Un cisne va al cirujano… Combatamos la «violencia estética»

• Combatir la «violencia estética» requiere de un esfuerzo como familias, sociedades y gobiernos, para sensibilizar y educar a quienes propaguen estos modelos hegemónicos de belleza

Por Larissa Calderón

El patito feo es el cuento clásico de escritor danés Hans Christian Andersen, publicado en 1843. Es un texto original del autor que se ha convertido en canon de la literatura infantil y más allá; ha quedado en el ideario colectivo, se ha escrito y reescrito una y mil veces, que ya no necesitamos recurrir al texto, podemos narrarlo sin necesidad del apoyo gráfico.

Un hermoso verano, una pata empollaba pacientemente su nidada, cuando empezaron a eclosionar, salieron hermosos y perfectos patitos amarillos, pero se dio cuenta que faltaba por nacer un huevo, el cual tardó en salir, pero esta vez se trataba de un patito más grande, más feo y más gris que los otros. Y aunque no muy convencida, porque no había visto otro patito igual, decidió amarlo porque era su hijo.

Sin embargo, el pobre patito no corrió con la misma suerte con el resto de los seres de su entorno, era rechazado y señalado constantemente, incluso por sus hermanos. Hasta que decidió huir, en su viaje encontró que no era más grande, ni más feo, ni más gris que el resto de los patos, ni siquiera era un pato, era un hermoso cisne.

Pero que hubiera pasado si el patito hubiese vivido en nuestros tiempos, quizá a la mamá pata se le pudiera ocurrir llevarlo al cirujano plástico para que le achiquen el cuello, le achaten el pico y le corten las alas. Como a Paloma Nicole, la niña de catorce años que en el estado de Durango fue sometida a una cirugía estética en la que se le pusieron implantes mamarios, se le hizo una liposucción y una lipotransferencia de glúteos. Provocando la muerte de la menor. El cirujano era su padrastro y la asistente médica su propia madre, y según consta, sin la autorización ni conocimiento del padre biológico quien conservaba la custodia compartida.

En entrevistas, el padre menciona que la niña tenía una vida plena, era capitana de un equipo de voleibol, jefa de grupo de su secundaria y una buena estudiante. Facetas que no parecieron ser suficientes para que la madre dejara de creer que necesitaba cambiar algo en su hija adolescente. Con el pretexto de que en enero cumpliría 15 años, edad que, por usos y costumbres, las niñas en México pasan a ser mujeres.

Pero esa transición no solamente conlleva un lindo vestido y una fiesta concurrida, sino la enorme carga de lo que significa ser mujer, con todos los estereotipos y mandatos de feminidad, sobre todo el de la belleza. Una vez leí la frase «los estándares de belleza son fascistas e inalcanzables». Y gracias a ella pude transitar más libremente por la juventud.

María de Jesús López Alcaide, socióloga de la UNAM, explica cómo la «violencia estética» ha afectado a las mujeres. Si entendemos por «violencia estética» la imposición de ciertos estándares estilísticos para ser considerada bella y que son parte de un sistema de prácticas y creencias que espera que las mujeres posean un modelo hegemónico de cuerpo.

Nos muestra cómo la «violencia estética» se intersecciona con otras formas de discriminación. Porque la belleza se juzga desde una visión sexista, racial, gerontofóbica, gordofóbica y de clase.

Pero la socióloga López Alcaide soslaya el hecho de que los hombres también puedan ser blanco de este tipo de violencia, cuando sucesos recientes nos dan atisbos de que se está gestando desde las redes sociales una versión extrema de la «violencia estética» que también afecta a los hombres, en especial a los más jóvenes.

El 22 de septiembre en la Ciudad de México, en el plantel sur del Colegio de Ciencias y Humanidades de nivel bachillerato de la UNAM, un estudiante de 19 años asesinó con una arma blanca a Jesús Israel, un adolescente de 16 años, e hirió a un trabajador del plantel. Rápido trascendió que Ashton «N», hoy en prisión preventiva, era parte de una subcultura de internet, llamada Incel (Involuntary celibate, célibe involuntario). Responden a una tergiversada teoría en la cual un grupo reducido de hombres de belleza hegemónica, tiene acceso a la mayor parte de las mujeres, dejando al resto como parias del amor y el deseo.

En esa teoría machista y misógina, esa mayor parte de mujeres únicamente se refiere a las que cumplen con los estándares de belleza establecidos y normalizados en nuestras sociedades.

No es por casualidad el éxito de Adolescencia (Philip Barantini, 2025), serie británica de la plataforma Netflix, que nos muestra a un niño de 14 años detenido por asesinar a una compañera de clases, y cómo esto afecta a su familia, pero en especial a su padre y al jefe de la investigación. La víctima, su familia y las mujeres, como la madre y hermana del acusado, quedan en un segundo plano o totalmente invisibles en esta serie, la cual propone que el problema está únicamente en el internet donde los niños, niñas y adolescentes pasan la mayor parte de su tiempo y acceden a tribus donde son captados por ideologías dañinas y enajenantes.

Combatir la «violencia estética» requiere de un esfuerzo como familias, sociedades y gobiernos, para sensibilizar y educar a quienes propaguen estos modelos hegemónicos de belleza, principalmente los medios masivos de comunicación, publicidad, las industrias del cine y la moda, que son los principales generadores de la percepción de lo que es bello y lo que no. Exhibir y sancionar a quienes inciten al odio, acosen y agredan verbalmente; pero, sobre todo, enseñar a amar nuestros cuerpos, nuestra diversidad, sin tener que cumplir ningún parámetro establecido. Formar a los niños, niñas y adolescentes en todas sus capacidades, y permitir un sano y libre desarrollo. ♦

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