Las «garrapatas», los primeros transportes populares de Milpa Alta

• Era un camión que a partir de 1938 fue bautizado como la «garrapata», en la que se transportaba la gente de San Salvador Cuauhtenco a Xochimilco. Después aparecieron los camiones, máquinas que los campesinos observaban como si hubieran sido traídas de otro mundo

Por Adán Caldiño Paz | Revista Nosotros, número 96 | Septiembre de 2006

Había un camino de herradura por donde los hombres y los animales de carga transitaban a Xochimilco, población bonita y mercado de mucha importancia para los pueblos de la montaña de Milpa Alta, en el que se compraban y vendían los abastos más apremiantes para satisfacer las necesidades de los lugareños.

El camino era abrupto, rudo, silencioso y triste. Por él caminaron los campesinos, parecidos al personaje de la canción que dice: «Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad…» Campesinos, también toscos caminando con ilusiones y tristezas; esperanzas y desengaños. Unos con presunciones, los más con sus pobrezas, pero al fin, pobres y ricos, por el camino más corto que los llevaba a Xochimilco.

Se pasaba por lugares de naturaleza hermosa donde las toronjas, de los encinos en primavera, lucían como bellos aretes colgantes de un rostro de mujer campirana. También se cruzaban parajes de romance y otros de descanso, como San Lorenzo Atemoayan, la Piedra Larga, Hueitepec, Santa Cecilia Tepetlalpan, Loma de Tlamacazco, Citlalcoac, Tlaltechalco y Cuauhtenco.

Cuando se supo que por este camino podían transitar camiones, lo abrupto y lo rudo del sendero casi se transformó en carretera, con tramos de terracería bien compactada; pendientes muy bien empedradas, con salidas de agua, y todo este trabajo lo hicieron gratuitamente hombres, mujeres y niños de los pueblos que cruzaban, mediante su organizada costumbre precolombina del tequitl.

La necesidad de transporte fue más grande que la rudeza, y lo abrupto del camino, todo se logró con la colaboración festiva de nuestros pueblos; de manera que a partir de 1938, año cuando surge el transporte conocido como «las garrapatas», la gente de nuestro terruño dio inicio con una vida diferente. Aparecieron los camiones, máquinas que los campesinos observaban como si hubieran sido traídas de otro mundo, y esto sucedía no porque nuestra gente no conociera los camiones, pues muchos ya los habían visto en la Ciudad de México o en Xochimilco. Lo misterioso e increíble era ver una máquina de esas en los reducidos caminos de nuestros pueblos; sin embargo, la realidad se impuso.

¡Un camión en el pueblo de Cuauhtenco! Camión que, por su forma y lentitud (dicen muchos), fue bautizado con el nombre de «la garrapata». Otros dicen que el chofer que la manejaba tenía por apodo precisamente el de «la garrapata», y que la gente que esperaba a trasladarse a Xochimilco, con emoción decía «¡ya viene la garrapata!»

Por lo que haya sido, así se les llamó a los tres camioncitos que dieron inicio con el transporte por el camino de nuestros pueblos… «las garrapatas».

Dos de estas flamantes «garrapatas» fueron propiedad de la familia Domínguez, nativos de San Salvador Cuauhtenco; entusiasta y rica familia que se preocupaba por el progreso de Cuauhtenco. Por ello, los viejos del pueblo guardan sincera gratitud a la memoria de las hermanas Concepción, Guadalupe y Tomasa Domínguez Gutiérrez, a quienes viejos y jóvenes debemos agradecer a esta familia que tuvo la osadía, el arrojo y los recursos para empujar a nuestro pueblo vía la mecanización hacia la modernidad.

Volviendo con las «garrapatas», su recorrido era emocionante, pues mucha gente llegó a subirse a la garrapata tan sólo para sentir la emoción del nuevo modo de locomoción; y cuando por demasiado peso de la  carga y poca fuerza del motor ya no podía subir la garrapata, la noticia corría al pueblo más cercano y la participación de la gente era tanta que solían ser más los que empujaban que los que cargaba… Pero eso sí, los hombres que venían en el vehículo se bajaban a empujar, pero las mujeres, ellas no se bajaban. Como para no perderse un instante de un viaje en «garrapata».

Años después, al irse abriendo la terracería, las garrapatas cambiaron de itinerario y la emoción fue haciéndose mayor al incrementarse la velocidad en la casi terminada carretera, con lo que pronto dejarían de circular debido a que surgieron nuevos camiones con mayor capacidad y fuerza.

Allá por el año de 1947 fue herido de bala el señor Crescencio Ramírez Almazán, y de inmediato fue trasladado a Xochimilco, con el doctor Rosas. Y prodigio de la ciencia, porque su traslado se realizó en una «garrapata». Después del susto colectivo que se vivió en Cuauhtenco, la gente preguntaba:

—«¿Cómo sigue don Crescencio?»

La respuesta era la siguiente:

—«Del balazo ya se alivió, sólo le quedan los golpes del brincoteo que le causó la ‘garrapata’ durante su traslado».

Más adelante, el último suceso: En la víspera de la fiesta de Pentecostés en San Pablo Oztotepec, «¡último viaje de la última garrapata!» Se volcó en una curva y quedó colgada en los árboles que destrozó en la orilla de la barranca. Ese accidente marcó el fin de las garrapatas. Pero a pesar de ello, en nuestros pueblos, quedan hasta la fecha los inolvidables recuerdos de los primeros transportes populares del poniente de la delegación Milpa Alta: las garrapatas. ♦

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Cronista oriundo de San Salvador Cuauhtenco

Adán Caldiño Paz (30 de mayo de 1938, San Salvador Cuauhtenco, Milpa Alta) es egresado de la Escuela Nacional de Maestros y licenciado en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido un acusioso investigador de la historia y toponimia de Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco y demás lugares de la región. Asimismo, de temas como los bienes comunales de San Salvador Cuauhtenco, su tierra natal. Es colaborador de la Revistas Nosotros, con prolífica obra publicada, y ha recibido diversos reconocimientos por su labor educativa y cultural.

Portada de la Revista Nosotros número 96 correspondiente al mes de septiembre de 2006

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