alta mantienen en la memoria de los primeros transportes de automotores introducidos en esta demarcación. La historia oral que nos comentan es que los primeros transportes fueron pequeños, de forma abombada, recorrían lentamente los caminos de terracería de los pueblos del poniente desde Xochimilco al poblado de San Salvador Cuauhtenco, a estos se le conocía como «Garrapatas», por lentitud y forma[2].
Al respecto, el maestro Adán Caldiño Paz nos comenta:
«Cuando se supo que por este camino podían transitar camiones, lo abrupto y lo rudo del sendero casi se transformó en carretera, con tramos de terracería bien compactada; pendientes muy bien compactadas; pendientes muy bien empedradas, con salidas de agua. Todo este trabajo lo realizaron gratuitamente hombres, mujeres y niños de los pueblos que cruzaban, mediante su organizada costumbre precolombina del tequitl.
»La necesidad de transporte fue más grande que la rudeza y lo abrupto del camino, todo se logró con la colaboración festiva de los pueblos, de manera que a partir de 1938 año que surge el transporte las ‘Garrapatas’, la gente del terruño inició una vida diferente, aparecieron los camiones, máquinas que los campesinos observaban como si hubieran sido traídas de otro mundo.
»¡Un camión en el pueblo de Cuauhtenco! Camión que por su forma y lentitud lo bautizaron con el nombre de la ‘Garrapata’. Dos de estas flamantes ‘Garrapatas’ fueron propiedad de la familia Domínguez de San Salvador Cuauhtenco, entusiasta y rica que se preocupaba por el progreso del pueblo.
»Su recorrido era emocionante, mucha gente llegó a subirse a la ‘Garrapata’ tan sólo para sentir la emoción del nuevo modo de locomoción, y cuando por demasiado peso de la carga y poca fuerza del motor ya no podía subir la ‘Garrapata’, la noticia corría al pueblo más cercano y con la participación de todos la empujaban… ¡Pero eso sí!, los hombres que venían en el vehículo se bajaban a empujar, pero las mujeres… ¡ellas no se bajaban!»
»Años después, al irse abriendo la terracería de la actual carretera, las ‘Garrapatas’ cambiaron de itinerario y la emoción fue haciéndose mayor al incrementarse la velocidad, con lo que pronto dejarían de circular debido a que surgieron nuevos camiones con mayor capacidad y fuerza». ♦
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* Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.
Bibliografía:
«Los Garrapata, pioneros del transporte en Milpa Alta». El Sol de México, 6 de agosto de 2006.
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Tema expuesto en la casona de don Antonio de Mendoza en el pueblo de San Agustín de las Cuevas, Alcaldía Tlalpan, con motivo de su fiesta patronal.
[1] Actualmente la Secundaria de San Francisco Tecoxpan tiene el nombre de «Noxcalco» en alusión histórica de haber proporcionado el vital líquido por muchos años a los pueblos del oriente de Milpa Alta.
[2] Datos proporcionados por el maestro Adán Caldiño Paz, cronista de San Salvador Cuauhtenco.

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