La mujer a través de la historia, en el marco del año de la Mujer Indígena
Por Manuel Garcés Jiménez
Primera parte.
No podemos desdeñar el papel de la mujer a través del tiempo y espacio quienes han jugado un papel trascendental durante la historia de la humanidad. A nivel mundial se le reconoce su participación como el eje y núcleo de la familia, en la agricultura, la ciencia, el arte, el deporte, la literatura, en la organización social, ha sido y es aún fundamental su participación durante la evolución histórica del hombre, desde la organización grupal en la división natural de las actividades cotidianas conocida como la etapa del matriarcado.
En el marco del año 2025 denominado de la Mujer Indígena la recordamos desde tiempos ancestrales hasta la actualidad. Durante el México prehispánico la mujer ha estado presente en la vida cotidiana en antiguas civilizaciones como la maya, teotihuacana, mixteca, zapoteca, huasteca, mexica, entre otras, así como en culturas vivas, como la wixárica, la ñähñu (otmí) o la comca’ac (seri), además de ser la representación en la cosmovisión mexica como fue con la Tonantzin-Cihuacóatl.
Se le reconoce su actividad como sabedora en la herbolaria, como curandera, partera, consejera y organizadora del baño del temazcal. Son las abuelas, las sabias; es el cofre de conocimientos y de sabiduría popular que aplican a sus respectivas generaciones la historia oral ancestral. Son los pueblos originarios donde existieron, existen y pervivirán las mujeres que han sido el ejemplo familiar dejando un legado histórico que sería imposible de enumerarlas, por lo que no cito a incalculables mujeres, sólo algunas que han dejado una huella perene dentro de nuestra historia e historiografía.
La mujer indígena ha demostrado su talento como fue la Malintzin, Malinche o Marina (como la llamaron los invasores españoles) personaje con un amplio conocimiento con cinco lenguas dominadas, es el símbolo de la resistencia que supo convertir la palabra en un puente.
A la llegada de los españoles la trascendencia a la controvertida a Malintzin, personaje central enigmático y controvertido en nuestra historia, a quien desde el siglo XIX se le configuró como la traidora[1].
La historia, por mucho que intente rescatarse, ha estado siempre al servicio de los mecanismos del poder y de las versiones oficiales como lo narrado al otro lado del mundo durante la Edad Media, donde se decía que las mujeres tenían un lugar de inferioridad como seres de naturaleza fría que impactaba en su cuerpo, en el cerebro y sin capacidad intelectual, pero se ha demostrado que poseían enormes facultades, muchas de ellas dedicadas con una formación especializada y erudita en la edición de libros. Sin embargo, su papel e importancia histórica fue invisibilizada durante estos siglos por un discurso de la autoridad científica androcéntrica basada en los aportes masculinos.
Se ha demostrado que existieron verdaderas genios que tuvieron acceso a la cultura en bibliotecas, al estudio, a la lectura y a la escritura a través de los monasterios y los conventos femeninos europeos dedicada a una tarea que se realizaba en las bibliotecas, iluminación y decorado de manuscritos cargados de conocimientos”.
Contrario a los estereotipos que siglos después se afianzaron, las escribas de aquella época no se ocultaban y mucho menos querían pasar desapercibidas, dejando su huella en los pergaminos y dibujando su autorretrato.
Durante el México prehispánico la mujer mantuvo un lugar preponderante, tan importante que se igualaba con la misma naturaleza; sin ellas no habría fertilidad, lo cual se les consideraban como las madres de la naturaleza.
Es el libro Huehuetlahtolli donde aparecen los consejos del padre y de la madre a los jóvenes del México prehispánico. Son ambos huehuetlahtolli a la vez suma de consejos y presentación de lo que es el existir humano en la tierra. La filosofía moral del mundo náhuatl queda allí al descubierto. Los jóvenes que escuchan harán de esas palabras un tesoro. Tales pláticas, transmitidas de generación a generación, eran repetidas hasta que se grabaran en el corazón de quienes debían guiar sus vidas a la luz de los principios que allí se enunciaban.
La mujer tenía presencia importante en la sociedad, siendo el eje fundamental en la organización familiar, estaban al cuidado de los hijos manteniéndolos activos y sanos para convertirlos en seres útiles a la sociedad, además de estar preparados en el Tepochcalli o en el Calmecac. A las hijas se les enseñaban a hilar en telares, el teñido de mantas y lienzos con colores naturales, el uso de los trastos de la cocina, el metate y metlapil; el molcajete y tejolote; ollas y comales de barro; el encendido del tlecuil; la preparación de alimentos con los productos más representativos como el chile, el maíz, el frijol, el tomate, el cacao, el maguey, el nopal, los hongos silvestres, el ahuahutli y los diversos cultivos de la chinampa y terrazas de las zonas cerriles. ♦
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* Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.
Fotografía superior: Las tortilleras. Litografía de Carl Nebel, 1832. Fundación Wikimedia
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Bibliografía:
Huehuetlahtolli. Testimonios de la antigua palabra. Miguel León Portilla, Librado Silva Galeana. Secretaría de Educación Pública, (SEP) y Fondo de cultura Económica (FCE), México 1991.
[1] Octavio Paz, en su obra El Laberinto de la soledad la tachó de «La madre de esa vejación, violación y traición» fue insultada como la rajada y la chingada, y los mexicanos fueron definidos como «hijos de la nada, la violación y traición».

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