Con hallazgos en Tulúm se sabe más de la prehistoria

Julio 10, 2020.- La vida del ser humano en esa región de hace 13,000 a 8,000 años a.C., es recreada por Carmen Rojas

El paleoambiente, el andar de la megafauna y la vida del ser humano en la península de Yucatán, en el período que va de hace 13,000 a 8,000 años antes de Cristo, están registrados en un par de sitios en Yucatán con evidencia de esta temporalidad: la Cueva de Loltún, con restos de un gonfoterio, y Kabah, con herramientas líticas, luego de las exploraciones efectuadas en los últimos 20 años en la red subterránea de cenotes y cuevas sumergidas.

A decir de la arqueóloga Carmen Rojas Sandoval, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), algunos de los trascendentes hallazgos acerca de las poblaciones más tempranas que pasaron por los actuales territorios de Belice y Guatemala en su camino hacia el centro del continente, y de las cuales la literatura científica hasta 1999 sólo se refería a 11,000 años atrás, han sido las osamentas de la «Mujer de Naharon», el «Abuelito de Muknal» y el «Joven de Chan Hol 2», que fueron datadas por encima de los 13,000 años.

A éstas siguen los esqueletos de «Naia», la «Señora de los Palmas» e «Ixchel», así como los recuperados en los sitios Chan Hol 1, El Pit 1, El Pit 2 y El Templo, que van en escala descendente de los 12,970 a los 8,000 años antes de nuestra era.

Esta muestra osteológica tan variada en términos de la edad de los individuos, ha contribuido a conocer las difíciles condiciones de vida para estas poblaciones. Muy pocos,  como el «Abuelito de Muknal» y la «Señora de Las Palmas», llegaban a los 45-50 años de edad, aseguró Carmen Rojas en un foro virtual.

«En el transcurso del milenio la arqueología prehistórica y la paleontología subacuática han brindado descubrimientos que permiten tener ahora un panorama fidedigno del paisaje, la biodiversidad y la vida humana en esta zona, al final del Pleistoceno», dijo quien ha dirigido un par de rescates de estas características.

Explicó que en ramales de los dos ríos subterráneos más grandes del mundo, el Sac Actun (de 307 kilómetros) y el Ox Bel Ha (de 235 kilómetros), los cuales corren bajo la piel porosa de Tulum, se han recuperado una decena de esqueletos de hombres y mujeres prehistóricos, así como una variedad única de megafauna extinta.

El que los materiales óseos se hayan encontrado inalterados en cenotes y cuevas sumergidas, a profundidades sólo aptas para espeleobuzos experimentados, indica que hace más de diez milenios el nivel del agua se encontraba 65 metros por debajo del actual. Es decir, que los grandes animales del Pleistoceno y el ser humano temprano, se internaron en estas cavidades cuando estaban secas. Los humanos se adentraron llevando antorchas y prendiendo fogatas, como ha revelado también la presencia de depósitos de carbón, por ejemplo, en la cueva Chan Hol.

«Las condiciones de vida eran muy amenazantes. Acechaban depredadores gigantes como el león americano, el tigre dientes de sable y el oso cara corta; a su vez las condiciones de salud eran más que precarias, los análisis de antropología física revelan infecciones, fracturas y enfermedades bucales, sin mencionar que el parto representaba un factor de alto riesgo para las mujeres», indicó.

«Los accidentes de la vida nómada y el ingreso mismo a las cuevas, eran un peligro real. El caso de ‘Naia’ resulta ejemplar, esta joven (tenía entre 15 y 17 años al momento de morir) se internó en las profundidades del cenote Hoyo Negro con una antorcha en mano, pero cayó al llegar al borde del abismo», relató.

Ante condiciones tan adversas, los seres humanos prehistóricos cuidaban de los suyos, así lo demuestran los contextos arqueológicos del «Abuelito de Muknal» y la «Señora de Las Palmas», los cuales fueron depositados de forma intencional. «El primero como reliquias, pues no se encontró la osamenta completa», explicó.

«Pasadas dos décadas, no cabe duda que los grupos prehistóricos llegaron al actual territorio de Quintana Roo. El planteamiento es que a Tulum llegó una sola oleada migratoria hace casi 14,000 años y persistió al menos 4,500 años», asentó.

«Esta población ya estaba adaptada a distintos ecosistemas: bosques, pastizales y  manglares. Eso explica la gran variabilidad en la talla de los cuerpos. Asimismo, en los individuos se observan adaptaciones al calor y la humedad del Caribe mexicano, como es la baja estatura. Si bien la cacería fue importante para los primeros pobladores de Tulum, los vegetales, frutas y semillas conformaron la mayor parte de su dieta», expuso.

Y es que hace 14,000 años esta región era un mosaico de bosques abiertos, rodeado de pastizales con variantes de vegetación selvática, abundante en árboles de mamey y zapote amarillo, propios del trópico del sureste mexicano. Un medio que permitía la subsistencia de una megafauna no menos diversa.

Carmen Rojas subrayó que en la red subterránea de la zona se han localizado restos de grandes animales, algunos, como un pecarí, tenían marcas de corte que señalan su consumo humano, y otros más como los descubiertos en Hoyo Negro, los cualescayeron al abismo (al igual que la joven «Naia») tras de internarse en busca de agua.

El citado pecarí, el cual fue ubicado en el subsistema Naranjal (parte del río Ox Bel Ha), representa un nuevo género descrito para la ciencia; así como lo es un nuevo género y especie de perezoso gigante (Xibalbaonix oviceps), conocido popularmente como «Pote», y una nueva especie de jaguar extinto (Panthera balamoides).

Entre los descubrimientos paleontológicos se hallan, a su vez, ejemplares de camélido, gonfoterio, caballo americano, tigre dientes de sable (Smilodon gracilis) y oso cara corta, entre otros.

Seres humanos y megafauna enfrentaron los efectos del cambio climático de finales del Pleistoceno, la llamada Era de Hielo.

«Con el incremento de la temperatura se elevó el nivel del mar y las áreas que dominaban se fueron inundando. Sabemos que la isla de Cozumel era más grande y los esteros, que los humanos pudieron explotar en la costa antigua, ahora están sumergidos», apuntó la ponente. La arqueóloga Carmen Rojas, del Centro INAH de Quintana Roo, refirió que la «banda de Tulum», como ella nombra cariñosamente a los seres humanos prehistóricos recuperados en cuevas y cenotes, son parte de la historia de la humanidad y de su odisea por el planeta. «Desde sus sepulcros sumergidos, los arqueólogos traen sus restos al presente para conocer su historia», concluyó. ♦

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