Opinión | Cuando los procedimientos se imponen al sentido común
Por Efrén Camacho Campos
Para este fin de año me propuse hacerme un regalo, consistente en cambiar mi equipo de cómputo –lo cual ya realicé hace un par de semanas–, pero no consideré que al hacerlo tendría que cambiar también mi vieja impresora, misma que tengo desde el año 1999, debido que ya no es compatible con la laptop que adquirí, a pesar de que esta antigua LaserJet aún funciona y que al intentar instalarla, desplegué todos mis conocimientos en informática, bajé los controladores o drivers de la plataforma del fabricante y… ¡nada! Tras concluir, luego de haber llegado al límite de mi incompetencia en la materia, recurrí a varios jóvenes amigos, versados en tecnologías de la información y… ¡nada nuevamente! La conclusión a la que llegué fue que era mejor adquirir una impresora ad hoc para la nueva computadora.
Después de consultar la cartera y realizar un breve estudio de mercado, seleccioné la impresora por comprar, nada complicada, simplemente adecuada para mis necesidades de impresión, como son las colaboraciones para la revista NOSOTROS, trabajos escolares de mi nieto, presentaciones de mi hija para sus estudiantes y alguna otra documentación requerida.
Con todos los elementos analizados, procedí a realizar el pedido del equipo a través de la empresa Mercado Libre, dado que esta plataforma me ha resultado confiable, desde la época de la famosa pandemia, cuando nos vimos orillados o fuimos obligados a modificar nuestros esquemas de compra y que alguien con la visión necesaria, aprovechó la coyuntura del momento para posicionarse en el mercado y satisfacer las necesidades de productos y servicios de las personas, quienes por temor a contagiarnos dejamos de acudir a lugares concurridos, como son los centros comerciales y, en consecuencia, de manera gradual fuimos incrementando el uso de dichos sistemas de comercio electrónico.
De acuerdo con el procedimiento establecido, solicité el equipo seleccionado, incluso bajo la promoción de meses sin intereses. Se me informó que llegaría a mi domicilio dos días después. Una vez que confirmaron, a través de mi correo electrónico, que mi pago había sido autorizado, me solicitaron que escribiera una palabra clave, misma que debería repetir cuando el servicio de mensajería llegara a hacer la entrega correspondiente. Dos días después, tal y como se me indicara previamente, se me informó que mi producto sería entregado ese mismo día. Y como dice más o menos la canción del maestro Sabina: y me dieron las seis, las siete, las ocho, las nueve, me fui a dormir porque no llegaba mi compra. Al rato, ma jolie femme me despertó abruptamente, debido a que la famosa palabra clave que envié no coincidía con la que el repartidor traía registrada, y por más que le mostré la que escribí a Mercado Libre y, asimismo, presentarle mi credencial de elector, se negó a dejarme la impresora, argumentando que los procedimientos establecidos así lo mandataban y que a fuerzori tenía que repetirle el término consignado en su teléfono celular.
Todavía, tal vez con la intención de que se me bajara lo enchinchado, me ofreció comentarlo con su supervisor y si lo autorizaba, regresaría más tarde a dejar la caja de embalaje de cartón correspondiente. Al día siguiente me asomé, no había ninguna caja, y empecé a preocuparme por mi dinero, en más de cinco años de comprar en esta negociación, era la primera vez que me sucedía algo así. Sin embargo, unas horas después recibí mensaje indicándome que: «No pudimos entregar el paquete. Ya enviamos los $$$$ pesos mexicanos del reembolso a tu tarjeta», lo cual me tranquilizó momentáneamente, es decir, lo estaré totalmente hasta no comprobar la devolución monetaria en el próximo estado de cuenta de la tarjeta de crédito que utilicé para el caso.
Todo lo anterior me hizo pensar en lo cuadrados que a veces somos los seres humanos, sobre todo porque los negocios de cualquier tipo fincan su permanencia y éxito comercial, precisamente en el volumen de ventas que tienen. Tal vez la venta que no me hicieron, porque no coincidía mi palabra clave con la de ellos, no signifique mucho en términos monetarios, pero creo que sí puede pintar si al mismo tiempo se estuviera replicando la misma situación a nivel nacional, por lo que considero que estas empresas comercializadoras de productos y servicios deben poner mayor atención en este punto, el de la entrega oportuna de lo solicitado, previa comprobación fehaciente que se es la persona compradora y no regirse estrictamente por la denominada palabra clave.
En mi caso, un equipo de impresión, pero ¿qué tal si se tratara, por ejemplo, de medicamentos o dispositivos médicos, esenciales para preservar la salud? Hay que recordar que lo que diferencia a un proveedor de otro, es el servicio que ofrece y no siempre son los precios. Ahora entiendo a la perfección cuando se asegura que el sentido común, es el menos común de los sentidos.
Por otra parte, al margen de esta experiencia, debo reconocer la efectividad de este modelo de negocio, el cual básicamente «funciona como un ecosistema digital que integra comercio electrónico, servicios financieros, logística, publicidad y soluciones para vendedores. No es sólo un marketplace: es una plataforma completa que conecta a compradores y vendedores y facilita todo el proceso de compra, pago, envío y postventa».
Para quienes pudieran estar interesados en incorporarse a un esquema conocido como comercio electrónico o Marketplace, les comparto la información recuperada en fuentes de información, sobre los pasos a seguir para afiliar su comercio a Mercado Libre: Guía fácil: cómo convertirse en afiliado de Mercado Libre. ¡Mucho éxito!
Aprovecho para desear a todos los seguidores de nuestra prestigiosa revista NOSOTROS, una feliz temporada decembrina y un Año 2026 pletórico de retos y de aprendizaje. ¡Hasta la próxima! ♦

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