La mejor hora para la introspección, las 5 de la mañana frente al coche

• Parecería que cuando lavamos el auto les hacemos el amor… lo cual no deja de ser revelador, aunque analizando el punto llego a la conclusión que esta aseveración podría no ser del todo precisa

Por Efrén Camacho Campos

Decía uno de mis maestros de la facultad que «las cosas se personifican y las personas se cosifican», esto en relación al culto que le rendimos a los autos. Parecería que cuando los lavamos les hacemos el amor… lo cual no deja de ser revelador, aunque analizando el punto llego a la conclusión que esta aseveración podría no ser del todo precisa, en mi caso no los lavo por el hecho de darle al coche una sobadita aquí y otra allá, sino más bien por tres razones. Me levanto de madrugada todos los días, y cuando no leo o escribo, me pongo a hacer cosas en casa. Me gusta salir a disfrutar las estrellas, saludar a mis padres, sobrina, suegra y cuñados, quienes seguramente nos miran y cuidan desde el cielo. Salir a lavar el vehículo, que además de ahorrarme lo de la lavada, por eso de la denominada economía de escala, aprovecho para escuchar música de mi agrado, como es el caso de los maestros Serrat, Cortez, Sabina y eventualmente Canned Heat o Wishbone Ash, quienes me ponen muy prendido (whatever that means…).

Ma belle femme me regaña por salir de madrugada, que seguramente ya estoy chocheando, que me voy a enfermar, lo cual es probable, pero nada comparable con voltear al firmamento, admirarlo –tratando de descubrir si realmente en cada lucero habitan las almas de quienes nos han antecedido en el viaje final–, o bien, pensando en la felicidad implícita al admirar la naturaleza, los amaneceres, y no en esa que presumiblemente nos otorga la acumulación de bienes materiales. Cuánta razón tiene Antoine de Saint-Exupéry: lo esencial es invisible a la vista. En El Principito, «las estrellas tienen un significado muy especial y aparecen en varios momentos clave de la historia, como símbolos de belleza, misterio, consuelo y conexión emocional».

Es precisamente en la cuestión emocional de los adultos mayores en la que centraré esta colaboración, fundamentado en la revisión de literatura especializada y en algunos sitios disponibles en las denominadas redes sociales. De acuerdo con la página Población de México – 2025 – Geodatos (fuente no oficial de datos estadísticos; es un sitio web que ofrece información geográfica, mapas, datos estadísticos y comparativos de ciudades y países de todo el mundo), nuestro país cuenta, a octubre del año en curso, con una población de 130.5 millones, lo que nos ubica por tamaño poblacional, a nivel mundial, en el puesto número 11. De los cerca de 131 millones de personas, 17.1 millones somos adultos mayores, es decir, un 12.8% de la población total, donde «las mujeres representan cerca del 55% de la población adulta mayor. Tienen mayor esperanza de vida, pero también enfrentan más años de viudez y dependencia económica. Los hombres constituyen el 45%. Aunque tienen menor esperanza de vida, suelen tener mayor participación en actividades económicas hasta edades más avanzadas».

Conviene recordar que se considera a las personas como adultos mayores, a partir de la edad de 60 años y, como dato duro, pero muy duro (sin albur), la esperanza de vida al nacer es de 75. 4 años, así que apurémonos a disfrutar el kilometraje que nos resta, eso sí, pensando siempre en tener todo en regla, como es el caso del testamento, a efecto de «no dejar problemas, para que luego los hijos se anden peleando», según me han platicado.

La problemática inherente a los adultos mayores es cada día más evidente (salud, pobreza y maltrato) y, en consecuencia, existen intervenciones en favor de quienes ya frisamos canas en el cabello, o bien, carecemos del mismo, como es el caso de los programas de bienestar social, los cuales no son un asunto menor y aunque en algunos casos se minimiza su propósito, dizque porque son populistas, ayudan en algo o en mucho a la economía de este sector de la población mexicana.

En cuanto a la parte emocional, considerando que es una realidad lo que el maestro Serrat señala en su canción Llegar a Viejo, «los ancianos enfrentan el olvido, tanto el propio –por la pérdida de memoria– como el social, al ser marginados o ignorados por el resto de la sociedad», lo que indudablemente repercute en nuestra estabilidad emocional. Hay que recalcar que la estabilidad emocional «es necesaria porque fortalece nuestras relaciones, mejora el bienestar psicológico y nos ayuda a sentirnos comprendidos y acompañados». Sin pretender ser un conocedor en la materia, en lo personal ha funcionado el sentirme útil en casa, buscando arreglar los desperfectos que se susciten en casa: una gotera, un cambio de focos, podar el jardín, compra de víveres, tender la cama, barrer y, ocasionalmente, preparar el desayuno.

Ya en ocasiones anteriores me he referido a la importancia de realizar un poco de ejercicio. Generalmente, los doctores recomiendan caminar 30 minuto diarios y hacerlo muy temprano es muy reconfortante. Los amaneceres siempre nos animan a seguir adelante. Pero, sobre todo, no olvidar que el leer y escribir es una magnífica práctica para ejercitar nuestro cerebro, los recuerdos siempre son como una chispa de energía. Asistir a museos, conferencias, conciertos, viajar y, si tenemos la fortuna de asistir a algún bailongo, hagámoslo como cuando teníamos 15 años. Sintámonos jóvenes, libres, con ganas de continuar por esta vida. ¡Hasta la próxima! ♦

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