Tetelco, pueblo de atoleros

En ese poblado se desarrollaron enormes, longevos y míticos árboles de ahuehuete (viejos del agua) característicos de estas zonas húmedas

Por Manuel Garcés Jiménez | Nosotros Núm. 75 | Diciembre de 2004

Como todos los pueblos del Distrito Federal, el origen de San Nicolás Tetelco, localizado al sur oriente de la delegación Tláhuac, data del México prehispánico, y el vocablo del nombre Tetelco proviene del náhuatl tetelli, de tetl-piedra y del locativo co, lugar, lo que vendría a significar: «en el montón de piedras».

Algunos estudiosos de topónimos le dan el significado de «tetelcoatl», que traducido sería: «donde existen serpientes». Otros más argumentan que proviene de la raíz teotl, tezontle, y cotl montón; es decir, el «montón de tezontle».

Para salir de la duda nos apoyamos en el libro Nombres geográficos de México, de Cecilio A. Robelo, quien establece textualmente que «los mexicanos llamaban teocalli o teopantli al templo bien construido y de nuevos materiales, y a los construidos de madera, de adobe, de tierra o de piedras hacinadas, los llamaban xantetelli, cuauhtetelli, tlaltetelli o simplemente tetelli…» En base a este análisis podemos inclinarnos por el de «Tetelli», que al paso de los años se transformó simplemente en Tetelco, en el sentido que todas las palabras nahuas no fueron pronunciadas exactamente por el conquistador español como lo realizaba el indígena. Además, debemos tomar en cuenta las transformaciones que va teniendo el lenguaje a través del tiempo.

Se tiene conocimiento que el poblado de Tetelco, originalmente se llamó «Tetelzingo de los Ahuehuetes»; así lo establecen algunos documentos. Esto debió ser porque ahí se desarrollaron enormes, longevos y míticos árboles de ahuehuete (viejos del agua) característicos de estas zonas húmedas. De ahí el nombre original.

Los habitantes del poblado se caracterizaron por dedicarse a las actividades relacionadas con el campo chinampero, esto es, al cultivo de hortalizas. Sus tierras fueron abastecidas por varios «ojos de agua» de donde brotaba a borbotones el transparente líquido, hábitat de cantidades considerables de animales propios de agua dulce, como acociles, pescado blanco, ajolotes, carpas y ranas.

De acuerdo con la historia oral narrada por los habitantes oriundos de esta tierra, el poblado fue habitado originalmente por personas de Mixquic que eran castigadas por cometer algún delito. Eran desterradas y enviadas a Tetelco.

Durante el periodo del Porfiriato concurrían a Tetelco docenas de peones libres, los cuales trabajaban en la famosa Hacienda de los Ahuehuetes de Santa Fe, dando lugar a que se apostaran en la entrada principal de la hacienda algunas mujeres campesinas que ofrecían en las primeras horas del día los tamales, café y atoles de sabores en enormes ollas de barro conocidos como «nixcomiles». Se mantenía el calor sobre anafres apostados en un montón de brazas ardientes.

Al saborear las delicias del maíz que realizaban estas mujeres y ante el bullicio popular que esto ocasionaba, a los vecinos de los pueblos circunvecinos les vino por lógica ponerles el sobrenombre de «atoleros» a los habitantes de Tetelco. No en un sentido peyorativo, sino por la misma actividad que a diario se repetía, de manera que todavía se dice cordialmente que Tetelco es un «pueblo de atoleros».

En ese sentido, hace varios años y con motivo del 10 de septiembre, fiesta del santo de la devoción católica, San Nicolás de Tolentino, los vecinos organizaban la feria del atole en el Jardín «Emiliano Zapata», donde se tenía la oportunidad de saborear una gran variedad de atoles a los que había que acompañar de unos exquisitos tamales. Lamentablemente esta feria fue efímera, pero ojalá y se volviera a organizar, ya que además de la derrama económica que esto origina se estrechan los lazos de cohesión entre familiares y vecinos del lugar.

19433585_10209118059019936_737453501_n

Pobladores de Tetelco que participaron en la Revolución a la sombra del fresno

Partiendo del poblado de San Antonio Tecómitl, en la delegación Milpa Alta, rumbo a Chalco, se presenta una carretera recta de casi dos kilómetros de largo, la cual culmina con una curva donde se puede ver, a la izquierda, con rumbo a San Juan Tezompa, los vetustos paredones, por cierto a punto de caerse, destruidos por el tiempo y la incuria de las autoridades, tanto local como delegacional, de lo que fue la portentosa Hacienda de los Ahuehuetes de Santa Fe.

Hasta donde se tienen evidencias fehacientes respecto a su construcción, ésta ya existía desde el año de 1703, cuando el señor Juan de Uriarte la vende a don Francisco de Ceballos, contrato de compra que aparece en el Archivo General de la Nación y citado por don Refugio Palacios en el libro Historia de San Nicolás Tetelco (1534-2000), que dice: «Presentado en la ciudad de Xochimilco por Francisco de Ceballos el 19 de mayo de 1703 para que se le diera posesión de la Hacienda de Santa Fe de los Ahuehuetes conforme a sus títulos».

Con estos elementos podemos asegurar que la hacienda fue uno de los primeros inmuebles de su tipo que se construyeron a finales del siglo XVII en el sureste del Distrito Federal, cuya finalidad fue explotar las tierras fértiles que se encuentran en las faldas del cerro del Ayaquemetl y acelerar la tala irracional del bosque.

Las crónicas indican que años después fue adquirida por el señor Agustín Marroquín, quien seguía manteniendo una cantidad considerable de peones cautivos y otros más libres. Estos últimos sólo en la época de temporal agrícola se presentaban a laborar ante la necesidad de obtener más centavos.

Quien planeó la construcción de esta hacienda tomó en cuenta la ubicación del terreno por estar estratégicamente bien comunicada para poder agilizar las mercancías por el lago de Chalco y rumbo a «tierra caliente»; por un lado, existía un puerto de canoas que transportaban lo producido en chinampas y embarcadas rumbo a los mercados de la Ciudad de México; Tlatelolco y Jamaica; pero además, a partir de este lugar se mantenía la comunicación con Oaxtepec, en el estado de Morelos, a través de caminos rústicos conocidos como de herradura que pasaban en las inmediaciones del cerro Ayaquemetl y del pueblo de Santa Ana Tlacotenco.

En la Historia de San Nicolás Tetelco, Refugio Palacios Ruiz rescata del Archivo General de la Nación la cédula de nacionalización de los bienes de la Hacienda Santa Fe Tetelco. Dato por demás interesante, ya que señala la fecha de 22 de mayo de 1915, donde el jefe de las armas del poblado, el señor Lázaro García Montoya, da a conocer la restitución de tierras de la hacienda perteneciente en ese momento al señor Mariano Yáñez. Documento de gran valía porque se demuestra el resultado positivo de la Revolución, acción justificada por la sangre campesina que corrió por los surcos y cientos de campesinos muertos que ofrendaron su vida para obtener  un pedazo de tierra donde sembrar y con esta hacer efectivo el lema de «Tierra y libertad».

Es interesante saber que el señor Lázaro García Montoya fue jefe de armas de Tetelco, y es avalado por el General Emiliano Zapata, jefe del supremo ejército libertador para la restitución de las tierras usurpadas por los hacendados, científicos y caciques, a la sombra de la tiranía y de la justicia venal, por el cual declara los bienes de aquellos que de una manera directa se tuviera opuesto a los fines perseguidos por el Plan de Ayala.

No toda la hacienda fue repartida en esta primera etapa, por lo que se tiene conocimiento que el último dueño fue la señora Carolina Bate viuda de Domínguez, quien mantenía aún cierta cantidad de peones.

Después de la lucha armada los vecinos del poblado de Tetelco, así como de los pueblos circunvecinos, se ampararon bajo el decreto de la ley del seis de enero de 1915, emprendiendo un movimiento de grandes dimensiones para la repartición de las tierras, haciendo efectiva el lema de Zapata: «La tierra es de quien la trabaja». Por lo tanto, los nativos de San Nicolás Tetelco fueron partícipes de la segunda repartición de tierras que se empezó a dar un 12 de junio de 1922, estando a cargo de un grupo de campesinos, como presidente Juan Aldarete; secretario Pánfilo García; secretario Teodocio Arenas, y como vocales Manuel Martínez y José Palma, entre otras personas.

El recuerdo de los hombres pro zapatistas nativos de Tetelco no deberán de pasar desapercibidos, ya que lucharon hasta ver finalmente repartida la hacienda, algunos o muchos ya no vieron su propósito y otros más alcanzaron grados militares por sus acciones valerosas en el campo de batalla, citamos a los señores Luis Hernández Arenas, Juan Mancera, Juan Laguna Hernández, Catarino Nava y el general Maximiliano Vigueras, el Xoco. Pero también les rendimos homenaje a los caídos en el movimiento revolucionario y de quienes jamás sabremos sus nombres.

Finalmente, de acuerdo con una copia debidamente cotejada y certificada con fecha del cinco de abril de 1939, aparece la firma del delegado del Departamento Agrario, quien aclaraba que la ex hacienda de Santa Fe originalmente tenía una superficie de mil 562 hectáreas y 52 áreas de terreno. De estas tierras, 514 hectáreas pasaron directamente a formar parte de los ejidos de Tetelco, Tecómitl y San Juan Tezompa, estado de México. Este repartimiento fue dado a conocer el día uno de febrero de 1930, en el periodo presidencial de Emilio Portes Gil.

Encuentro de un pergamino de 1720

19441470_10209118059059937_2007941828_n

Nazareno que por muchos años estuvo abandonado

Nuestro territorio nacional se encuentra cubierto por una gama de inmuebles construidos en los primeros años del México colonial. Son tantos que le han dando rostro propio a nuestra historia, por lo que forman parte del patrimonio histórico, no importando su dimensión. Cada uno es un tesoro artístico, por su arquitectura, archivos, obras de arte, pinturas, retablos e imágenes de muy buena talla, todas ellas invaluables tesoros históricos para los mexicanos.

Entre esos inmuebles encontramos la iglesia del pueblo de San Nicolás Tetelco, construida en el siglo XVII por los frailes franciscanos bajo la advocación de San Nicolás de Tolentino, localizada frente al Jardín «Emiliano Zapata Salazar».

Por su tamaño la podemos considerar como el más pequeño de la demarcación; su antigua construcción en forma de cruz y la arquitectura plateresca fueron los elementos necesarios para ser considerada como monumento histórico en el año de 1986.

En el altar mayor aparece la escultura de San Nicolás Tolentino elaborada artísticamente de madera estofada (posiblemente) en el siglo XVIII, con una altura de 1.70 metros y 0.60 centímetros de ancho. En su interior aparece un estrecho sotacoro con algunas imágenes de reciente manufactura, a excepción de un Jesús Nazareno, elaborado en el siglo XVI con caña de maíz, que guarda celosamente en su interior un pergamino fechado en el año de 1720. Verdadero tesoro sacro, tanto para historiadores como feligreses.

Comentan los encargados de la iglesia que en su interior por muchos años estuvo abandonado este Nazareno, lo mismo que el inmueble totalmente deteriorado con grietas por doquier donde se escurría el agua de lluvia, así como paredes, bóvedas y aplanados desprendidos, motivo por el cual se integra el Patronato para la restauración del inmueble donde el señor Ramiro Jurado Vigueras y un grupo entusiasta de personas fueron el motor para recabar el dinero necesario a fin de realizar los trabajos de restauración con la asesoría del INAH.

Para ello se contó con el apoyo moral del sacerdote que tiene a su cargo el templo, Loreto Ramos Roldán, quien fue determinante para lograr el objetivo trazado por los feligreses del poblado.

En la restauración del Nazareno podemos considerarlo como algo casual. Así lo comenta el señor Ramiro Jurado, quien nos narra que en una de tantas visitas realizadas por el personal del INAH detectaron la presencia de un bulto cubierto con una sábana, al descubrirla los expertos valoraron la magnitud de tan interesante escultura que databa posiblemente del siglo XVII, por ese motivo se realizó su restauración nuevamente con el apoyo económico del mismo poblado.

El tiempo y la incuria fueron los cómplices para que se fuera deteriorando el Nazareno, elaborado de bagazo de caña de maíz, de tal manera que le faltaba una parte de la barbilla, el lóbulo de la oreja, carecía del ojo derecho, una mano totalmente sin dedos y la otra con los dedos cercenados y pies mutilados.

Queda demostrado que el descuido y los años no pasan en balde, pero por fortuna el restaurador Leobardo Aboytes Ayala empezó su trabajo profesional con la aplicación en toda la imagen de pentaclorofenol con paraloid B-72 para la eliminación de insectos y termitas, los dedos de los pies así como de las manos se repusieron con madera de colorín, se repuso el ojo realizado en burbuja de vidrio pintado a mano, lo mismo que el diente de material de hueso, se eliminó el barniz viejo con solventes, se resanaron las partes donde hacía falta con blanco de España, y finalmente se aplicó el barniz brillante en todo el cuerpo para su reintegración del color apegándose al original.

La imagen ya rehabilitada aparece como de reciente manufactura, pero lo interesante de todo este trabajo es que durante su restauración se encontró en el interior del cráneo un pergamino enrollado con un texto redactado en antiguo español, donde se hace notar que la imagen ya había sido restaurada en el año de 1720 por Juan Ambrosio Pincel, nativo del barrio de Santiago Tlatelolco. Esto nos hace pensar que por lo menos en 284 años el Cristo no había tenido mantenimiento alguno.

Pero vayamos directamente al texto paleografiado por el etnohistoriador Raymundo Flores Melo, integrante del Consejo de la Crónica de Milpa Alta, quien al traducirlo respeta la ortografía de aquel tiempo:

«En el año de 1720. Se renovó ésta ssantisima ymagen de Jessus de nazareno de nuevo todo el ssantísimo Cuerpo Por el maestro Don Juan Ambrozio Pincel. y a costa y mención de Don Miguel de los Santos y doña Antonia Herriqueta de la rrosa  Su espossa = Mayordomo de este presente año, Y costo de la manufactura treínta y sínco pessos Y sínco rreales todo a costa de dicho mayordomo Actual. Y Por mandato de Nuestro muí Reverendo Padre fray Manuel de Argüello. Síendo guardían de la parroquía de Santa Cruz Acatlan = Y se trauaxo para renovar la santíssima ymagen en casa de dicho  Don Míguel que es en santísima ymagen en casa de dícho Don Miguel que es en tlach quac. Y para que conste lo firmo un testígo por el dicho mayordomo estando presente Don Josseph Corona del Varrio del de Soloco =  Y es fecha oy juebes en el dicho Barrio de Tlach Cuaque a 29 dias de el mes de agosto de 1720 años = Don Miguel de los Santos».

«Mayordomo de Jessus de Nazareno (rúbrica) Don Josseph Corona (rúbrica) el Maestro Pínzel es natural del Barrio de santiago tlatilulco».

Cabe señalar que mientras no se terminen totalmente las obras de restauración del templo, se determinó que el Nazareno estuviera en resguardo en la casa de la profesora Raquel Vigueras Galarza. La imagen la encontramos como nueva, con peluca donada por los habitantes de Yautepec, estado de México. La profesora recuerda a su señor padre Adán Vigueras Felisola**, quien por muchos años visitó la imagen de ese poblado ofreciéndole flores, música y cohetes y como correspondencia a esta buena voluntad le fue obsequia la peluca que originalmente estaba reservada para El Señor de las Agonías del citado poblado.

19441213_10209118058899933_1080602469_n

El señor Adán Vigueras Filisola, nativo de Tetelco

Con estos tesoros artísticos e históricos, la crónica del Distrito Federal se va hilvanando y fortaleciendo la misma historia de los poblados del sureste del DF.

Al conocer a fondo la historia de algún lugar, principalmente donde desarrollamos nuestra vida cotidiana, llegaremos a entenderla, comprenderla, quererla y amarla; elementos esenciales para trazar el rumbo que le depara a las actuales y futuras generaciones de mexicanos. ◊

_____

Fuentes Bibliográficas:

Justo Sierra, Carlos. Tláhuac. DDF, Delegación Tláhuac, México, 1986.

García Quintana, Josefina. Tláhuac -informa-. Monografía histórica de Tláhuac, DF. 1972.

Robelo, Cecilio A. Diccionario de náhuatl. Impreso del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. México, 1911.

Palacios Ruiz, Refugio. Historia de San Nicolás Tetelco. México, 2000.

Templo de San Nicolás: en San Nicolás Tetelco (álbum fotográfico). Delegación Tláhuac. Junio del 2001.

Zamudio Orozco, Arturo. Cuitláhuac y la Cuenca del Valle de México (cuaderno mecanografiado), México 1979.

_____

Presidente del Consejo de la Crónica de Milpa Alta.

* Jesús Nazareno, escultura elaborada en el siglo XVI con caña de maíz, en cuyo interior fue encontrado un pergamino fechado el 29 de agosto de 1720, fecha cuando fue restaurada la imagen por el maestro Juan Ambrosio Pincel, del barrio de Santiago Tlaltelolco, estando como mayordomo don Miguel de los Santos y doña Enriqueta su esposa, quienes pagaron 35 pesos y 5 reales. El documento original se volvió a su lugar de origen.

** El señor Adán Vigueras Filisola recibió un reconocimiento de la parroquia de Santo Domingo de Guzmán por su labor y cooperación en el 50 aniversario de la Cofradía del Señor de las Angustias de Yautepec, estado de México. Motivo suficiente para que a través de su hija, la profesora Raquel Vigueras, recibiera la cabellera para el Nazareno de Tetelco.

2 Comentarios en Tetelco, pueblo de atoleros

  1. Fernando Hernández Silva // 17 julio, 2023 en 11:58 am // Responder

    Es bueno saber nuestros horigenes y saber si historia

    Me gusta

  2. José Luis Alderete Retana // 17 julio, 2023 en 2:06 pm // Responder

    Excelente trabajo de investigación bibliográfica que documenta la historia de San Nicolás Tetelco, lo idóneo es la publicación de este material de manera impresa. Att.Maestro en educación José Luis Alderete Retana, mi abuelo fue el sr
    Juan Alderete Martínez.

    Me gusta

1 Trackback / Pingback

  1. Vuelve la Feria del Atole a San Nicolás Tetelco en Tláhuac – Revista Nosotros

Deja un comentario